LA VERDADERA EDAD DE LOS CENTENARIOS

LA VERDADERA EDAD DE LOS CENTENARIOS

Según el mito fundacional, Juan Ponce de León descubrió Florida mientras estaba buscando «la fuente de la juventud», un manantial de aguas curativas que, al parecer, el conquistador castellano esperaba descubrir en el Nuevo Mundo. Las fuentes rejuvenecedoras ya habían sido mencionadas incluso en el Romance de Alexandre, donde se glosaban las hazañas de Alejandro Magno, y hasta Herodoto atribuía la excepcional longevidad de los etíopes a unas aguas que bebían a escondidas.

«No hay materia tan cubierta de engaño, falsedad y fraude deliberado como los extremos de la longevidad humana», solían advertir las ediciones antiguas del Libro Guinness de los récords. Los editores estaban hartos de publicar falsos récords de edad. Pero siempre ha sido así. El adivino griego Tiresias alcanzó los 600 años, aunque esto es fácil siendo un personaje mitológico. Adán, con sólo 930 años, se vio humillado por los 969 de Matusalén. Aún antes, un rey sumerio dijo haber cumplido los 72.000 años.

Con el envejecimiento de la población y el aumento de los estudios gerontológicos, los registros documentales se han puesto mucho más serios. Y la realidad es que sólo hay 70 casos demostrados en la historia de personas que hayan alcanzado los 114 años. De ellos, sólo 25 alcanzaron los 115 años, y sólo 10 llegaron a los 116. La única persona que, demostradamente, ha pasado la barrera de los 120 es Jeanne Calment.

La esperanza media de vida sigue aumentando actualmente en los países occidentales a un ritmo de unos dos años por década. La principal razón son los avances en el tratamiento del infarto. Estas técnicas son muy costosas, y también imperfectas, porque no suelen devolver al paciente la calidad de vida que tenía antes del ataque. Para los especialistas se trata de una situación poco sostenible. Todos coinciden en que el futuro necesita un fuerte componente de medicina preventiva: evitar los infartos, por ejemplo, sería mucho más eficaz que curarlos.

La investigación de la longevidad está en esa línea. Lo estaría incluso si no alargara la vida y se limitara a mejorarla mientras dure. El centro lógico del envejecimiento lo es también del desorden metabólico, del sobrepeso, de la diabetes y, a través de ella, de los daños cardiovasculares y otros jinetes del apocalipsis. Abrir un nuevo flanco en estas servidumbres de la edad no es como descubrir Florida, pero no deja de ser una conquista.

http://www.elpais.com/articulo/reportajes/formula/juventud/elpepusocdmg/20090315elpdmgrep_1/Tes



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