Las personas mayores reconocen peor los infartos y tardan más en pedir ayuda

Las personas mayores reconocen peor los infartos y tardan más en pedir ayuda

* Es importante realizar campañas de divulgación.
* Los pacientes mayores de 75 años son los que más tardan en contactar con los servicios de emergencia, según un estudio presentado en el Congreso Europeo de Cardiología.

REDACCIÓN

Al sufrir un infarto de miocardio agudo, los pacientes ancianos se demoran más en contactar con el medio sanitario que los pacientes más jóvenes. Esta tardanza hasta que se les realiza la reperfusión, el procedimiento en el cual se abren las arterias bloqueadas para restablecer el flujo sanguíneo de nuevo, hace que estos pacientes puedan presentar más complicaciones, según se desprende del estudio presentado en el Congreso Europeo de Cardiología.

El objetivo principal de este estudio, llevado a cabo entre febrero de 2013 y junio de 2017 y que incluyó a 1.134 pacientes, era analizar los retrasos en la cadena asistencial en la población anciana versus no anciana, ver si estos retrasos eran reales y localizar dónde se encontraba este desfase de tiempo. Para ello, los investigadores compararon el retraso en cada fase de la cadena de asistencia en una cohorte de pacientes del sistema regional de atención al infarto de miocardio en función de la edad y se observó que el grupo de mayores de 75 años era con diferencia el que más tardaba en recibir la reperfusión que se suele aplicar en estos casos.

Como explica la doctora Clara Gunturiz Beltrán del Hospital Universitario Clínico San Juan y una de las autoras del estudio, “el objetivo es comparar los tiempos de cada una de las fases de la asistencia entre pacientes ancianos y el resto de la población. Se obtiene se obtiene que el mayor retraso en el manejo de estos pacientes se produce desde el inicio de los síntomas hasta el primer contacto médico. Este resultado nos muestra la supuesta raíz del problema y, con ello, resalta la importancia de promover la difusión de la información adecuada acerca de la enfermedad, concienciar a la población de cuándo y cómo pedir ayuda y de la necesidad de hacerlo lo antes posible. Quizás con estas sencillas medidas podamos mejorar la calidad asistencial y los resultados obtenidos en el manejo del infarto agudo de miocardio”.

El principal factor determinante del retraso del tratamiento se debe a un tiempo más prolongado hasta el primer contacto médico después de la aparición de los síntomas. El retraso es aún mayor en los pacientes que van directamente al hospital. Aunque se detectó también una pequeña diferencia en tiempo al realizar el diagnóstico, el gran desfase temporal correspondía a lo que tardaba el paciente anciano en dar parte a los servicios sanitarios.

“En la actualidad sabemos que el paciente que supera los 75 años, aparte de tener un pronóstico peor en el infarto propio de su edad también puede tener un distinto tratamiento. Al analizar cada uno de los tiempos parciales en la cadena asistencial, desde que aparecen los primeros síntomas de infarto hasta que se actúa en la arteria responsable del mismo, encontramos que el retraso más significativo se encuentra en la franja temporal en la que el paciente anciano siente los síntomas hasta que contacta con el medio sanitario, lo que afortunadamente se podría revertir”, indica Ramón López Palop, jefe de la Unidad de Hemodinámica de Hospital Universitario San Juan de Alicante y otro de los autores del estudio.

MEJORAR LA COMUNICACIÓN CON NUESTROS FAMILIARES

Como apunta López Palop, “una de las causas, que podría propiciar este retraso que hemos detectado, es que el paciente anciano intenta no molestar a la familia y, por ello, tolera el dolor pensando que se trata de algo pasajero, evitando así su traslado a un centro hospitalario con todo lo que ello conlleva. Tristemente, también a veces se le resta importancia cuando una persona mayor se queja de un dolor por hacerlo a menudo. Es solo una hipótesis, pero este factor social podría ser un condicionante bastante influyente a la hora de reaccionar ante un infarto en casa”.

Y es que uno de los principales problemas que ocurren con este tipo de pacientes es que no reconocen fácilmente los síntomas de infarto, ya que, por su naturaleza, pueden dar lugar a confusión. En este sentido, el doctor explica: “la gente suele estar familiarizada con el patrón típico del infarto, como un dolor tipo presión situado en el pecho y que se irradia a las extremidades acompañado de una sudoración fría inexplicable. Pero resulta que estos síntomas varían ligeramente en pacientes ancianos. En ellos es más frecuente la sensación de ahogo o disnea y el dolor se suele localizar más en la zona del estómago en vez de en el pecho. Por ello, la tolerancia al dolor es mayor dado que no se asocia con temas cardiacos. Si a esto sumamos lo que hemos comentado anteriormente, todo ello hace que no se active el sistema con la celeridad que debería.”

La solución a este problema pasaría por impulsar campañas divulgativas dirigidas a la población con el fin de mejorar el manejo de pacientes ancianos con infarto agudo de miocardio. “La clave está en promover campañas educativas dirigidas a la población general sobre cómo reaccionar ante los síntomas que puedan indicar que estamos ante un infarto. En este ámbito, la actuación de los centros de salud de atención primaria es importante porque, a veces, se trata de segundos infartos o se presentan en pacientes que ya han tenido enfermedad coronaria. Mediante estas herramientas educacionales, el fin es que el paciente anciano y sus familiares sepan, primero, reconocer sus síntomas, y segundo, saber lo que tienen que hacer cuando estos aparecen, que es contactar con los servicios de emergencias lo antes posible, lo que se ha demostrado como lo más eficaz. Lo que sí sabemos es que cuanto antes tratemos el infarto menos consecuencias tiene, por lo que si el paciente y su entorno están correctamente informados se les da la valiosa posibilidad de identificar y reaccionar a tiempo. Y ante la sospecha de que un dolor no sea normal o pueda ser grave, la clave es no esperar”, concluye López Palop.

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