05 Dic La violencia machista invisible contra las mujeres mayores: “A menudo se justifica porque han vivido siempre así y les queda poco tiempo”.
Las expertas apuntan que estas mujeres se han educado en una cultura del secretismo y la obediencia o son dependientes económicamente, por lo que les resulta difícil hablar de los episodios de violencia.
2024. ElDiario.es
Norma Saldaña
Cada 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Sin embargo, hay un tipo de violencia que está oculta, que es invisible en algunos casos hasta para ellas mismas y la sociedad, porque ha sido normalizada, porque existen barreras para identificarla, porque muchas de las que la padecen no son conscientes o porque los profesionales del entorno no están lo suficientemente capacitados para detectarla. Es la violencia de género hacia las mujeres mayores. Si no se identifica, la prevención y erradicación pueden tornarse difíciles de alcanzar.
Dos estudios elaborados en España en 2019 por la Delegación de Gobierno para la Violencia de Género pusieron cifras. La macroencuesta sobre violencia hacia las mujeres, que se realiza cada cuatro años desde 1999, reveló que 25,5% de las mujeres de 65 o más años habían acudido a servicios de ayuda formal como consecuencia de la violencia física, sexual, emocional o miedo (VFSEM). La cifra se elevó de manera considerable cuando la misma entidad ejecutó un estudio, ahora, focalizado en las mujeres de más de 65 años que ya han pedido ayuda al Servicio telefónico de Atención y Protección a Víctimas de la Violencia de Género (Servicio ATENPRO). Ahí, el 78% de las mujeres encuestadas reconocieron haber sido agredidas físicamente por su maltratador.
Sin embargo, estas mujeres difícilmente llegan a denunciar a su agresor. “Cuando queremos hacer un análisis de cómo está la violencia en relación a las mujeres mayores nos tenemos que ir a datos objetivos, que son las denuncias, las llamadas a teléfonos de ayuda, las órdenes de alejamiento y los asesinatos”, enfatiza Mónica Ramos Toro, doctora en Antropología Social, geroantropóloga y coordinadora técnica del Grupo Social UNATE en Cantabria. Este 22 de noviembre un grupo especialistas en violencia de género y en personas mayores se han aliado para hablar de estas violencias en un encuentro internacional organizado por UNATE.
“Si la macroencuesta señala que el 6% de las mujeres mayores dicen haber sufrido violencia física, en la de ATENPRO sube al 70%; es decir, que cuando ves todos los tipos de violencia de esas mujeres [mayores] está totalmente disparado. Las que sí lo identifican y ya llaman al teléfono empiezan a decir ‘me controla el dinero, me controla con quien salgo, me ha insultado, me ha amenazado, me pega’, por ejemplo”.
En efecto, cuando la mujer mayor da el paso de pedir ayuda, los datos son otros. El estudio sobre las mujeres mayores de 65 años víctimas de violencia de género de 2019 arroja que el 78% de las encuestadas manifiesta que a lo largo de su vida el maltratador les ha propinado empujones; el 75% dicen haber sido abofeteadas; el 63% señala que ha sido golpeada con el puño o algún objeto; el 50% refiere haber recibido patadas o haber sido arrastrada por el suelo; el 44% ha sido amenazada con pistolas o cuchillos y el 30% revela que el maltratador intentó asfixiarlas o quemarlas.
Esas son las cifras más recientes. Hasta ahora no hay resultados publicados de 2023. No ha habido recursos, tiempo o interés para profundizar en una realidad, la de las mujeres mayores, que, según ese estudio que debió hacer saltar las alarmas cuando reveló que el 40% de las mujeres mayores maltratadas ha sufrido violencia por parte de su pareja o expareja durante más de 40 años y el 27 %, de 20 a 30 años. Habitar el infierno y que nadie vea las llamas.
¿Por qué la violencia de género hacia las mujeres mayores es invisible o está invisibilizada? Está invisibilizada, entre otras cosas, debido a factores estructurales que perpetúan dos tipos de discriminación: la de género y la marginación por edad, según las expertas. “Están invisibilizadas mucho más quizá que las violencias contra las mujeres en otros espectros de edad porque este cruce entre el machismo y el edadismo hace que se normalice mucho más”, considera Neus Pociello Cayuela, asesora del Gabinete de la Consejería de Igualdad y Feminismos de la Generalitat de Catalunya.
Los síntomas de esta violencia están en la cultura, son estructurales: “Está en el sistema y esto hace que, debido al edadismo, las redes familiares y los sistemas institucionales a menudo justifiquen esta violencia bajo la idea de que las mujeres ya son mayores, que han estado toda la vida así, que les queda poco tiempo y se refuerza esa normalización”, dice esta especialista. Esta realidad, añade, dificulta su reconocimiento.
El fenómeno de la violencia de género contra las mujeres mayores se investiga desde 2011, aproximadamente. Pero se ha hecho mayor eco de ella desde hace seis o siete años, explica Pociello Cayuela. Aunque a estos estudios aún les falta profundizar en una “mirada interseccional” que permita identificar la interacción de múltiples discriminaciones en una misma persona.
Las mujeres mayores se han educado en la cultura del secretismo, de callar, de que «los trapos sucios se limpian en casa». Por eso «socialmente cuesta entender que la violencia de género no es un problema personal sino social y político», dice una experta
Hay algunos de esos factores que se explican con la historia y con la cultura. En este país, a diferencia de los colectivos de mujeres jóvenes, “las mujeres mayores han vivido en un contexto de represión política, religiosa y social que lleva mucho tiempo en la sociedad”, observa Arantxa Núñez Alcaide, máster en Intervención en Violencia contra las Mujeres y experta en políticas y planes de igualdad.
