La ludopatía oculta de las mujeres: «La sociedad no te permite que tú seas la causante del problema».

La ludopatía oculta de las mujeres: «La sociedad no te permite que tú seas la causante del problema».

Las mujeres que dicen apostar ‘online’ se ha multiplicado por cuatro en tan solo dos años.

Pablo Rodero

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Todo empezó con una pequeña apuesta a un partido de fútbol con los compañeros de trabajo. A sus 46 años, Ana -nombre ficticio- nunca había entrado en un bingo ni en una casa de apuestas, no era jugadora habitual de loterías: «Jamás me había llamado el juego hasta ese año -2020-«.

En solo unos meses, su vida se convertiría en una vorágine de apuestas, malas rachas, insomnio y deudas, deudas cada vez más inasumibles adquiridas a través de páginas web de micropréstamos. El único grupo de terapia específicamente de mujeres ludópatas de toda España ha sido, finalmente, su salvación.

Su problema, como el de tantos otros, comenzó en el confinamiento. «Estuve en casa con una operación de rodilla y prácticamente no me podía mover», relata en una conversación telefónica. «Sentía aburrimiento y hastío por la situación familiar que teníamos, con una madre con deterioro cognitivo, el reciente fallecimiento de mi padre, un cúmulo de situaciones que se juntaron con la pandemia y me encerré en mi misma, ahí me quedé».

Conocía las webs de apuestas deportivas y empezó a jugar online. «Al principio, muy bien porque gané, me dije: ‘Uy, esto es maravilloso'», recuerda. «No tuve más ocurrencia que seguir jugando, fue mi perdición. Llega un momento que empiezas a usar tu tarjeta de crédito y, al final, pues se te empieza a ir de las manos».

«Sentía aburrimiento y hastío por la situación familiar que teníamos, con una madre con deterioro cognitivo, el reciente fallecimiento de mi padre, un cúmulo de situaciones que se juntaron con la pandemia y me encerré en mi misma»

Aunque aún no existen datos consolidados de los efectos del confinamiento y la pandemia en la adicción al juego, la tendencia que se venía registrando era de un aumento vertiginoso del juego, especialmente el online, en los últimos años.

Si en 2015 apenas un 2,7% de españoles decían haber jugado online con dinero en los 12 meses precedentes, la cifra se había más que duplicado en solo cuatro años, con un 6,7% afirmándolo en 2019, según datos de la última Encuesta sobre Alcohol y Drogas en España (Edades) elaborada por el Ministerio De Sanidad.

Si nos centramos en los datos referentes a las mujeres, las jugadoras de apuestas online pasaron de ser prácticamente inexistentes en 2017, con un 1% de prevalencia, a multiplicarse por cuatro, hasta un 4% en 2019. Acompañado a ese aumento del juego, también viene el de la adicción y la ludopatía femenina es un fenómeno que crece en la oscuridad, oculto tras el estigma que sufren las mujeres que lo padecen.

La acogida

Ana pasó de las apuestas deportivas a los slots -tragaperras online- y de ahí a solicitar microcréditos, confiando en que llegaría una buena racha que le haría recuperar lo perdido, hasta que un día asumió que no podía controlar la situación. «Se lo dije a mi pareja y con mi pareja concertamos una reunión con mis hermanos. Nadie se lo esperaba», afirma.

No es lo más habitual en los casos de ludopatía femenina, pero sus familiares le prestaron todo el apoyo, le ayudaron a asumir las deudas y concertaron una cita en la Asociación de Jugadores Patológicos Rehabilitados de Valladolid (Ajupareva).

Cuando un nuevo paciente llega a Ajupareva, un voluntario ya rehabilitado que tenga un perfil similar lleva a cabo el proceso de acogida. Básicamente, relata al recién llegado su propia historia con el fin de crear un clima de confianza y empatía que haga que se desahogue. En su caso, la persona que hizo la acogida fue María Jesús Escudero, de 49 años.

La pesadilla de María Jesús comenzó hace 16 años y su perdición fueron las tragaperras. También fue un deseo de evadirse de la realidad lo que le llevó a jugar de manera compulsiva, algo que nunca antes había hecho.

«A mi me ha gustado jugar siempre, pero empecé a jugar compulsivamente cuando primero no podía quedarme embarazada y segundo diagnosticaron a mi padre un cáncer de colon terminal», recuerda ahora, desempeñando el cargo de secretaria de Ajupareva. Aunque plenamente recuperada, no ha vuelto a jugar ni siquiera al UNO o al dominó con su hijo.

