06 Mar Laura Manteca: «En la vejez somos más lentos, pero no significa que tengamos ninguna patología»
«Si no recuerdo como antes, vienen preocupaciones y empezamos a pensar que podemos estar cayendo en una demencia».
Distinguir entre los signos normales del envejecimiento y algún tipo de deterioro patológico fue el objetivo de la conferencia de la psicóloga Laura Manteca Freire ayer en las Jornadas Médicas de la Fundación Caja Rural «Infosalud» que se celebran esta semana en el Colegio Universitario. Laura Manteca es responsable de los programas de envejecimiento activo y deterioro cognitivo inicial de la Asociación de Familiares y Amigos de Enfermos de Alzheimer de Zamora.
–¿Cuáles son las diferencias entre el envejecimiento normal y patológico, título de su charla?
–El objetivo fundamental es precisamente romper tabúes y mitos en relación a lo que es el envejecimiento. Hablar de lo que es un envejecimiento normal sobre todo en relación a nuestras capacidades cognitivas, cómo nuestra memoria, nuestra atención, el razonamiento, nuestro lenguaje al ir cumpliendo años se van viendo afectados, qué cosas son normales, qué cosas no, romper muchos miedos que hay en torno al envejecimiento y cómo se ven afectadas esas capacidades, y ver qué es normal. Poner el límite de dónde deberíamos preocuparnos y empezar a tomar cartas en el asunto porque algo esté ocurriendo.
–¿Que es lo normal al envejecer?
–Sobre todo se caracteriza porque nos volvemos más lentos. No es que al envejecer la memoria funcione mal, sino que se vuelve más lenta, y lo mismo ocurre con la atención, nuestra capacidad para procesar información, para expresarnos. Se caracteriza sobre todo por una mayor lentitud. Vamos a necesitar más tiempo para procesar información que antes hacíamos mucho más rápidamente. Y eso a veces se puede confundir con fallos o con que hagamos mal las cosas, cuando lo único que necesitamos es un poquito más de tiempo para llegar a hacer las cosas bien.
–Se nota físicamente, andamos más despacio.
–Pero parece que en la parte física somos más conscientes de ese envejecimiento. Nos damos cuenta cómo al envejecer nos salen canas, aparecen pequeñas arrugas, nos volvemos menos ágiles físicamente o nuestra fuerza va disminuyendo. Eso parece que está más visible en la sociedad y lo aceptamos mejor. Sin embargo nos cuesta reconocer cómo ese mismo envejecimiento afecta a nuestras capacidades más mentales, las capacidades cognitivas. Cuando tomamos conciencia de ello ciertos miedos y preocupaciones se disipan.
–¿Es fácil pensar que está pasando algo patológico?
–Es un miedo como muy extendido. Ya no recuerdo tanto como recordaba antes y sin querer, de forma automática vienen miedos, preocupaciones, empezamos a pensar que podemos estar cayendo en algún tipo de demencia. Además como los casos son muy numerosos ese miedo está en el aire a medida que vamos cumpliendo años, todo nos lleva a la enfermedad. Es cierto que a medida que nos vamos haciendo mayores la probabilidad aumenta, pero en envejecimiento no lleva necesariamente consigo una demencia que es uno de los tópicos que queremos romper. Que cumplamos años no quiere decir que vayamos a acabar deteriorándonos y llegando a tener una demencia, no tiene por qué.
–¿Que produce ese miedo?
–Cuando racionalmente vemos que tenemos esas preocupaciones esos fallos entra en juego lo que es la parte emocional, cierta ansiedad y lo que ocurre es que nos bloqueamos, porque entramos en un pequeño círculo vicioso en el que notamos que no somos tan rápidos como hace años y nos empezamos a preocupar. Esa preocupación hace que me bloquee y empiece a tener más fallos, o empiece a hacer mal cosas que antes hacía bien y por lo tanto me preocupa más. Ese círculo vicioso a veces es difícil de romper y nos lleva a angustia, que en la parte más emocional nos veamos más delicados. Es importante que rompamos eso, seamos conscientes de lo que es normal al envejecer y esos miedos puedan disiparse, nos demos cuenta de que si antes yo podía hacer cinco tareas a la vez ahora puedo hacer cuatro. Y voy a necesitar más tiempo, organizarme de otra manera, adaptarme a esta nueva situación de mis capacidades al ir cumpliendo años.
–¿Tenemos suficiente paciencia en la sociedad?
–Nuestra sociedad se caracteriza por vivir muy rápido y parece que la velocidad es una cualidad es muy importante, porque somos más efectivos. Entonces claro, uno mismo nos exigimos a nosotros mismos velocidad, eficacia, ser rápidos, poder hacer muchas cosas a la vez y la sociedad también nos lo está demandando, cuantas más cosas hagamos mejor, en cuantas más cosas participemos, mejor. Está unido uno mismo y la sociedad. Y cada vez hay más corrientes y un pensamiento más compartido en que tenemos que pararnos, vivir el momento, el presente, cada actividad que estamos haciendo tomarnos un tiempo para poder hacer las cosas con mayor calidad. Y cuando cumplimos años eso todavía debe estar más presente, tomarnos el tiempo que necesitemos para hacer las pequeñas o grandes cosas en las que estemos implicados. A veces es complicado porque es cierto que la sociedad va muy rápida y nosotros nos subimos a ese carro también.
–¿Y donde está el límite con el envejecimiento patológico?
–Pequeños déficits, pequeños despistes, pequeños fallos, no pasa nada. Empiezan a tener importancia teniendo en cuenta varios factores. Uno es la frecuencia, cuanto más a menudo son nos hacen darnos cuenta que algo no va bien. Otro la cantidad, cuantas más veces ocurren. Y un tercer factor importante, que influyan en las actividades de mi día a día, si empiezan a interferir en las actividades cotidianas. Esos pequeños fallos, errores, despistes que empiezan a no ser normales en lo que es mi día a día, mi persona, que empiezan a ser muy frecuentes en tiempo, en cantidad y empiezan a interferir en mis tareas cotidianas son los que nos deben hacer sospechar que algo no va bien, debemos empezar a alarmarnos, a acudir al especialista para ver qué está pasando, porque luego hay muchos factores que influyen. Todo lo que es el ambiente que me rodea interfiere en mis capacidades, mis niveles de estrés, de carga, mis preocupaciones, eso también puede tener una influencia en el funcionamiento de mis capacidades. Cuando eso ocurre debemos ir al especialista para poder empezar los trámites oportunos para que detecte qué me está ocurriendo a causa de todos esos fallos que ya no son normales.
–¿Dónde vamos, al psicólogo?
–Cuando empezamos a sospechar que algo no va bien, sea la propia persona o su entorno familiar, lo primero sería acudir al médico de cabecera. Porque él tiene nuestro historial médico y puede ver nuestros síntomas. Si es un envejecimiento patológico con un deterioro cognitivo inicial o algún tipo de demencia lo más seguro es que el médico de cabecera nos mande al especialista, en este caso el neurólogo, que nos hará las pruebas que considere oportunas para emitir un diagnóstico. Y ya con ese diagnóstico, si es cierto que hay un deterioro cognitivo real o algún tipo de demencia nos derivará al tratamiento más adecuado, la intervención por un lado farmacológica, en la que hablaríamos con todo lo que tiene que ver con los medicamentos. Pero aislada ese tipo de intervención se quedaría coja, no sería suficiente, tendría que ir unida con la intervención no farmacológica, que es la estimulación cognitiva, para mantener esas capacidades lo más entrenadas y activas posible para poder frenar el deterioro que estamos viendo que se va dando.
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