La disfagia, un síntoma de discapacidad: «La descoordinación entre succión y deglución puede ser evidente en etapas muy tempranas».

La disfagia, un síntoma de discapacidad: «La descoordinación entre succión y deglución puede ser evidente en etapas muy tempranas».

Las personas con parálisis cerebral, alzhéimer o TEA pueden tener dificultades o incapacidad de deglución.

Patricia Ramos

La disfagia es el término técnico para describir la dificultad o incapacidad para la deglución de alimentos sólidos y/o líquidos o incluso la propia saliva. Según datos de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (SERMEF), alrededor de dos millones de personas en España tienen esta afección, que puede afectar a personas de cualquier edad. No se trata de una enfermedad, sino de un síntoma, pero puede conllevar graves problemas de salud, por lo que su diagnóstico precoz y un tratamiento adecuado son fundamentales.

Esta afección puede deberse a un daño físico o neurológico en los músculos de la boca, faringe, laringe o esófago. Su principal causa es el ictus, un accidente cerebrovascular que sufren 120.000 personas al año en España y que se ha convertido en la segunda causa de mortalidad en nuestro país. Sin embargo, no solo tienen disfagia las personas que han sufrido un ictus. «Cualquier enfermedad que comprometa los sistemas implicados en el proceso de la deglución, ya sea de manera congénita o adquirida, puede padecer disfagia», explica María Jesús Pascual, jefa del Servicio de Pediatría del Hospital Vithas Madrid Aravaca, especializada en Gastroenterología y Nutrición Pediátrica.

Por tanto, pueden padecer disfagia personas con parálisis cerebralalzhéimer, párkinson o Trastorno del Espectro Autista (TEA). También personas con enfermedades crónicas, encefalopatías metabólicas o epilépticas, malformaciones del Sistema Nervioso Central, lesiones cerebrales postraumáticas graves o vasculares, enfermedades neurodegenerativas o neuromusculares progresivas… etc.

La alimentación, un proceso complejo  

La alimentación es un mecanismo muy complejo que requiere que muchos órganos y aparatos funcionen correctamente. «En el propio proceso de la deglución interaccionan el aparato digestivo, el sistema nervioso (central y periférico) y el sistema cardiorrespiratorio, sin olvidarnos de la propia estructura orofacial y el sistema musculo- esquelético», explica Pascual. «Por tanto, cualquier alteración en alguno de ellos puede comprometer la deglución de los alimentos», añade.

En el proceso de deglución interaccionan el aparato digestivo, el sistema nervioso y el sistema cardiorrespiratorio

En niños con trastornos neurológicos y disfagia, explica la gastroenteróloga, suele estar afectada la deglución en su primera fase, llamada fase orofaríngea, «tanto en el momento de ingerir el alimento, masticarlo y propulsarlo con la lengua principalmente al tubo digestivo, como en la faríngea puramente dicha, que requiere una serie de acontecimientos motores, desde la elevación del paladar blando y sellado de la vía aérea, a la contracción de la musculatura faríngea que aclara los residuos del bolo alimenticio que han quedado». Esto provoca la conocida como «disfagia orofaríngea», que abarca el 80% de todas las disfagias y afecta más a la deglución de los líquidos.

Atragantamiento, infección pulmonar o desnutrición

La dificultad o imposibilidad de tragar es uno de los síntomas más discapacitantes para las personas que lo padecen, ya que representa un riesgo para la salud y una disminución de la calidad de vida. Esta afección puede manifestarse en posibles atragantamientos, complicaciones respiratorias, deshidratación o desnutrición.

«También puede ocasionar infecciones pulmonares recurrentes por micro aspiraciones repetidas de contenido alimentario al árbol respiratorio. En niños con trastornos neurológicos, las micro aspiraciones por fallo en el mecanismo deglutorio se ven agravadas, en muchos casos, por la frecuente coexistencia de reflujo gastro esofágico», explica Pascual.

Diagnóstico temprano y tratamiento multidisciplinar

Debido a estos riesgos, es importante diagnosticar la disfagia de forma temprana para poder intervenir cuanto antes y disminuir el riesgo de complicaciones graves. «La descoordinación entre la succión y la deglución puede ser evidente en etapas muy tempranas«, explica la gastroenteróloga. Algunos de los signos de alerta que pueden presentar estas personas pueden ser:

  • Presencia de residuos en la boca
  • Tiempos de ingesta inadecuados
  • Estornudos o tos durante la ingesta
  • Náuseas
  • Regurgitaciones nasales
  • Lagrimeo
  • Infecciones respiratorias de repetición

Tras su correcto diagnóstico, el profesional planteará un tratamiento multidisciplinar e individualizado. «Habrá que ver las causas y, si es factible actuar sobre ellas, realizar un correcto tratamiento de patologías asociadas (reflujo, problemas bucodentales, hipersalivación en muchos de estas personas…) y, por supuesto, se debe acompañar de un tratamiento nutricional específico y rehabilitador por parte de logopedas, terapeutas ocupacionales y fisioterapeutas», afirma Pascual.

Los trastornos de la deglución causan una discapacidad que debe ser tratada por un equipo rehabilitador que ayude a recuperar o habilitar la capacidad de alimentación de forma segura y eficaz. «El tratamiento multidisciplinar es fundamental», insiste la gastroenteróloga.

Adaptaciones del entorno y de la dieta

Existen pautas y técnicas compensatorias que pueden ayudar a una nutrición y deglución adecuadas, pero es muy importante tener en cuenta las necesidades y características de cada persona. El equipo médico definirá, en cada caso, cuál será la forma y vía de alimentación más apropiada. No obstante, la doctora Pascual sugiere una serie de recomendaciones para mejorar la calidad de vida de estas personas:

  • Adaptación del entorno: comer en un lugar tranquilo, sin distracciones, y sin prisa.
  • Ayuda con terapias sensoriales y maniobras adaptadas.
  • Control de la postura evitando hiperextender el cuello.
  • Adaptación de los utensilios necesarios para dar de comer (biberones, tetinas, cucharas, vasos…).
  • Enriquecer la dieta: dependerá de las características y necesidades nutricionales de la persona.
  • Adaptación de texturas y viscosidad del bolo alimenticio (distintas texturas para líquidos y sólidos) o adición de espesantes artificiales (almidones, gomas…).

«En los casos en los que esté comprometido el estado nutricional de la persona, y que con los métodos tradicionales para enriquecer la dieta no fuera suficiente, es fundamental la suplementación por vía oral con batidos específicos adaptados a las necesidades del paciente concreto, tanto en cantidad de calorías como en adecuación de nutrientes, pero también teniendo en cuenta la textura», explica Pascual.

Alimentación artificial

Por otro lado, si la persona no puede alimentarse por vía oral, «se puede realizar una suplementación mediante alimentación artificial«. Esta solución puede ser temporal, hasta que la persona mejore, o permanente, dependerá de sus necesidades. Existen dos tipos principalmente: con sonda nasogástrica (nariz-estómago), cuando se prevé un uso de corta duración y no hay reflujo gastroesofágico, o enterostomías como la gastrostomía (directamente al estómago), cuando no se podrá utilizar la vía oral de manera prolongada.

El objetivo final es que la alimentación sea un momento agradable para el niño, adulto o anciano y un proceso seguro con el fin de evitar riesgos y adquirir los nutrientes necesarios para su salud. Comer no se debe convertir en una ‘pesadilla’, sino en un momento de disfrute.



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