Las mujeres viven más años que los hombres pero peor, según Salud

Las mujeres viven más años que los hombres pero peor, según Salud

Los expertos llaman a hacer políticas transversales con perspectiva de género para reducir las desigualdades en salud.

JESSICA MOUZO QUINTÁNS – BARCELONA

Las mujeres viven más años que los hombres (85 frente a 80) y tienen hábitos de vida más saludables. Sin embargo, su salud es peor: sufren más dolores osteomusculares, más enfermedades crónicas y duplican a los hombres en diagnósticos de depresión, por ejemplo. La última Encuesta de Salud de Cataluña (ESCA) elaborada por la Generalitat ha vuelto a cristalizar una brecha de género en salud: las mujeres viven más pero peor. La razón de esta paradoja está, según los expertos, en un conjunto de elementos relacionados entre sí: factores biológicos, conductuales y sociales.

Según la ESCA, ellas fuman menos (el 18,5% frente a casi el 30% de los hombres), apenas el 1,5% tiene un consumo de riesgo de alcohol y seis de cada 10 siguen la dieta mediterránea. Pero los buenos hábitos no se acompañan de buenos resultados en salud: el 44% de las catalanas entre 65 y 74 años niegan tener una buena salud (en cambio, esa proporción en los hombres baja al 38%). La prevalencia de depresión es del 8,8% en ellas (3,6% en ellos). Asimismo, casi el 22% de las mujeres de entre 15 y 44 años —y solo el 16,5% de los hombres— padecen algún problema crónico. A medida que avanza la edad, se agudiza esta brecha y además de los problemas de salud, se agrava el drama social: tres de cada cuatro ancianos que viven solos son mujeres.

Los resultados de la encuesta no son nada nuevo. Al menos, no para los expertos que llevan dos décadas investigando sobre este asunto. Un estudio del Instituo Karolinska de Estocolmo ya analizó en 1996 las diferencias del efecto del estrés en hombres y mujeres. “Demostraron que los problemas de salud que presentaban dependían tanto de diferencias biológicas y psicológicas como de las condiciones de vida y trabajo y del soporte social para desarrollar sus vidas”, recuerda la doctora Carme Valls, investigadora del Centro de Análisis y Programas Sanitarios (CAPS), en su libro Medio ambiente y salud.

Más cargas
“Lo de la ESCA es lo de siempre. Lo fundamental son las diferencias que hay por nuestros imperativos de género: trabajamos y nos encargamos de los cuidados, somos más pobres, trabajamos en peores condiciones”, apunta María José Fernández Sanmamed, médico e investigadora en este campo.

Coincide con ella Joan Benach, investigador de la Universidad Pompeu Fabra. “El sexo determina una serie de características biológicas que afectan a la salud. Pero en el campo de las desigualdades, hay una batería de elementos que tienen que ver con el género más que con el sexo. Por ejemplo, la forma de cómo socializamos, los estereotipos que se le presuponen a cada género, las oportunidades y los recursos, que tienen que ver con los salarios y el trabajo; los roles de madre, de trabajadora; y el poder, como la influencia del patriarcado. Todas estas líneas hacen que cada grupo tenga más o menos exposición a diferentes riesgos que inciden de forma distinta en la salud”, sostiene Benach.

Los condicionantes biológicos también pasan factura, obviamente. Por ejemplo, menstruaciones con mucho sangrado pueden provocar anemias ferropénicas, que generan más sensación de cansancio y agotamiento. Sin embargo, los expertos coinciden en que la realidad social, como la precariedad laboral, la brecha salarial o la violencia machista, son determinantes. “Lo que nos produce percepciones de vida es una sociedad donde nuestro género está subordinado. Hay estudios que dicen que haber sufrido una agresión sexual produce de tres a cinco veces más problemas de salud”, apunta Fernández Sanmamed.

Violencia machista
Un estudio de la Universidad de Alicante publicado en 2010 revelaba que la probabilidad de padecer una enfermedad coronaria es cinco veces mayor en mujeres que han sufrido violencia machista. “Hay que entender cómo lo social, lo político, se mete dentro del cuerpo y afecta a la biología. Si estás desempleada, tu vida lo va a sufrir más, tendrás más riesgo de beber, de estar estresado…”, apunta Joan Benach.

La brecha de género se nota especialmente en la salud mental. La asunción de casi el 100% de las labores domésticas, el trabajo reproductivo, las cargas familiares agudizan la sensación de estrés y el agotamiento. “Nos sentimos peor porque nuestra vida es peor. Las mujeres tiene más sufrimiento emocional”, sostiene Fernández Sanmamed.

También el dolor o las enfermedades crónicas se acentúan en las mujeres. “El papel de cuidadora y la doble o triple jornada que realizan las mujeres provoca alteraciones del sistema musculoesquelético. La ergonomía de la mayoría de trabajos no está adaptada al cuerpo de las diferentes mujeres, por lo que sufren más desgaste y artrosis de origen laboral”, señala Valls.

UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO

Los expertos abogan por transformar las políticas de salud, pero también las laborales y económicas, para darles una perspectiva de género. “El sistema sanitario se centra más en aquello que mata que aquello que invalida. Tenemos que pensar en tener, además de un Código Infarto, un Código de dolor crónico. Y hay que aumentar la atención al cuidado, a la dependencia”, dice el investigador Davide Malmusi, quien participó en un estudio del proyecto Sophie en el que constataron que el riesgo de tener mala salud en las mujeres variaba según las políticas de familia. “Si la mayoría de enfermedades evitables y la percepción de mala salud son sociales, las soluciones han de ser sociales”, sentencia Fernández Sanmamed.

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