La desigualdad lleva a la exclusión

La desigualdad lleva a la exclusión

MUJERES EN RIESGO DE EXCLUSIÓN
Factores como la baja formación, el trabajo informal o la violencia machista inciden en la pobreza de las mujeres.

B. SOTILLO – BILBAO

“He intentado dos veces separarme, pero la última vez ya me dijeron que habían cambiado las leyes y entonces yo me vi muy desamparada y no seguí adelante” “He ido a todos lados, he tocado todas las puertas para pedir ayuda y nada. Nunca cumplo los requisitos, si no es por una cosa es por otra” “A mí un año me quitaron la ayuda. ¿Sabes por qué? Porque en uno de los empadronamientos que saqué constaban mis padres” “Yo también trabajaba pero sin contrato, en la limpieza” “…buscándome la vida, trabajando por aquí, por allá… En negro” “Yo es que tuve que dejar de trabajar para cuidar a mi hijo”

Un acceso escaso y precario al empleo, la dependencia económica de sus parejas, la dedicación al cuidado de hijos y familiares, la violencia machista y la baja formación son, junto a un fuerte sentimiento de culpabilidad, rasgos comunes de las mujeres en situación o riesgo de exclusión que residen en Euskadi. Al aplicar la perspectiva de género al estudio de las causas que han llevado a muchas mujeres a la pobreza y la exclusión social se observa que esas situaciones también están condicionadas por la desigualdad entre sexos y que las políticas dirigidas a combatirlas no tienen en cuenta las peculiaridades de la exclusión femenina.

“Existen múltiples desigualdades de género que provocan que las mujeres vivan situaciones de exclusión social y mayor riesgo de pobreza. Unas desigualdades que determinan privaciones o desventajas en varios ámbitos y, fundamentalmente, en tres sistemas que están vinculados: el mercado de trabajo, el sistema de bienestar social y los hogares”, apunta Sonia Carrasco, investigadora y miembro del Departamento de Economía Aplicada I de la UPV/EHU. Dedicada desde hace años a analizar la realidad de las mujeres en situación o riesgo de exclusión social en Euskadi. Sonia Carrasco ha centrado su tesis doctoral en las causas y los procesos de empobrecimiento.

Apunta que la violencia machista es un factor de peso en el itinerario personal que las lleva a la exclusión y “prácticamente común a todas”. “Casi todas las mujeres en exclusión con las que he hablado de una manera u otra han sufrido procesos de violencia. Ha podido ser en la infancia, a través de violencia psicológica o de violencia sexual… Y eso les ha ido mermando y haciendo daño a su autoestima. La violencia ha dañado su personalidad, las ha ido haciendo cada vez un poco más chiquitas y las ha dejado sin herramientas para enfrentarse a la vida”, cuenta Sonia Carrasco. En su informe señala que “la violencia de género es uno de los factores de vulnerabilidad y riesgo de exclusión social más importantes.

La investigadora explica que muchas de las causas y factores que aparecen en las biografías de las mujeres en exclusión están relacionados entre sí y cita la baja formación, que les dificulta el acceso a empleos que les sirvan para afrontar una vida independiente, el abandono del mercado laboral por dedicarse a cuidar a los hijos y la falta de prestaciones contributivas (desempleo, pensiones), o la violencia y los problemas de acceso a vivienda, de forma que a menudo tienen que convivir con su maltratador. Según la investigadora, los ejes que conforman los procesos de exclusión social en el caso de las mujeres se dan en cuatro ámbitos: el económico (pobreza, hogares con dificultades financieras, dependencia económica), el laboral (trabajos precarios y sin cotizar, compatibilizar los trabajos informales con el trabajo reproductivo y de cuidados, trabajo no cualificado), el ámbito social-relacional (violencia machista, situaciones de ruptura, debilidad de las redes familiares), y el ámbito personal (situaciones emocionales delicadas como enfermedades mentales, depresiones, falta de autoestima, angustia, desesperanza).

En este sentido, el último informe de EAPN sobre Género y Pobreza en Europa, incide en que “pobreza y género están relacionados”. “Durante la última década -dice el documento de la organización social-, se ha utilizado con más frecuencia el término feminización de la pobreza, un hecho que indica que está aumentando el porcentaje de mujeres entre las personas pobre. Esto suele estar vinculado al número creciente de hogares encabezados por mujeres”.

Según destaca EAPN, “las disparidades de género en los indicadores de la pobreza son mayores entre los grupos de edad avanzada y reflejan las desigualdades arraigadas en el mercado laboral. Las mujeres tienen menos posibilidad de conseguir una pensión adecuada debido a las tasas menores de empleo, al acceso, en mayor medida que los hombres, a empleos a tiempo parcial y a salarios menores. Es importante tener en cuenta que los datos de pobreza solo revelan una parte de la brecha de género, puesto que los indicadores del riesgo de pobreza se miden según los datos del hogar. La distribución interna de los recursos en el hogar no queda de manifiesto en estos datos. Sin embargo en las sociedades que tienen desigualdades de género elevadas, su distribución en el hogar y el acceso a recursos financieros y de otro tipo, importantes para la satisfacción de las necesidades, es desigual y está definida por las normas patriarcales”.

www.noticiasdealava.eus/2018/07/16/sociedad/la-desigualdad-lleva-a-la-exclusion



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