07 Dic Las macrogranjas ahogan a la España vacía: «Están matando a los pueblos».
Asociaciones vecinales denuncian la contaminación del agua de La Campiña, Segovia.
Pablo Rodero
Enclavado en una amplia llanura segoviana, con la sierra de Peñalara de fondo y presidido por su única iglesia, aparentemente, Bernardos no se diferencia demasiado de los pueblos de su alrededor. Lo que distingue a esta pequeña localidad de medio millar de habitantes de las contiguas está bajo tierra: está completamente rodeada de zonas vulnerables por contaminación de sus aguas.
«Nuestra zona todavía no es vulnerable, está rodeada de zonas vulnerables y queremos mantener la calidad de vida que tenemos», declara Coral Casado, concejal del Ayuntamiento de Bernardos que regenta la farmacia local desde 2017, cuando llegó a la localidad. «Yo vivo aquí por la calidad de vida, la calidad ambiental, entonces, si esto desaparece, yo que no soy de aquí, por ejemplo, me marcharía. Están matando a los pueblos».
En el punto de mira, las macrogranjas de cerdos -algunas con más de 7.000 animales- que están surgiendo como setas en la región desde hace años, dando trabajo a cientos de personas en la provincia, pero haciendo que muchos otros se planteen si sigue compensando vivir rodeados de malos olores y con el riesgo de no poder consumir el agua del grifo por la contaminación.
«Está habiendo una proliferación importante de varias macrogranjas o granjas industriales en la zona de porcino y estamos viendo que esto está afectando a la zona en lo que se llaman en las zonas vulnerables, que son aquellas cuyas aguas están contaminadas o están en riesgo de estarlo por residuos de origen agropecuario», explica Belén Bernardos, una consultora informática de 42 años vecina del pueblo que lleva en el apellido.
El pasado verano, ella y otros vecinos de Bernardos conformaron una plataforma -Futuro Limpio Campiña Segoviana- para oponerse a un proyecto de construcción de una granja de cerdos en las cercanías del pueblo a la que se unieron varias localidades vecinas más de la comarca con una problemática similar
Su asociación es una de las cerca de 50 que participaron a mediados de octubre en movilizaciones en distintos puntos de España convocadas por la coordinadora Stop Ganadería Industrial. Reclaman una moratoria en la concesión de nuevas licencias para proyectos de ganadería intensiva en todo el país.
«Lo que queremos es que se paren este tipo de proyectos y que realmente haya una moratoria hasta que estas zonas vulnerables no dejen de existir de alguna forma porque, una vez se contaminan las aguas, el proceso de recuperación es larguísimo».
¿Cómo se contaminan las aguas?
Saliendo de una carretera comarcal entre Garcillán y Marazuela por un camino de tierra, se llega a una amplia nave. Desde el exterior, se escuchan los gritos de los cerdos. Dentro hay unos 1.600 animales, que son cebados hasta que alcanzan el peso adecuado para mandarlos al matadero. Se trata de una explotación mediana construida hace apenas dos años.
«Es muy importante entender que el tema de contaminación de las aguas, en este caso por nitratos, es un tema complejo», declara, desde el interior de la granja, Mariano Herrero, técnico de Feaspor, una federación de productores de ganado porcino de Segovia.
«En muchas de las zonas donde hay contaminación no hay prácticamente cabaña ganadera, con lo cual, esa relación unívoca entre ganadería y contaminación de aguas es una afirmación completamente falsa, una media verdad sobre la que se construyen muchas de las críticas que se están vertiendo y complicando incluso la convivencia en algunos pueblos», añade Herrero.
Los purines, los desechos orgánicos producidos por los cerdos de estas explotaciones, son la causa de la contaminación de las aguas, según denuncian ecologistas y las plataformas contra las macrogranjas.
«La explotación extensiva tradicional simplemente generaba excrementos mezclados con paja, que al ser más o menos sólidos no se van al subsuelo», explica Daniel González, portavoz de Ecologistas en Acción. «Con estas granjas, que se limpian con mucha agua a presión, se genera un elemento más líquido que se expande con camiones cisterna y con tractores en tierras de cultivo. Al ser muy líquido, se va hacia el subsuelo y es muy fácil que llegue a los acuíferos y, como tiene muchos nitratos, los contamine».
Las zonas vulnerables
Los nitratos procedentes de las heces porcinas y de los pesticidas de agrícolas dejan rastro en el agua. La Directiva europea de nitratos de 1991 obliga a las administraciones, en el caso de España, a las comunidades autónomas, a analizar los niveles de nitratos y el estado trófico de las aguas.
