09 Sep La soledad no deseada: ¿se trata suficiente en los medios de comunicación?.
Ya denominada como «la epidemia del siglo XXI», la soledad no deseada afecta a la salud y a la mortalidad y hace mella, sobre todo, en nuestros mayores.
Diana Arrastia
Existen muchos tipos de soledades. Unas son mejores y otras peores. Por ejemplo, cuando la elegimos, la soledad resulta enriquecedora y favorable para nuestro desarrollo personal. Pero, cuando nos la imponen, la cosa cambia radicalmente. No es lo mismo querer estar solos que sentirnos solos. La diferencia es clara: la soledad deseada la marca el individuo, la no deseada es ajena y circunstancial. Por eso, no tiene nada que ver, vivir solo con estar solo o en aislamiento social (se tienen mínimos contactos con otras personas) o sentir soledad no deseada: la percepción de que nuestras propias necesidades sociales no están cubiertas, ni en cantidad ni en calidad, por las relaciones sociales que tenemos. O dicho de otra manera: sufrimos soledad no deseada –ya apodada como ‘la epidemia del siglo XXI’– cuando las relaciones que tenemos son menores y peores que las que desearíamos. Y esto es algo que afecta, en mayor medida, a las personas mayores.
Este fenómeno creciente está provocado, sobre todo, por el aumento de hogares unipersonales y nuevos tipos de familias, pero nunca es monofactorial y por eso intervienen otra serie de circunstancias como pueden ser el descenso de la natalidad, la tendencia a relaciones personales cada vez menos duraderas, el paro o la precariedad en el empleo y hasta la frenética vida en las grandes ciudades.
En España, cada vez es más frecuente encontrar noticias en los diarios sobre las relaciones interpersonales, la soledad y el problema social y de salud que implica. Así lo revela el informe Impacto de la soledad en los medios de comunicación del Observatorio Ciudades que Cuidan de Fundación Mémora, en colaboración con Fundación La Caixa, que analiza la repercusión de la soledad no deseada en los medios de comunicación, a partir de la revisión de 187 artículos y noticias publicados en prensa digital y en papel entre septiembre de 2019 y octubre de 2020.
Crecen lo hogares unipersonales
Los artículos consultados apuntan a que más del 19% de la población supera los 65 años, y los hogares unipersonales en España aumentan cada vez más, sobre todo entre las personas de este grupo de edad, y de forma más marcada en mujeres de más de 80 años y de nivel educativo bajo. En mayores de 85 años, el porcentaje de mujeres que viven solas llega al 42,7% y el 22,9% del total de mayores de 65 años sufre soledad. Sin embargo, hay pocos datos oficiales que ofrezcan una imagen de las personas mayores que viven en situaciones de soledad no deseada y de las que mueren en estas circunstancias. El informe revela, por lo tanto, la necesidad de un registro unificado y oficial del número de personas que viven situaciones de vulnerabilidad originadas por escenarios de aislamiento y soledad no deseada.
Y es que este fenómeno no es una situación puntual o algo que un individuo escoge por propio antojo, sino un fenómeno complejo que se ha convertido en un problema social y en un gran reto actual. A pesar de ello, sobre todo en el caso de las personas mayores, la problemática parece ser invisible a los ojos de la sociedad, aunque los datos la hagan más que evidente. En la revisión documental que ha realizado el Observatorio Ciudades que Cuidan de la Fundación Mémora, se ha encontrado un 52,4% de artículos dedicados a hablar sobre la soledad, sus causas, consecuencias y porcentajes de personas mayores que viven solas; un 9,6% que ofrecen noticias sobre el hallazgo de personas mayores fallecidas solas en su domicilio; y un 38% referidos a planes e intervenciones, o propuestas de actuación que se implementan en diferentes puntos de España.
Una cuestión de salud pública
Y si la soledad no deseada ya era un tema recurrente en los medios de comunicación, y de forma diaria, muchos de los artículos consultados reflejan, además, el impacto que ha tenido la pandemia del COVID-19 en este terreno, que ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de las personas mayores. Precisamente, para mantenerlas a salvo, se las aisló y privó de la compañía, del contacto con otras personas, de socializar… Nuestra cultura se rige por la proximidad física, y ese valor se ha convertido en un multiplicador del riesgo.
En cualquier caso y situación, la soledad no deseada tiene graves consecuencias para la salud. Además de afectar al bienestar psicológico de las personas, se asocia con peores niveles de salud, tanto física como mental, y mayor riesgo de mortalidad, lo que, en las etapas finales de vida, implica una peor calidad de vida y un elevado riesgo de morir en soledad. Es fácil recordar alguna noticia sobre una persona mayor encontrada en su hogar que había fallecido. Por eso, la Organización Mundial de la Salud considera la soledad no deseada una cuestión de salud pública, porque puede tener efectos importantes en la salud de las personas: deterioro cognitivo, depresión, pérdida de movilidad, enfermedades cardiovasculares y mortalidad temprana.
Una responsabilidad de sociedad e instituciones
Para hacer frente a este problema es necesaria una mirada multidisciplinar. La solución tiene que venir por parte de instituciones públicas, pero también hay que concienciar e involucrar al resto de personas. La sociedad actual marcada por las nuevas tecnologías, que nos aíslan, y los individualismos debe virar hacia el cuidado a los demás. Atajar el problema es una responsabilidad conjunta.
La Organización Mundial de la Salud considera la soledad no deseada una cuestión de salud pública
Si en otros países el problema de la soledad no deseada se trata seriamente –Reino Unido creó en 2018 del Ministerio de la Soledad–, en España falta camino por recorrer, sobre todo, a la hora de empoderar a la ciudadanía para impulsar un cambio estructural. Por suerte, cada vez es mayor el número de instituciones y entidades dedicadas tanto a la investigación y estudio de este fenómeno, como a la creación de proyectos e intervenciones de ayuda a personas mayores para paliar las consecuencias de vivir en soledad. Los proyectos existentes son de diferentes tipos: los que actúan como radares comunitarios, planes y programas de la administración pública, intervenciones de entidades sociales y de voluntariado, y proyectos tecnológicos.
En este punto intervienen muy activamente Mémora y su Fundación, a través de su Observatorio y en el marco de su proyecto Ciudades que Cuidan, aportando soluciones desde la visión y conocimiento de expertos.