16 Feb Las 10 señales que indican que tu hijo tiene Síndrome de Asperger.
Entre los signos más evidentes se encuentran los problemas del lenguaje, la socialización, la gestión emocional o la falta de empatía.
Beatriz Benítez Burgada
La comunicación, la interrelación social, el comportamiento y la sensibilidad sensorial son las áreas en las que impacta el Síndrome de Asperger. Así lo explica Irene Araujo, neuropsicóloga especialista en trastornos del espectro autista (TEA), quien incide en la importancia de la detección precoz, directamente relacionada con un mejor resultado en los procesos de aprendizaje que es necesario poner en marcha.
La última actualización del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) no utiliza el término asperger, “que sería un trastorno del espectro autista de grado 1”, que acompaña al niño durante su desarrollo. La mayor expresión de los síntomas suele darse entre los cuatro y cinco años. Pero, “cuando hay un buen nivel cognitivo y el trastorno es ligero, podría no dar la cara hasta la adolescencia”.
La mayor expresión de los síntomas suele darse entre los cuatro y cinco años
Esta experta en TEA, que desarrolla su trabajo en Neuroped deja claro que “aunque hay manifestaciones frecuentes, no tienen por qué darse todas”. Es interesante conocerlas, “porque eso ayudará a un diagnóstico temprano, aunque hay que estudiar cada caso, para saber cómo podemos ayudar mejor a cada niño o adolescente”.
Estas son señales a las que los padres deben estar atentos
1 Lenguaje. Puede haber retraso en la adquisición del lenguaje o un lenguaje adultiforme, pedante o complejo. Quizá alteración de la entonación o lenguaje estereotipado, “por ejemplo repetir frases de una serie o película de forma exacta y con idéntica entonación”.
2 Comunicación no verbal. A menudo tienen dificultades para seguir una conversación con normalidad: “no son capaces de respetar turnos de intervención o mantienen un contacto ocular esquivo, sobre todo con personas menos allegadas”.
3 Expresión emocional. No tienen un rango amplio o ajustado de expresión emocional. Les cuesta expresar cómo se sienten, salvo en casos extremos.
4 Causar molestias. Pueden resultar molestos para sus interlocutores, “porque cometen errores sin saberlo o invaden el espacio personal de los demás. Les cuesta regular su comportamiento, no es fácil para ellos comprender el efecto que causan”.
5 Empatía. En ocasiones carecen de “empatía cognitiva”, es cuesta mucho medir. A menudo sienten rechazo social que no saben gestionar, porque ni siquiera son conscientes de que lo pueden haber provocado ellos. Esto deriva en dolor e incomprensión e incluso en auto-aislamiento.
6 Interacción social. Pueden tener poco interés en otros niños o dificultades en la interacción. No saben cómo ofrecer consuelo. Quizá hagan preguntas incómodas o se comporten con demasiada familiaridad fuera de casa.
7 Inflexibilidad. Suelen ser inflexibles, les cuesta negociar, entienden mal los cambios y los imprevistos. Repiten patrones, siempre juegan de una misma forma. Les cuestan los juegos de imaginación, prefieren construir o colocar piezas. Por ejemplo, cuando en lugar de hacer una carrera de coches, los colocan en fila.
8 Gustos restringidos. Eligen sus temas favoritos y se convierten en especialistas. Sus intereses son muy concretos y esto les limita.
9 Rutinas. Están cómodos con rutinas repetitivas y rituales. A veces también realizan movimientos rítmicos y repetitivos, asociados a momentos de inactividad. Les relaja y es una forma de auto-regularse.
10 Sensibilidad. Pueden tener sensibilidad a estímulos sensoriales, “que les afecte mucho el ruido, que tengan el olfato muy desarrollado, que les molesten las luces fuertes, que tengan sensibilidad al tacto, por ejemplo que necesiten tocarlo todo”.
Irene Araujo tiene claro que “comenzar a ayudarles cuanto antes es fundamental, porque su calidad de vida puede mejorar muchísimo y también la de sus familias”. Cuanto antes se detecte “más tiempo tenemos para enseñarles en una edad de mayor plasticidad cerebral”.
Además, hay acceso a recursos públicos, como la atención temprana o a adaptaciones curriculares, siempre que se detecte esta necesidad”. Es importante formar e informar a los padres, “cuya colaboración resulta fundamental”. Y, aunque en la etapa infantil se avanza más “esto es algo se puede trabajar toda la vida, por supuesto también en la edad adulta”.