31 Ene La desigualdad en patrimonio aumenta y lastra a los jóvenes.
El 20% de hogares más ricos poseía 15 veces más que el 20% más pobre en 2014. En 2017 esa diferencia es de 28 veces más, casi el doble, según datos del Banco de España.
Antonio Maqueda – Madrid
La desigualdad medida por la riqueza aumenta con fuerza en España, sobre todo por las dificultades de los nuevos hogares jóvenes y de rentas bajas para ahorrar, acceder a una hipoteca y constituir un patrimonio. Todo ello ocurre a pesar de la recuperación. Si se toman solo las rentas del trabajo, la brecha se está corrigiendo gracias a la mejora del empleo. Pero lo hace muy lentamente. Y las diferencias en rentas totales, que incluyen alquileres, dividendos o plusvalías por inversiones financieras, apenas se recortan. Así se desprende de los últimos datos de la Encuesta Financiera de las Familias elaborada por el Banco de España y que compara 2017 con 2014 y 2011. No basta con el impulso de la economía para hacer frente al problema.
Aunque se trata de unos datos que van con retraso por el esfuerzo para compilarlos y contrastarlos con otras cifras del INE o la Agencia Tributaria, su valor es muy elevado. Sobre la evolución de las rentas ya se había constatado que la corrección de la desigualdad avanzaba muy lenta. Pero respecto a la desigualdad en patrimonio no había estadísticas. Ahora sí: el 20% de hogares más ricos poseía 15 veces más que el 20% más pobre en 2014. En 2017 tenía 28 veces más. Casi el doble.
El Banco de España subraya que son los hogares jóvenes y de rentas bajas los que ahora acumulan mucha menos riqueza que antes. Todo apunta a que unos menores ingresos y unas condiciones de acceso al crédito más estrictas hacen que los jóvenes y las rentas bajas no puedan ahorrar y conseguir una hipoteca. De forma que no pueden ir acumulando un patrimonio y en su lugar tienen que dedicar ese dinero al alquiler. España siempre ha destacado porque incluso las familias más humildes presentaban un alto porcentaje de vivienda en propiedad. Esto puede empezar a cambiar de persistir esta tendencia.
Los expertos siempre señalan que no es lo ideal tener el ahorro concentrado en el ladrillo, y recuerdan que no se pueden conceder préstamos que no se podrán pagar. Sin embargo, hace una década los jóvenes podían obtener antes una hipoteca e ir ahorrando y formando un patrimonio. Pero ahora ni eso. Y además en los últimos años se están viendo obligados a desembolsar más por el alquiler y afrontar un mercado de la vivienda al alza. Ante estos problemas, economistas como Thomas Piketty han llegado a proponer un impuesto sobre la propiedad de los ricos del 90% que sirva para dar 120.000 euros a cada joven de 25 años.
Peor en los nuevos hogares
La encuesta financiera del banco dibuja un panorama sombrío para el patrimonio de jóvenes y rentas bajas: “Los hogares cuyo cabeza de familia era menor de 35 años tenían a finales de 2017 una riqueza mediana neta [una vez restadas las deudas] de 5.300 euros, muy por debajo de los 71.600 de quienes estaban en este grupo en 2011”, dice el informe.
Y añade que la riqueza neta del 25% más pobre era de 600 euros en 2017 frente a los 7.000 euros que sumaban en 2011. El Banco de España señala que estas familias de jóvenes y rentas bajas de 2011 no son las mismas que en 2017. Es decir, estos resultados se explican en buena medida por la entrada de nuevos hogares jóvenes que ahora están en peores condiciones.
Estos números también tienen que ver con la evolución de las rentas. Los ingresos de los jóvenes todavía están lejos de recobrarse: en 2016 se situaban un 18% por debajo de 2010
El aumento de la brecha en riqueza ha ocurrido pese a la mejora económica. Sea cual sea el indicador que se tome, la distancia entre los hogares ricos y los pobres se ha recortado cuando se habla de rentas laborales. El salto de no tener un trabajo a tenerlo corrige la desigualdad. Incluso si ahora el puesto es más precario o si ya se contaba con una prestación de paro. Sin embargo, no lo está haciendo con la intensidad que cabría esperar a pesar de que en la recuperación se ha creado mucho empleo. Y de que en 2017 ya se estaba cerca de restablecer los niveles de rentas totales precrisis, indica el supervisor.
En la encuesta de 2014, el 10% con rentas más altas ganaba 7,64 veces más que el 10% con ingresos más bajos. En la de 2017, esa relación descendió al 7,36. El Gini, el índice que mide la dispersión de rentas, siendo cero la igualdad absoluta y uno la concentración total de todos los recursos en un solo individuo, mejora algo. También disminuye muy moderadamente la proporción del total de rentas laborales que se llevan los hogares con mayores ingresos: el 10% de más renta acaparaba un 30,91% de todas frente al 30,56% de la actualidad.
