04 Jul ¿La sal yodada es buena para las personas mayores?
El yodo es un mineral, un micronutriente esencial, que nuestro organismo no produce por sí mismo.
MARIOLA BÁEZ
La sal es un condimento habitual en la cocina mediterránea. Aparte de sus propiedades culinarias, no hay que olvidar que, como señala la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (@sociedadSEEN), es nuestra fuente principal de sodio, un elemento esencial para el buen funcionamiento del organismo, pero que en exceso puede resultar prejudicial, incidiendo en el agravamiento de enfermedades como la hipertensión o la arteroesclerosis.
Se ha hablado mucho de los beneficios que puede suponer, en una dieta saludable, sustituir la sal común por la sal yodada. En este sentido, conviene aclara que, en cualquier caso, sigue siendo sal marina común, que siempre hay que tomar con moderación para evitar patologías que pueden afectar especialmente a las personas mayores, como recuerda la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (@Seggeriatria).
La sal yodada y las enfermedades de tiroides
Al igual que el sodio, el yodo es un nutriente que nuestro cuerpo requiere en su justa medida. Juega un papel fundamental a la hora de lograr que la glándula tiroides realice sus funciones correctamente. Mantener los niveles adecuados de yodo es esencial para que la glándula genere hormonas específicas, que intervienen en procesos vitales tan importantes como el control de nuestra temperatura corporal, el ritmo cardiaco o la correcta absorción de las vitaminas.
El yodo es básico en la producción de esas hormonas y en su mayor o menor presencia en el organismo. Si es excesiva, hablamos de hipertiroidismo, y si resulta insuficiente, nos enfrentamos a un caso claro de hipotiroidismo. Cualquier alteración del equilibrio hormonal puede ser origen de distintas enfermedades, incluyendo el cáncer de tiroides, como apunta la Asociación Española Contra el Cáncer (@aecc_es).
Para que te hagas una idea, la cantidad de yodo que necesitamos ingerir a diario oscila entre los 80 y los 200 microgramos. Es una dosis pequeña, que puede obtenerse fácilmente a través de una dieta en la que no falten los alimentos de origen marino, como pescados y algunos mariscos (también las algas son ricas en yodo).
En ocasiones, cuando estos alimentos no se toman en cantidades suficientes y el organismo manifiesta un déficit de yodo, la sal yodada puede ser una excelente opción para alcanzar los niveles deseables de este mineral. Sin embargo, lo ideal, especialmente en el caso de las personas mayores, es que sea un médico quien la recomiende una vez comprobado, mediante una analítica, que su ingesta es adecuada (o necesaria) para corregir la carencia detectada.