Cuando los niveles de nitratos se aproximan o son superiores a 50 mg por litro -el límite que puede consumirse sin riesgo para la salud-, las regiones afectadas deben ser incluidas en un registro de zonas vulnerables. Solo en Castilla y León hay 387 municipios -frente a los 67 que había en 2009- en zonas vulnerables, que se extienden por el 15% de la superficie de la región.
Ochando, una pequeña localidad con apenas una quincena de vecinos habituales ubicada a 13km de Bernardos, está en una de estás zonas. Estuvo más de cinco años por encima del límite de 50mg de nitratos por litro, por lo que las autoridades locales prohibieron el consumo del agua del grifo y buscaron soluciones de emergencia, como repartir garrafas de 5 litros una vez a la semana, que se extendieron durante un lustro.
«Hicimos manifestaciones en el ayuntamiento, estuvimos presionando y el problema se solucionó. Han puesto, en el depósito del agua, un filtro enorme para el arsénico y los nitratos», relata Pedro Tanarro, un jubilado de 66 años que lleva 16 viviendo en el pueblo. La solución de instalar un filtro es costosa, pero una de las más habituales en pueblos que han tenido que pasar por esta situación.
«Creo que comparto con mis vecinos el miedo, el miedo porque, en este momento, hay en proyecto una macrogranja de cerdo justo al lado de nuestro término municipal, entre nosotros y Balisa, y sabemos que es un peligro, porque es uno de los elementos que provocó que no hubiera agua potable», añade Tanarro.
Su casa está adherida a la iglesia de Ochando. En el otro extremo del pueblo, es decir, a unos 100 metros, vive Fuencisla Marugán, de 79 años. A ella, como a otros vecinos ancianos del pueblo, los más jóvenes tenían que ayudarles a cargar con las garrafas durante los más de cinco años de prohibición del consumo de agua del grifo. Comparte la preocupación por el nuevo proyecto con su vecino Tanarro.
– Es que no valía para nada, hasta para lavar la fruta, para todo, y para cocer los alimentos, claro, las comidas, no valía, tenía muchos nitratos y como se llama lo otro, que era peor… Arsénico, arsénico.
– ¿Le preocupa que puedan poner granjas aquí?
– Sí, sí, claro, de cerdos, porque creo que van a poner una para Hoyuelos, pues no nos agrada, claro.
La única alternativa económica
Más allá de las granjas, que salpican el paisaje, las ruinas de alguna vieja ermita y algún pequeño pinar, la llanura se extiende implacable por La Campiña. El cultivo de cereal es la única actividad que parece haber sobrevivido en la ancha y despoblada meseta castellana. Los pueblos se vacían y no faltan quienes ven a las macrogranjas como el último tren para responder al imparable despoblamiento de la región.
Uno de cada seis empleos que se generan en Segovia son del sector ganadero, y 22 de las 30 primeras empresas en facturación en la provincia tiene una relación directa con el sector ganadero. 10.000 familias viven directa o indirectamente del sector porcino en Segovia, según datos de Feaspor.
Sin embargo, la tradicional ganadería extensiva que se desarrollaba en la provincia desde la época dorada de la economía segoviana, en la Edad Moderna, ha ido perdiendo competitividad en las últimas décadas y está siendo sustituida por un modelo basado en las grandes instalaciones de producción intensiva de carne, principalmente de cerdo.
«Que la sociedad esté dispuesta a pagar un precio medianamente real por los alimentos que se producen en una granja en la que todos los trabajadores tuvieran sueldos dignos y se respetara el medioambiente
«Cualquier actividad económica en un pueblo pequeño de Segovia no es rentable, pero una granja grande sí puede serlo, el umbral de rentabilidad con una buena gestión podría conseguirse, pero dimensionando la granja», explica Clemente López, catedrático de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid.
«El modelo alternativo está clarísimo cuál es: que la sociedad esté dispuesta a pagar un precio medianamente real por los alimentos que se producen en una granja en la que todos los trabajadores tuvieran sueldos dignos y se respetara el medioambiente», opina López. «Si fuera así, por supuesto que habría granjas más pequeñas y eficientes y se nutrirán de la agricultura local».
De momento, sin embargo, esa solución parece lejana. Actualmente hay 38 proyectos de construcción o ampliación de granjas de ganadería porcina intensiva en Segovia, 16 de las cuales se encuentran en el territorio de La Campiña, incluidos los proyectos de Bernardos y Ochando.
«Creo que es fundamental que se revisen las posibles alternativas al respecto», considera Belén Bernardos, de la plataforma Futuro Limpio Campiña Segoviana. «Pero, de momento, que lógicamente se pare, que no se siga con esta actividad que está generando estos problemas en el medio ambiente en el agua, en el suelo y en el aire, que es fundamental para la vida».