Y así es más difícil lograr un crédito inmobiliario. Pero estas cifras también están relacionadas con que el patrimonio del 20% más rico ha aguantado mejor, manteniéndose en 2017 casi en cotas de 2011.
El Banco de España no explica los motivos de que mejore tan lentamente. Pero en otros informes ha apuntado que la recuperación del empleo está siendo menos intensa en horas. O lo que es lo mismo, las empresas contratan más por temporadas, semanas o incluso solo para las horas que los necesitan, en función de la demanda que tienen. Y eso reduce los ingresos laborales de los nuevos trabajadores, socavando la mejora de la equidad.
El Banco de España también ha destacado la congelación salarial aplicada a las nuevas generaciones: como resultado de la Gran Recesión y una vez restada la inflación, ganan lo mismo que hace una década, cuando lo normal es que las nuevas cohortes siempre mejoren a las siguientes
Otra explicación importante reside en que el 10% con menos rentas siga sin recuperarse. A estas alturas todavía hay un 14% de desempleo. Y este paro afecta sobre todo a ese primer decil.
Por otra parte, al tratarse de hogares, las mejoras pueden diluirse porque incluye la situación de varios miembros, desde el hijo al cabeza de familia o el pensionista. Cada uno con una dinámica distinta. Por ejemplo, la pensión media ha ido ganando mucho conforme se jubilaban trabajadores con mejores carreras y, en consecuencia, mayores prestaciones. Y el reagrupamiento familiar ayudó a amortiguar el golpe de la crisis.
Pero ahora quizá algunos estén desagrupándose con la emancipación del joven que consigue un trabajo. Lo que estaría aumentando la desigualdad al formarse nuevos hogares con menos rentas. No obstante, parece que ese último efecto sería limitado al elevarse el porcentaje que no abandona la vivienda paterna: la mitad de los jóvenes entre 24 y 29 años y un cuarto de los de 30 a 35 años sigue en casa de sus padres.
Mejor para el rentista
La historia es, sin embargo, distinta una vez se observa el conjunto de rentas totales. Ahí la desigualdad disminuye muy poco o no se reduce, según el indicador que se coja. En el Gini incluso aumenta. El 10% con rentas más altas sube su participación en las rentas totales del 30,91% al 32,44%. Y se embolsa 7,15 veces lo que gana el 10% de rentas más bajas frente a las 7,00 veces más que obtenía tres años antes.
Se trata de diferencias pequeñas. Pero la conclusión es que apenas se corrige la desigualdad tras varios años de recuperación. En estas otras rentas se incluyen las del alquiler, las plusvalías o pérdidas por ventas de activos inmobiliarios, activos reales como joyas o antigüedades, o activos financieros. También se recogen los intereses y depósitos, indemnizaciones por despido o herencias. Y dividendos de negocios que no estén gestionados por el hogar.
En definitiva, parece que estas rentas estarían dando mejores rendimientos que las laborales. Algo que no extraña teniendo en cuenta la mejora de los mercados financieros y el inmobiliario, impulsada en gran parte por la política monetaria. Siempre se ha dicho que el 10% más rico tiene mayor capacidad de obtener rentabilidades cuando las cosas van bien al poder mover su capital en una economía globalizada, con una cartera más diversificada y en la que entra más riesgo, más acciones y propiedades. En cambio, esos mismos tipos bajos penalizan al ahorrador que solo tiene depósitos.
UN PROBLEMA GENERACIONAL
Hay dos motivos por los que preocupa la desigualdad. Uno es la sostenibilidad de la sociedad. Otra es que hay evidencia de que el crecimiento es más robusto cuando está más repartido. Sobre todo porque las rentas bajas tienen una mayor propensión al consumo.
Así lo han señalado por ejemplo el FMI o la OCDE. El Banco de España añade que en el problema de la desigualdad hay un importante componente generacional. “A pesar de la recuperación, la renta y riqueza medias de las familias jóvenes todavía son claramente inferiores a las del periodo precrisis”, afirma. Y agrega que “el buen funcionamiento de algunos mercados e instituciones resulta esencial para alcanzar un crecimiento más estable y socialmente sostenible”. Cita los mercados del alquiler, trabajo, financiación y ahorro. También la necesidad de reforzar la educación y la inversión en capital humano. Y subraya que hay que reorientar las finanzas públicas para que sean más favorables a los jóvenes. “Los profundos cambios demográficos que ya está experimentando la sociedad española requieren un mayor énfasis en aspectos relativos a la equidad intergeneracional”, concluye el documento.
El organismo supervisor pone además el acento en la división que existe entre unos empleos indefinidos muy protegidos y otros temporales que no lo están.