17 Dic La pobreza afecta a uno de cada tres niños españoles.
Los niños son personas que, por sí solas, no pueden hacer nada para salir de una situación que en ocasiones viene impuesta por circunstancias familiares y comunitarias.
Santiago Cambero Rivero
La literatura científica que estudia la persistencia del desempleo y de la pobreza concluye que cuanto mayor es su duración más difícil resulta salir de ellas. Esa falta de empleo, de ingresos o de seguridad económica es más dañina cuando se cronifica. Si esas carencias persisten de generación en generación, la dinámica societaria se traduce en una alta correlación entre las rentas de progenitores y descendencia, y en una menor movilidad social de los estratos de bajo nivel socio-económico.
Pobreza estructural
En 2008, la OCDE analizó la persistencia de la pobreza en países ricos y, en 2016, la Comisión Europea abordó este fenómeno mediante el indicador AROPE demostrando que en países como España alcanzaba el 27,9% de la población total en riesgo de pobreza y/o exclusión social, siendo en la mayoría de los episodios de corta duración y sólo una pequeña parte de la población quedaba atrapada en la pobreza crónica y estructural.
Nuestro país destacaba por ser aquel en el que más población había pasado alguna vez por una situación de necesidad económica y también por registrar una mayor tasa de reincidencia. Más de 4 de cada 10 españoles vivían al menos durante un año con ingresos por debajo del umbral de la pobreza, el doble que la media europea. Prácticamente la mitad de ellos conseguía salir de esa situación, pero volvía a caer en ella al poco tiempo, mientras que en Alemania, Francia, el Reino Unido o Portugal eso le sucedía sólo a un tercio.
Antes de la crisis, el riesgo de pobreza crónica en España estaba en la media europea, por encima de Alemania y Dinamarca. Sin embargo, los últimos datos muestran que la crisis frenó en seco las posibilidades de salida de la pobreza, mientras que las de entrada no paraban de crecer. Como consecuencia, entre 2008 y 2016 el riesgo de pobreza crónica de las familias españolas se duplicó, como ilustran el Informe sobre bienestar económico y material del Observatorio Social de «la Caixa».
La realidad emergente es la transmisión intergeneracional de la pobreza, que manifiesta que el nivel educativo de los progenitores y la frecuencia de problemas económicos durante la adolescencia de los hijos son variables principales para heredar la pobreza. En definitiva, crecer en un hogar pobre aumenta las posibilidades de ser pobre también en la edad adulta, con las consecuencias de desestructuración familiar, marginación y exclusión social.
Pobreza infantil en España
La pobreza infantil afecta a 1 de cada 3 niños en España, con 2,2 millones de menores en riesgo de pobreza según el indicador AROPE.
España tiene una de las tasas de riesgo de pobreza infantil persistente más altas (1 de cada 5 menores), y se encuentra entre los países en los que la brecha en pobreza persistente entre población infantil y adulta es mayor, conforme al Alto Comisionado para la lucha contra la pobreza infantil.
La pobreza infantil es un fenómeno complejo. Los niños son personas que, por sí solas, no pueden hacer nada para salir de una situación que en ocasiones le viene impuesta por circunstancias familiares y comunitarias.
Incidencia de pobreza infantil
La Convención Internacional sobre los Derechos del Niño (1989) contempla como principios básicos la no discriminación, el interés superior del niño, el derecho a la vida, la supervivencia y desarrollo y la participación infantil. Se reconoce que los niños son individuos con derecho de pleno desarrollo físico, mental y social, y con libertar para expresar sus opiniones. Para lograr tales fines es necesario accionar iniciativas de oportunidades y capacidades de la infancia para salir del círculo hereditario de la pobreza.
La incidencia de la pobreza infantil es más elevada en países que presentan las siguientes características, según el SIIS-Centro de Documentación y Estudios:
– Tasas elevadas de pobreza para el conjunto de la población y, especialmente para los grupos con mayores tasas de fecundidad, como los inmigrantes;
– Sistema deficitario de políticas de apoyo a las familias y/o de un sistema de garantía de ingresos orientado al conjunto de la población;
– Tasas elevadas de desempleo, especialmente femenino, y/o un modelo productivo que prima el empleo de bajos salarios, con tasas de pobreza laboral elevadas.
A pesar de los avances hacia la dignificación infantil, aún persisten situaciones de desigualdad e injusticia social que afectan a millones de niños. Hay países que se encuentran más retrasados que otros en la obligación de dar a los derechos de la infancia su importancia institucional y civil. Incluso hay regiones y países donde ciertos avances de protección y defensa de la infancia parecen estar en peligro de retroceso debido a las amenazas que suponen la pobreza, los conflictos bélicos o las epidemias.
La pobreza infantil tiene también efectos a nivel físico, pues ralentiza el crecimiento y dificulta el aprendizaje. Normalmente relacionamos pobreza con carencias o privaciones. Sin embargo, va más allá, puesto que trae aparejada otra serie de procesos no solo económicos, sino también sociales, que condicionan la existencia individual.
Así, la pobreza es contraria al desarrollo humano, es desigualdad y exclusión social. En el caso de la infancia, resulta necesariamente grave que esta no tenga posibilidades de optar a unas condiciones de vida digna que marcará su futuro para siempre.
Retos posibles
España ocupa el puesto 21 en la clasificación global de los 41 países de la OCDE en materia de bienestar infantil. Sin embargo, se sitúa por debajo de la media en los objetivos de empleo y crecimiento económico, y de lucha contra la pobreza y reducción de la desigualdad.
De los análisis sobre la pobreza infantil en España se destaca lo siguiente:
– Pobreza infantil monetaria, alimentaria, residencial, energética, educativa, sanitaria, etc.
– Desigualdad de oportunidades, pues niños y niñas con las mismas capacidades vivirán realidades distintas que determinen su futuro adulto.
– Infancia como grupo etario que más sufre los efectos de crisis económicas y recortes en ayudas sociales.
– Crecimiento veloz de la pobreza severa en los hogares con menores.
En España se pretende, desde la aprobación de la Estrategia nacional de Prevención y Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social 2019-2023, cubrir las necesidades de la ciudadanía, especialmente de las personas más vulnerables.
Este compromiso incluye desarrollar el Estado de Bienestar teniendo en cuenta su sostenibilidad para responder a los retos sociales utilizando los mecanismos del sistema de protección social.
Esta Estrategia aborda de forma transversal dos asuntos fundamentales como son la protección de la infancia y la protección de las familias. El Gobierno de España ha mostrado su compromiso para luchar contra la pobreza infantil, focalizándose en mejorar los modelos de intervención social, reforzando los programas que fortalezcan las capacidades de las familias.Con ellos aspira a prevenir las situaciones de desventaja social que vive la infancia y romper el ciclo de transmisión generacional de la pobreza y la exclusión social.