06 Nov Las personas mayores que sufren una caída tienen mayor riesgo de padecer alzhéimer y otras demencias.
Los investigadores destacan la importancia de incluir evaluaciones cognitivas en estas personas.
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María Bonillo
Las personas mayores que sufren una caída tienen más probabilidades de padecer alzhéimer y otras demencias relacionadas, frente a otro tipo de lesiones. Así lo revela un nuevo estudio realizado por investigadores del Brigham and Women’s Hospital, que destacan la importancia de incluir evaluaciones cognitivas en las personas mayores que sufran una caída lesiva para un diagnóstico temprano de esta enfermedad.
Más de 14 millones de personas mayores sufren caídas cada año, según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, siendo la principal causa de lesiones en este colectivo. Pueden tener consecuencias duraderas o permanentes, como el deterioro del estado funcional, dependencia o riesgo de muerte, y suponen más de 50 mil millones de dólares al año en gastos de atención médica.
«También se cree que las lesiones por caídas están relacionadas con los resultados cognitivos en los adultos mayores, ya que la pérdida de la función motora es un precursor frecuente del deterioro cognitivo y también puede aumentar el riesgo de caídas», indican desde el Brigham and Women’s Hospital en un comunicado, en el que señalan que, a pesar de estos datos, «la salud cognitiva no se tiene muy en cuenta en las pautas actuales de prevención de caídas«.
Los investigadores del estudio, publicado en JAMA Network Open, utilizaron datos de Medicare de 2014 a 2015, que incluía a 2.453.655 pacientes mayores que sufrieron una lesión traumática.
En este sentido, el Dr. Alexander Ordoobadi, médico residente del Departamento de Cirugía del Brigham y primer autor del estudio, explica que «a menudo veo pacientes ingresados tras sufrir caídas, que son una de las razones más habituales de ingreso en centros de traumatología y pueden provocar lesiones graves. Esto plantea una pregunta importante: ¿por qué se producen estas caídas en primer lugar?«.
«Tratamos las lesiones, ofrecemos rehabilitación, pero a menudo pasamos por alto los factores de riesgo subyacentes que contribuyen a las caídas a pesar de un creciente conjunto de pruebas que sugieren un vínculo entre las caídas y el deterioro cognitivo», añade.
Por su parte, Molly Jarman, profesora adjunta del Departamento de Cirugía y subdirectora del Centro de Cirugía y Salud Pública del Brigham y también autora principal del estudio, señala que «la relación entre las caídas y la demencia parece ser una vía de doble sentido» y explica que «el deterioro cognitivo puede aumentar la probabilidad de caídas, pero el traumatismo provocado por esas caídas también puede acelerar la progresión de la demencia y hacer que el diagnóstico sea más probable en el futuro».
Así, «las caídas pueden actuar como eventos precursores que pueden ayudarnos a identificar a las personas que necesitan una evaluación cognitiva adicional«, resalta, lo que podría ayudar a detectar de forma precoz la demencia.
Sin embargo, esto no es tan sencillo, y es que «uno de los mayores desafíos que enfrentamos es la falta de responsabilidad en el proceso de seguimiento de la detección del deterioro cognitivo, porque puede que no haya tiempo suficiente para estas evaluaciones en un departamento de emergencias o en un centro de traumatología», según explica Ordoobadi.
«Idealmente, después de una lesión, los adultos mayores deberían recibir atención de seguimiento con un médico de atención primaria o un geriatra que pueda monitorear su salud cognitiva y su recuperación funcional a largo plazo después de la lesión, pero muchos adultos mayores no tienen un médico de atención primaria regular y carecen de acceso a un geriatra«, añade.
El estudio destaca, así, «la oportunidad de intervenir de manera temprana y la necesidad de que haya más médicos que puedan brindar atención integral a los adultos mayores», afirma Jarman, que apunta que «si podemos establecer que las caídas sirven como indicadores tempranos de demencia, podríamos identificar otros precursores y eventos tempranos sobre los que podríamos intervenir, lo que mejoraría significativamente nuestro enfoque para gestionar la salud cognitiva en los adultos mayores».