29 Jul La soledad ataca a la mayoría de las personas con más de 60 años.
Un 68% de los usuarios de centros de mayores dice sentir una sensación de aislamiento, ya sea social o emocional, según un estudio de la Fundación La Caixa.
Doménico Chiappe
En la primera escalera de un edificio de clase media alta vive en soledad un hombre de setenta años que quedó viudo hace seis. Hace un par de meses, había quedado con unos albañiles para una chapuza casera, pero no atendía el timbre, algo inusual. El portero de la finca hizo uso de las llaves que él le había dejado para emergencia, después de llamar a su hija, que no vive en la misma ciudad. El hombre estaba tendido en la cama, en mal estado de salud, y los servicios sociales se hicieron cargo de su caso. En la escalera de al lado de la misma comunidad, vive otro viudo, que da de comer a las palomas en el patio interno para desconcierto de sus vecinos. Tiene fama de malhumorado y solitario. Uno y otro no tienen más relación que un educado saludo en las zonas comunes, si coinciden. Son personajes habituales en cada calle.
Al primero le gusta pasear a su perro y al segundo, invitar a una caña a una pareja de alcohólicos del barrio. Ambos son parte de los dos millones de personas mayores de 65 años que viven solas en España, según datos del INE en 2019, un dato demográfico con pocas variaciones año tras año. En sus hogares anida la soledad, «una realidad extendida y compleja, que nos interpela a todos como sociedad», dice Cristina Segura, directora del programa de Personas Mayores de la Fundación La Caixa, que ha presentado el estudio ‘La soledad en las personas mayores’, basado en la situación de 14.832 usuarios de los centros de mayores de la obra social, de los que dos de cada tres eran mujeres. De ellos, la tercera parte vive solo.
En estos centros de mayores hay una «alta prevalencia» de esa sensación. Un 68% de los entrevistados -todos mayores de 60 años- dice sentirla. El 53% de forma «moderada», una décima parte de forma «grave» y un 4,5% «muy grave». «La soledad afecta a hombres y mujeres de forma similar aunque con características diferenciadas: la soledad emocional es un 5% mayor en mujeres que en hombres, mientras la soledad social es un 1,6% mayor en hombres que en mujeres».
«La soledad es algo que nos acompaña en la vida a todos en menor o mayor medida», reflexiona Javier Yanguas, director científico del programa de Personas Mayores de la Fundación La Caixa y coordinador del estudio. «Hay dos tipos de variables que determinan la soledad. Están las intrínsecas como la personalidad, las expectativas, nuestros juicios, funcionamiento emocional, como es nuestro afrontamiento, y están las extrínsecas, como tener una enfermedad, la jubilación o la pérdida de seres queridos».
Pero ambos géneros son víctimas del sentimiento de estar solos. «El 66,2 % de los hombres y el 69,4 % de las mujeres sufren soledad, pero la manera de experimentarla y vivirla tiene algunos matices», explica el estudio. «La soledad de los hombres se caracteriza por un déficit relacional focalizado en la ausencia de personas con las que relacionarse (conexión social), y especialmente en una falta de relaciones de confianza. Por otro lado, la soledad de las mujeres añade sentimientos de vacío y abandono, como matices esenciales de una soledad más compleja». Y son ellas las que más viven solas, el 73% del total de los que habitan sin compañía son mujeres, y con más de 85 años, el 42% de ellas viven solas, por el 21% de los hombres.
Estado civil
La sensación de aislamiento puede ser de dos tipos, según el informe coordinado por Javier Yanguas. Uno, la «soledad social», que implica «falta de conexión social y relaciones de apoyo», y la segunda, la «soledad emocional», en la que la persona tiene sentimientos de abandono, vacío y ausencia de personas queridas, y que va en aumento con los años. Las personas viudas son las que experimentan mayor soledad. Más incluso que los solteros y los divorciados. Los casados son los que se sienten más acompañados, y sufren un 10% menos de soledad que los que han enviudado. «Esto refleja el papel relevante de las pérdidas, tanto en el envejecimiento en general como en las personas en situación de soledad en particular».
La soledad, paradójicamente, es sentida de igual manera por los que viven solos o acompañados, sin que exista un «patrón definido por los modos de convivencia». Pero no debe confundirse la independencia elegida por una persona mayor que quiere vivir en su propia casa como único habitante y la del que está aquejado de soledad. «Una cosa es vivir solo y otra sentirse solo», sostiene Yanguas. «Una cuestión es objetiva (con quién vivo), pero la soledad, en cambio, es subjetiva (emocional/sentimiento). Aunque el vivir solo y el sentirse solo están relacionados son cuestiones diferentes. De hecho todos tenemos experiencia de estar solo y sentirnos acompañados; y de estar acompañados y sentirnos solos. El vivir solo puede ser una opción e incluso una conquista, pero a determinadas edades, o cuando se es frágil o vulnerable, ese vivir solo puede acrecentar nuestros sentimientos de soledad«.
De hecho, todos los encuestados son usuarios frecuentes de los centros de mayores. No obstante sí se ha encontrado una relación entre la percepción del «sentido y significado» de la propia vida con la sensación de soledad. Los que se muestran «satisfechos con su vida» (65%) tienen menos propensión a ese aislamiento.
«Existe una alta correlación inversa entre la satisfacción vital y la soledad, de tal manera que incidir en el desarrollo personal en la vejez puede mejorar la vivencia de la soledad», afirman los autores del estudio presentado hoy. También disminuye la soledad emocional entre las personas con más formación.
https://www.diariovasco.com/sociedad/soledad-ataca-mayoria-20200723133557-ntrc.html