Este grupo poblacional se ha educado en la cultura del secretismo, de callar, de que “los trapos sucios se limpian en casa”. Por eso, “socialmente cuesta entender que la violencia de género no es un problema personal sino social y político”, resalta Núñez Alcaide. “Quienes han sufrido esa violencia y esa discriminación durante todo su itinerario vital han generado menos resistencia y menos defensa. Han aprendido a obedecer primero al Estado, luego al padre, luego al marido y luego —en casos que vemos ahora de violencia de hijos a las madres cuando son mayores— por desgracia también a los hijos. Han pasado de obedecer de uno a otro”, abunda.
¿Qué impide a esas mujeres mayores salir de esa situación de violencia? Núñez Alcaide explica cómo ellas han desarrollado el rol de aguantar, se les dificulta contar a sus hijos los episodios de violencia por los que están pasando porque no quieren causar problemas. A veces perciben ese rechazo en su entorno. En otros casos, estas mujeres mayores son dependientes económicamente de sus parejas, no manejan el tema ni conocen sus derechos, lo que les impide denunciar, separarse o dejar la casa familiar.
Cuando llegan a denunciar, tras un largo trabajo de acompañamiento de las trabajadoras sociales, en ocasiones se encuentran con que el juez les dice que si ya han aguantado 60 años, solo esperen un poco más a que el agresor fallezca. Para Ramos Toro esto representa “una revictimización terrible”. En los casos analizados de mujeres mayores, el maltratador muchas veces está en una situación de dependencia y ellas no van a dejar de cuidarlo, no lo van a denunciar, no se van a separar, advierte Ramos Toro, pionera en la investigación de violencia hacia este grupo poblacional.
Cuando una mujer mayor se atreve a decir que está siendo violentada, aunque sea a profesionales de la salud, en muchos casos estos probablemente no han sido preparados para abordarla, opinan las expertas. “En el caso de las mujeres mayores, a veces tienes que atender al maltratador, a veces tienes que abordar a la familia, a veces el abordaje es más complejo y eso ni están preparadas las profesionales, porque no se les ha preparado para esa realidad porque no entienden que hay una especificidad en relación con mujeres mayores”, recalca Ramos Toro.
Las salidas para las mujeres mayores
Recientemente hay una ola que arrastra a múltiples sectores, hay más conciencia institucional que incluye a los municipios. En el caso particular de Cataluña hay cada vez más voluntad para aplicar una estrategia desde la insterseccionalidad para abordar los retos como son, especialmente, los sistemas de información y registro de los casos de violencia. “Transformar estructuras es largo, pero hay que arremangarse y empezar”, anima Neus Pociello Cayuela, que participará este viernes en Santander en una jornada específica sobre este problema.
En el ámbito legal, solo hay una herramienta que obliga a los estados a velar por los derechos humanos de las personas mayores, pero que únicamente es vigente para las Américas —la Convención Interamericana sobre Derechos Humanos de las Personas Mayores—.En España, por ejemplo, “hay compromisos de voluntad, pero no de pasar a la acción”, lamenta Pociello. Y a la vez cuestiona: “¿Estamos teniendo en cuenta a las mujeres mayores? ¿Hemos contado con las entidades que trabajan más o que están formadas por mujeres mayores para definir esta política, este servicio, esta campaña de sensibilización?”.
Ramos Toro aboga por acompañar a las mujeres mayores víctimas de violencia de género en un proceso que ellas sientan mayor bienestar. Y, además, formar a profesionales que detecten y generen un vínculo con ellas en el que se busque un espacio de bienestar. “Tenemos que entender que tampoco tenemos que ir de salvadoras, sino que ellas visibilicen que lo que les pasa les genera mucho malestar”. Se requiere, añade, que ellas sean conscientes de que la indefensión aprendida es normal, que normalizar la violencia es lo más normal y que no tienen que sentirse avergonzadas.
Núñez Alcaide aboga por visibilizar las violencias machistas más ocultas y ponerlas en palabras de quienes las padecen o de lo contrario “no lo van a ver”. “Que sean ellas quienes hablen”, dice. Pero también da un paso adelante y reclama la reparación del daño. A su juicio, la sociedad tiene una deuda grandísima con las mujeres mayores: “Lo que han hecho por la vida y por los cuidados, es un elemento muy importante… porque son víctimas, pero son supervivientes también de muchas cosas”, subraya.
Es para agitar estos silencios que el Grupo Social UNATE, una entidad especializada en los derechos humanos de las personas mayores que trabaja desde Cantabria, organiza el encuentro internacional ‘La violencia de género contra mujeres mayores: nombrar lo invisibilizado’, que se celebrará este viernes 22 de noviembre a las 18.00 horas y al que se puede acudir de manera presencial o en línea. La jornada contará con la presencia vía streaming desde Nueva York de Silvia Federici, escritora, profesora y activista feminista italo-estadounidense, así como de la Colectiva Sobrevivientes de Feminicidio, que participará desde México. En Espacio Magallanes (calle Magallanes, 6, Santander) estarán Mónica Ramos Toro, Neus Pociello Cayuela y Arantxa Núñez Alcaide.
Este mismo viernes, estas entidades sin ánimo de lucro lanzan ‘El Violentómetro’, una herramienta construida por mujeres mayores de Santander para que otras mujeres como ellas identifiquen con claridad qué es violencia en las relaciones de pareja. El Violentómetro ha sido traducido a lenguaje audiovisual por parte de las mujeres que lo redactaron en un vídeo impactante que interpela directamente a las mujeres mayores que sufren violencia de género. Si todo sale bien, algunas capas de invisibilidad deberán pasar a ser historia.