30 Jul Lo que los ciudadanos no quieren ver de la discapacidad
El Mundo. Viernes, 23/7/2010
Ir a comprar el pan, coger el metro, sacar dinero de un cajero, tomarse un café en un bar… Tareas cotidianas que cada día todos los ciudadanos realizan sin complicaciones, se convierten en un infierno cuando tienes una discapacidad. «No tenemos la posibilidad de circular libremente», denuncian desde el Comité Español de Representantes de Minusválidos (CERMI).
Javier, José Luis y Antonio son un claro ejemplo de ello. Discapacitado motor, sordo y ciego hallan en un tramo de poco más de 800 metros todas las barreras posibles para poder circular y vivir libremente.
El ‘Tour de la Discapacidad’ que CERMI había organizado con políticos y que después fue suspendido ante el ‘plantón’ de éstos es un claro ejemplo del sufrimiento que aún hoy viven los discapacitados.
Bolardos, calles mal asfaltadas, rampas por las que no pueden subir, farolas en medio de las aceras, adoquines levantados, malas señalizaciones y así decenas y decenas de estructuras arquitectónicas que para las personas sin discapacidad pasan completamente desapercibidas -son obstáculos salvables-, pero que para la persona discapacitada marcan completamente el desarrollo de su vida diaria.
«Hay muchos de ellos que ni siquiera quieren salir de casa», cuenta Javier Font, presidente de CERMI. Él como muchos de sus compañeros tiene que enfrentarse cada día a la tarea de recorrer la ciudad en silla de ruedas. Una tarea que como él bien dice se convierte en muchas ocasiones en algo imposible de realizar que lleva a algunos a preferir quedarse en casa antes de salir y no poder circular.
«Hay que visualizar las discapacidades que tiene la ciudadanía con la discapacidad (…) Se necesita un análisis en profundidad de qué tipo de barreras, de manera que los propios arquitectos deberían tener interiorizado los obstáculos a las que estamos supeditados los discapacitados», explica Javier.
Sin embargo, las dificultades van más allá de la silla de ruedas. Para Antonio, ciego, las barreras en ocasiones incluso le pueden costar la vida. Las señalizaciones del suelo o las acústicas en innumerables ocasiones están mal colocadas o no se oyen. Un grave problema para las personas con discapacidad visual.
Por ejemplo que esté mal situada la señal que indica un paso de peatones puede llevar a que la persona cruce por un lugar indebido, en el que ni hay paso de peatones, ni semáforo lo que podría costarle un atropello. Y por increíble que parezca en Madrid las hay. Los bolardos, los troncos de los árboles cortados, las aceras en mal estado son una parte de mínima de los obstáculos.
Pero no sólo existen las barreras físicas. Otro de los grandes problemas con los que se encuentran los discapacitados son las barreras de comunicación. Las personas sordomudas no sufren el mal estado de una acera o la escasez de accesos para discapacitados, pero sí sufren no poder ser informado o no poder dirigirse a alguien porque en muy pocas personas conocen el lenguaje de los signos.
«Si quiero ir al médico tengo que pedir dos días antes a un intérprete para que me acompañe y aún así hay muchos médicos que no conocen la figuran del intérprete y no la respetan. O cuando hay un aviso en el Metro, nosotros no lo escuchamos y no hay señalización visual que nos avise si hay una emergencia o información», cuenta José Luis.
El reto: una vida normalizada
Tareas tan corrientes como arreglar unos papeles de la Seguridad Social, ir a Hacienda o a una Junta de Distrito son en muchas ocasiones en una faena imposible de realizar. En España el 90% de las instituciones públicas no están adaptadas a la discapacidad.
El que es sordomudo no encuentra intérpretes, el que es ciego necesita incluso ayuda para saber dónde esta el mostrador de información y el que es minusválido no puede siquiera traspasar las puertas de las Administraciones.
«Los políticos tienen una mentalidad del siglo pasado en la que se pensaba que la discapacidad eran servicios sociales (…). Hay que intentar ir más allá del concepto de beneficencia con el que muchos ciudadanos se van a la cama», dicen desde CERMI.
Y es que para este colectivo, el reto es tener una vida normalizada y conseguir una autonomía a través del empleo. «Nosotros no somos los que no nos adaptamos, es la ciudad la que no se adapta a nosotros. Nuestra situación es irreversible, sin embargo, sí se puede adaptar la ciudad a nosotros», explican.
Ese es su caballo de batalla: demostrar que todo lo que piden no es sólo para ellos sino que se trata de una inversión de futuro para toda la ciudadanía, desde el que se ha roto un pie y tiene que ir con muletas hasta el anciano que camina con dificultad.
«Se está instaurando el mensaje de que no hay dinero y los políticos lo usan para todo, cuando lo que hay que hacer es priorizar las partidas de ese dinero», asegura Javier.
En efecto cada Administración, cada Junta Municipal, cada organismo tienen sus partidas destinadas a la adaptación, sin embargo, cuando las partidas llegan a buen puerto y se cree que un edificio o una calle se ha adaptado a la discapacidad se comprueba que con rampas con demasiada inclinación, señalizaciones acústicas que no se escuchan o, incluso, con obstáculos en medio de una de esas adaptaciones. La falta de conocimiento hace que se pierda tiempo, dinero y oportunidades.
Pese a todo, en un camino largo, difícil y lento, las mejoras van llegando poco a poco. Un ejemplo es el final del recorrido del ‘Tour’: el intercambiador de Plaza de Castilla. Un intercambiador recientemente reformado que ha contado con la colaboración de asesores que conocen las barreras de los discapacitados y que cuenta con algunas de las mejoras necesarias como señalización visual, guías en el suelo para ciegos, aceras con rampa…
«Poco a poco vamos consiguiendo mejoras, pero todavía queda mucho camino por recorrer. Por eso hay que concienciar a los ciudadanos de todos los obstáculos que nos encontramos (…) Hay una cierta desidia con la que hay que acabar», afirma Javier.
www.elmundo.es/elmundo/2010/07/22/solidaridad/1279799444.html