11 Sep La joven que dejó todo para abrir una escuela para niños con discapacidad intelectual en Nepal.
LARA GÓMEZ RUIZ – BARCELONA
Las vacaciones pueden cambiar la vida. Sino que se lo digan a Aina Barca. Tras finalizar sus estudios en Trabajo Social y en Dirección y Gestión de Entidades no Lucrativas, esta catalana viajó en 2012 hasta Hetauda, en Nepal, para realizar un voluntariado. Tenía 21 años y no se imaginaba hasta que punto esta expedición le cambiaría la vida. Durante su estancia allí visitó varios colegios. Pero lo cierto es que salió bastante desconcertada de la mayoría de los centros tras ver con sus propios ojos cómo de abandonados estaban los menores que sufrían algún tipo de discapacidad intelectual.
Según el hinduismo, religión predominante del país, cuando te mueres tu alma se reencarna en un nuevo ser. Siguiendo esta creencia, los locales creen que, si has cometido pecados en otra vida, puedes reencarnarte en una persona con discapacidad intelectual. Por ello, son muchos los que acaban despreciándoles, pues están convencidos de que se trata de una especie de castigo divino y, por tanto, no se consideran dignos de respeto ni de una educación digna.
De este modo, la mayoría de estos niños acaban estando desamparados y apartados en las aulas. Muchos profesores aceptan que acudan a clase pero no les prestan atención. De hecho, hay familias que incluso pagan para desentenderse de ello. La alternativa que les queda es ir a escuelas para sordos, pese a que esa no sea su discapacidad. El resultado: alumnos de quince años en clase de parvulario año tras año que no consiguen adaptarse.
No cabe duda de que tanto esta idea como la realidad con la que se topó Aina le horrorizaron hasta el punto que, cuando regresó de nuevo a España, no se podía quitar la imagen de los pequeños de la cabeza. En España, Aina trabajaba en un centro con chicos con pluridiscapacidad donde los alumnos tenían lo imprescindible, desde grúas para moverles hasta terapias con perros, algo inimaginable en Nepal.
Tras meses meditando y ahorrando, llegó a la conclusión que aportaría su granito de arena pero desde el propio país. Así que empezó a desarrollar la idea de fundar la ONG Familia de Hetauda en su trabajo de final de carrera. Un plan que cumplió y con el que, tras recaudar fondos, le permitió construir la Asha School, en la que hoy en día estudian 44 alumnos.
“Asha School da a personas que han vivido a la sombra, voz para defender sus derechos, y no desde la caridad, que es como se trata este tema en Nepal, sino demostrando que son niños con capacidades y que pueden tener una vida plena”, explicó Aina a los medios.
La experiencia, en la que ya lleva metida siete años, la ha recogido en el libro Asha o la fuerza de la esperanza. Entre sus páginas, no sólo explica al completo el proyecto, sino que también las dificultades que superó para crear la única escuela de educación especial en un territorio de 2.500 kilómetros cuadrados.