21 Nov Llegan los fármacos que acabarán con la pandemia de obesidad y otros problemas cardiovasculares.
Ozempic, Wegoby, Mounjaro… toda una nueva generación de medicamentos que pasan del control de la diabetes, a la pérdida de peso a impactar en la salud del corazón.
Cristina G Lucio y Pilar Pérez 06/11/2023
El mundo de la Medicina tiene ante sí un nuevo punto de inflexión: la tan ansiada bala mágica contra la obesidad ya está casi aquí. Tras un siglo de búsqueda de ese santo grial los fármacos basados en la imitación del péptido-1 similar al glucagón dan los primeros resultados.
Los análogos GLP-1, aunque más famosos por sus nombres comerciales Ozempic y Wegovy, están llamados a borrar una de las pandemias del siglo XXI: la obesidad y sus efectos más inmediatos, como la diabetes y los problemas cardiovasculares. Solo en España, según el Observatorio Global de la Obesidad, el 37,8 % de los adultos pesa más de lo recomendable y el 16% es obeso.
«Hay mucha ciencia detrás de estos fármacos», subraya Cristóbal Morales, vocal de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Obesidad (Seedo). «Estamos en una nueva era en el control de la obesidad, hay más de 150 ensayos clínicos. Se trata de toda una revolución de moléculas nuevas», añade.
Desde la primera descripción del GLP-1 en un artículo en Proceedings of the National Academy of Sciences hasta los resultados actuales han pasado más de 40 años. Esa ansiada búsqueda no solo ha dado paso a fármacos que controlan la diabetes tipo 2 y hacen bajar de peso, sino que se han convertido en fármacos superventas capaces de hacer frente a la enfermedad y también a lo que lo produce: una mala alimentación, es decir, la industria de procesados.
«Las pérdidas de peso son significativas y con cada nuevo fármaco es mayor. Se pasa de un 8% hasta un 15%», apunta Morales. Lo que en kilos se traduce en descensos de más de 12 kilos en algunos pacientes.
Pero vamos por partes. ¿Cuál es el secreto de los GLP-1? «El compuesto que lleva Ozempic (semaglutide) es una molécula que ya tenemos en nuestro organismo, pero modificada para que tarde más en degradarse y por tanto pueda usarse como fármaco: es el GLP-1, que se secreta en el intestino y le manda señales al cerebro y al resto del tubo digestivo, indicándole que ya ha llegado alimento y que no se necesita comer más», explica Francisco Tinahones, investigador del CIBEROBN, director Científico del IBIMA y jefe de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Virgen de la Victoria (Málaga). Y añade que «es una molécula anorexigénica, que quita el apetito y además relaja el estómago, por lo que se tiene sensación de estar llenos al ingerir alimentos».
Reduce el hambre y sacia, dos acciones claves cuando se quiere evitar una ingestión excesiva. Olga González, jefa del Servicio de Endocrinología del Hospital Gregorio Marañón de Madrid ofrece más detalles: «A nivel de estómago enlentece el vaciamiento gástrico. Hace que cuando ingieres una comida sea más lento el paso al tubo digestivo y al intestino, lo que proporciona una sensación de plenitud. Este es un mecanismo muy potente en las primeras semanas de tratamiento, luego desciende».
Además, González desgrana el otro mecanismo potente: su capacidad para actuar sobre los centros de saciedad en el cerebro. «El fármaco es capaz de atravesar la barrera hematoencefálica, llegar hasta el sistema nervioso central y actuar sobre los centros de la saciedad y el apetito, si bien no se conocen las vías intrínsecas por las cuales el medicamento quita el hambre».
Sin embargo, no olvidemos que estos fármacos se inventaron en un primer momento para combatir la diabetes y que la pérdida de peso observada en los estudios y a lo largo de su uso se podría considerar un efecto secundario positivo.
Clotilde Vázquez, jefa del departamento de Endocrinología y Nutrición de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, recuerda que «cuando el primer fármaco de esta familia se puso en el mercado hace 20 años supuso un cambio radical del tratamiento del diabético tipo 2, que generalmente en un 90% de los casos tiene obesidad asociada. Estos fármacos supusieron un cambio, porque al contrario de los anteriores, mejoraban el control diabético y además ayudaban a perder peso».
En este sentido, Vázquez no duda en calificarlos, al igual que los demás expertos consultados, como «una familia de fármacos súper efectivos, súper potentes y sobre los que ha habido gran cantidad de estudios a largo plazo sobre su eficacia y actividad».
Tinahones explica que «Ozempic se comercializó para el tratamiento de la diabetes y el fármaco que se ha aprobado para el uso en obesos es Wegovy, que es el mismo que Ozempic, pero la dosis máxima es de 2,4 mg, mientras que Ozempic es 1 mg la dosis máxima de semaglutide».
Su uso en España lo explica González: «Ozempic no va a tener indicación obesidad. La misma molécula, semaglutide, a dosis de 2,4 mg, cuyo nombre comercial es Wegovi, es la que tiene indicación para obesidad. El pasado mes de agosto, el Ministerio de Sanidad sacó el posicionamiento terapéutico para obesidad».
Morales y Vázquez señalan que la revolución aún no ha terminado. Dado que la obesidad es una enfermedad que involucra a todo el organismo y sus pacientes tienen otras alteraciones, el uso de esta nueva generación de fármacos también traerá otros beneficios para abordarlos. «Son fármacos muy seguros que además han demostrado que son cardioprotectores y renoprotectores. Los efectos secundarios más frecuentes se limitan a síntomas del aparato digestivo, que se minimizan mucho escalando las dosis», apunta Vazquez.
Más allá del manejo de la diabetes tipo 2, éstos han supuesto un antes y un después en el tratamiento de la obesidad, «con resultados equivalentes a las intervenciones quirúrgicas, evitando así el paso por la cirugía bariátrica y los riesgos que supone pasar por quirófano», destaca Morales, que es uno de los reclutadores principales en España de pacientes en los ensayos que NovoNordisk y Lilly, los laboratorios detrás de las principales moléculas.
«Hasta ahora teníamos medicamentos que producían descensos de peso discretos, pero esta clase terapéutica consigue que los sujetos pierdan de peso de media más de un 15% de su peso corporal, lo que es clínicamente muy significativo», sostiene Tinahones.
El investigador del CIBEROBN ofrece la explicación que contextualiza lo que ocurre ahora en el organismo: «Probablemente estas señales que teníamos en nuestro intestino para no comer más cuando hemos tomado una cantidad adecuada, debieron de regularse a la baja durante la evolución de los homínidos por la dificultad de obtener alimentos y esa regulación en este momento de acceso al alimento indiscriminado es como un error evolutivo que en cierta manera vienen a corregir estos fármacos».
Morales hace suya una conclusión publicada recientemente en una revisión de Nature Medicine sobre estas moléculas: «Un gran poder conlleva una gran responsabilidad». La frase, famosa por otros motivos, refleja el sentir de la comunidad médica: «No necesitamos solo una pastilla, sino un plan nacional que aborde la prevención y vaya al origen de la obesidad».