«En cualquier momento, en el punto y hora que mi marido se quedaba con el niño yo salía de casa y me iba a jugar, me daba igual mañana, tarde o noche», declara María Jesús. «Yo sabía que tenía un problema, pero no me atrevía a pedir ayuda ni era capaz de dejarlo sola. Siempre que iba para casa decía: ‘Ya no juego más’. Pero, al día siguiente, los pies me llevaban para el bar y para la máquina».

Su momento de ruptura no fue por decisión personal. Cuando se quedaba sin dinero para jugar, empezaba a robárselo a su entorno familiar. Su suegra lo detectó y alertó a su marido y ella no quiso seguir mintiendo. «Esa misma noche, no vinimos a Ajupareva».

La terapia

Uno o dos días después del proceso de acogida, los pacientes realizan su primera entrevista clínica con una psicóloga, en el caso de Ana, Sandra Cuevas, que lleva 23 años trabajando en la asociación. Tras ser diagnosticada por el psiquiatra y fundador de Ajupareva, Blas Bombín, Ana pudo comenzar las terapias tanto individuales como grupales, junto a otras mujeres en su misma situación.

«El grupo lo creamos en 2018 porque vimos la necesidad que había de tener un grupo específico de mujeres en el que se produjera un desahogo emocional y en el que se vieran más identificadas con el resto, porque cuando una mujer entra en un grupo de 80 o 100 hombres para ellas resultaba muy difícil», declara la psicóloga Cuevas.

No solo se buscaba con este grupo -en el que hay mujeres de entre 28 y 70 años- que las pacientes no se sintieran intimidadas por una audiencia casi exclusivamente masculina, sino que también ayudaba a abordar las peculiaridades de la ludopatía entre las mujeres.

«Hay características que diferencian muy bien esa adicción. Las mujeres empiezan a jugar casi siempre como vía de escape, porque se sienten solas, mal valoradas, por falta de comunicación, porque tienen angustias y tienden a jugar para llenar ese vacío que sienten. Los hombres no, los hombres empiezan normalmente a jugar por ganancia económica o para descubrir nuevas sensaciones, es lo más habitual», explica la psicóloga.

Otras de las especificidades de la adicción al juego entre mujeres es la edad a la que empiezan a jugar, más alta en el caso de ellas, y el tipo de juego, ellas suelen jugar en entornos más ocultos, como bingos, y a juegos de puro azar, mientras que los hombres se inclinan más por juegos que requieren más acción, competitividad o que les transmiten una falsa sensación de control sobre lo que ocurre en la partida.

Pero quizás lo más chocante y lo que mejor evidencia la desigualdad entre ambos sexos es el acompañamiento a las personas adictas que acuden a recibir tratamiento.

«En el caso de los hombres, normalmente, la familia facilita absolutamente que pueda acudir a terapia y la pareja suele acompañarle y se implican mucho normalmente», declara la psicóloga Cuevas. «Sin embargo, en el caso de las mujeres, es muy raro que vengan acompañadas de alguien al tratamiento porque en la familia se percibe que es un problema suyo. Es verdad que algunas vienen acompañadas de sus parejas, pero en la mayoría de los casos no, tienen que sacar adelante esto solas».

El estigma

Desde hace ocho meses, Ana acude disciplinadamente a todas las sesiones, tanto las individuales como las del grupo de mujeres. «Para la mayoría de los hombres, realmente, la mujer es como una Superwoman, la que arregla todos los problemas, la que acude con ellos a los sitios cuando tienen un problema, pero, cuando el caso es al revés, o no lo reconocen o incluso las abandonan», declara Ana. «La verdad es que el grupo de mujeres nos viene muy bien porque, al menos, podemos hablar y desahogarnos con otras mujeres que tienen los mismos problemas».

«Solamente por el hecho de ser mujer ya tienes la cruz puesta en la espalda»

Admitir la adicción es un paso duro tanto para hombres como para mujeres, pero estas últimas tienen que lidiar siempre con un sentimiento de culpa que ellos no siempre sufren. «En la terapia de grupo, lo que intentamos, sobre todo, es aumentar esa autoestima con la que vienen tan tocada, liberarlas del sentimiento de culpa tan terrible, que, en todos los casos, las mujeres arrastran», explica la psicóloga de Ajupareva.

Durante sus ocho meses de tratamiento, Ana ha decidido contar su problema de adicción exclusivamente a su entorno familiar y a una compañera de trabajo, que también es su amiga. El miedo a quedar arrinconada le hace ser prudente.

«Ellos son los más estrictos familiares que tengo en mi vida y sé que con ellos no voy a tener ningún problema, pero lo restrinjo a ellos para eso mismo, para evitar el qué dirán», declara Ana. «Solamente por el hecho de ser mujer ya tienes la cruz puesta en la espalda. La sociedad no te permite que tú seas la causante del problema y no la solución».