12 Sep La conducta alimentaria de los padres influye en la alimentación emocional de los adolescentes.
La comida como mecanismo para afrontar las emociones negativas, positivas o impulsadas por el estrés, se asocia con patrones dietéticos poco saludables y el aumento de peso.
S.F
Los comportamientos alimentarios de los padres influyen en la alimentación emocional de los adolescentes, según una nueva investigación publicada en el ‘Journal of Nutrition Education and Behavior’, que analiza la vulnerabilidad de los adolescentes a la alimentación emocional y cómo varias prácticas de alimentación utilizadas por los padres, como la restricción, la comida como recompensa y la participación del niño, influyen en el comportamiento alimentario.
La alimentación emocional, o comer como un mecanismo de afrontamiento de las emociones negativas, positivas o impulsadas por el estrés, se asocia con patrones dietéticos poco saludables y el aumento de peso.
«Anteriormente se descubrió que la alimentación emocional era más aprendida que heredada. Este estudio examinó no solo la interacción entre los padres al alimentar a sus hijos, sino también lo que los niños aprendieron al ver a sus padres comer», explica la autora principal Joanna Klosowska, del Departamento de Salud Pública y Atención Primaria, Universidad de Gante (Bélgica).
El estudio inicial se realizó en 2017 con 218 familias. Además, también se dispuso de datos longitudinales recogidos en 2013. Uno de los padres de cada familia completó el Cuestionario de Alimentación Infantil, así como el Cuestionario de Prácticas de Alimentación Infantil, y tanto el adolescente como el padre completaron el Cuestionario Holandés de Comportamiento Alimentario. La regulación de las emociones se evaluó con la versión holandesa del cuestionario FEEL-KJ, que fue contestado por los niños.
La investigación
Los investigadores midieron el peso y la altura del adolescente. A lo largo de los cuatro años entre 2013 -2017, que cubren el tiempo desde la infancia tardía hasta la adolescencia media, se produjeron cambios en algunas prácticas parentales.
Los padres informaron de una mayor supervisión y prácticas de alimentación de modelos saludables, mientras que los niveles informados de restricción de alimentos y el entorno saludable se mantuvieron sin cambios.
Durante el mismo período de tiempo, los adolescentes informaron de un aumento considerable de la alimentación emocional, pasando de estar por debajo de la media en 2013 a estar por encima en 2017, según las normas de la población holandesa. Además, la forma inadaptada en que regulaban sus emociones también se asoció con la alimentación emocional.
La comida como recompensa y el control de la comida aumentaron la alimentación emocional, especialmente en los casos en los que el adolescente empleó estrategias desadaptativas para regular sus emociones.
La participación de los hijos en las comidas tuvo un efecto opuesto, ya que se asoció con mayores niveles de regulación de las emociones y menores niveles de alimentación emocional. Curiosamente, la conducta alimentaria contenida de los padres se relacionó con una menor alimentación emocional en los adolescentes.
«Este estudio sugiere que los padres siguen desempeñando un papel importante en la conducta alimentaria de sus hijos hasta la adolescencia –apunta Klosowska–. Se necesitan más investigaciones para comprender el impacto que la conducta alimentaria contenida demostrada por un padre tiene en la alimentación emocional de un niño».