31 May La renaturalización de los patios escolares tiene beneficios cognitivos, psicológicos y físicos.
Si los centros educativos y sus patios se transformaran en pequeños oasis en medio de la ciudad, incrementando el verde urbano «se podría garantizar el acceso libre y equitativo al verde de toda la población, especialmente de la franja más vulnerable o de renta baja».
ABC Familia
La crisis sociosanitaria desatada por la Covid-19 ha acelerado la puesta en marcha de procesos, cambios y estrategias en ámbitos como la educación, la salud o el medio ambiente. Además, ha acrecentado la conciencia política y social de la necesidad de espacios abiertos y del contacto directo con el aire libre.
«En la escuela, la ampliación de aulas para conseguir grupos reducidos y estables de alumnos ha obligado a mirar más allá del edificio escolar para sumar metros cuadrados de espacios educativos ganados al patio, a la calle, a la plaza o al parque. Por ello, cada día son más las administraciones autonómicas y locales que apuestan por la revisión de las infraestructuras educativas y su espacio exterior para sumarlo a la infraestructura verde de sus ciudades», afirma Mamen Artero Borruel, miembro del colectivo de arquitectos El Globus Vermell, cuyo objetivo es empoderar a las personas en la creación de entornos construidos más sanos y sostenibles.
El Globus Vermell, con el apoyo de Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, la Consejería de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid y el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, organiza los próximos 12 y 13 de mayo las jornadas gratuitas ‘Renaturalización de Espacios Educativos’. En el amplio programa de actividades de las jornadas se incluyen ponencias, formaciones, la inauguración en el Huerto de El Retiro de la exposición “Renaturalizar la escuela, naturalizar la ciudad” y la presentación de proyectos piloto de renaturalización de escuelas.
Las jornadas se enmarcan dentro del proyecto divulgativo Patios x el clima, que en línea con los objetivos nacionales para la lucha contra el cambio climático está destinado a potenciar la sostenibilidad y a proporcionar herramientas para su mitigación y adaptación desde los centros educativos a través de la transformación de sus espacios exteriores. «Las evidencias científicas que avalan los beneficios que conlleva el incremento del verde en la ciudad, y más concretamente en los centros educativos, son múltiples. El contacto diario y el desarrollo de la vida en entornos naturalizados permite la conexión de los niños con su naturaleza, lo que conlleva beneficios cognitivos, psicológicos y a nivel de salud física, pero también en materia de igualdad de género y en la toma de conciencia a nivel comunitario y medioambiental», asegura Artero Borruel.
La arquitecta reconoce que la complejidad de la renaturalización de los espacios educativos «radica en que son proyectos transversales donde están implicadas diversas áreas: educación, urbanismo, medioambiente, etc.». Sin embargo, señala que ya son «muchos y diversos» los proyectos que se están desarrollando. En ese sentido, destaca como “caso paradigmático” el que está llevando a cabo la Dirección General de Cambio Climático y Educación Ambiental del Gobierno de Aragón: «Inspirada en el programa “Patios x Clima”, Aragón está promoviendo una campaña de sensibilización para fomentar en sus colegios públicos el rediseño de los patios y espacios escolares de manera participativa con el objeto de renaturalizarlos, mejorando su diseño hacia la sostenibilidad; así como su función pedagógica para la mitigación y adaptación de los efectos del cambio climático en los entornos de los colegios».
Un primer paso para las ciudades más sostenibles
Desde Patios x el Clima se observa a los patios escolares como un primer escalón para conseguir ciudades más sostenibles. «El contacto con la naturaleza y el acceso a la infraestructura verde de la ciudad debería ser considerado un derecho fundamental de la población, al igual que hoy lo es la educación. Estudios varios hablan de los beneficios que reporta en materia de salud la presencia de vegetación en nuestras ciudades y la exposición diaria a la misma. Por ello, el conjunto de centros educativos se presenta como una oportunidad para incrementar los metros cuadrados naturalizados de nuestras ciudades», argumenta Mamen Artero Borruel.
Desde la organización de las jornadas se recuerda que el marco legal que actualmente regula las construcciones educativas en España es el Real Decreto 132/2010, de 12 de febrero, por el que se establecen los requisitos mínimos de los centros que imparten las enseñanzas del segundo ciclo de la educación infantil, la educación primaria y la educación secundaria. En el mismo, se establece que la superficie de los patios de recreo no puede ser en ningún caso inferior a 900 metros cuadrados.
«Esto nos permite presuponer que en la ciudad tenemos una reserva de espacio al aire libre por cada centro escolar, repartida equitativamente según la densidad de población de cada zona y susceptible de convertirse en zona verde al servicio de la comunidad local», afirma la experta, que considera que si los centros educativos y sus patios se transformaran en pequeños oasis en medio de la ciudad, incrementando el verde urbano a disposición de la ciudadanía, «se podría garantizar el acceso libre y equitativo al verde de toda la población, especialmente de la franja más vulnerable o de renta baja».
Además de este beneficio evidente, Artero Borruel recuerda que el contacto con el medio natural, social, cultural en el que vivimos es «básico para enriquecer la experiencia educativa y la evolución de nosotros como sociedad». En ese sentido, en su opinión, en un contexto marcado por los retos derivados de la crisis climática, el contacto directo con entornos verdes puede favorecer la toma de conciencia y la estima de la población hacia la naturaleza.
«Amamos aquello que conocemos, cuidamos aquello que amamos. Podríamos ampliar el concepto “conocer”. Conocemos, aprehendemos aquello que es significativo para nosotros, aquello que experimentamos, olemos, tocamos, sentimos, compartimos… Por eso hay que permitir el desarrollo del ser en entornos naturales llenos de experiencias significativas, lo que implica seguir trabajando desde las administraciones para permitir estos nuevos escenarios», concluye.