30 Jun La balada de la eutanasia
Llega ‘La Acabadora’, de Michela Murgia, sobre la decisión de la muerte.
Emma Rodríguez | Madrid
Avalada por el éxito obtenido en italia, donde se ha alzado con premios tan prestigiosos como el Campiello y donde se ha ganado el favor del público, ‘La acabadora’, la primera novela de Michela Murgia (Cerdeña, 1972), llega ahora a las librerías españolas de la mano de Salamandra.
Llama la atención que una historia como ésta, alejada de modernidades y sin nada que ver con las fórmulas del ‘best-seller’, haya conquistado a la crítica y, a la vez, haya dominado las listas de los más vendidos e inspirado el proyecto de una película en la que la actriz Ángela Molina se convertirá en la misteriosa Bonaria Urrai, una mediadora entre el mundo de los vivos y de los muertos, una mujer que facilita el último viaje.
La escritora basa el fenómeno en dos factores: «Por un lado, la fascinación por una figura antigua que realizaba con un sentido comunitario una práctica –la eutanasia– sobre la que actualmente está abierto en Italia un encendido debate; y, por otro, la lengua de la novela, que, aun siendo italiana desde el punto de vista de la comprensión, lleva marcas evidentes de un pensamiento distinto, vinculado a la isla de Cerdeña como un lugar que resulta inexplicable».
Para construir el personaje de Bonaria Urrai, una mujer de carácter, seca y a la vez cargada de piedad y de ternura, Murgia reconoce haberse inspirado en las donas fuertes que conoce o, quizá, en la mujer fuerte que ella también quisiera ser. «Pero la figura de la acabadora es una figura legendaria, cuya existencia nunca ha sido demostrada históricamente. No conozco, ni creo que alguien haya conocido nunca, a auténticas acabadoras», declara.
La novela, muy sencilla en su construcción, cuenta la historia de esta mujer solitaria que adopta a una sobrina a la que su madre no puede mantener. Entre ambas se va entablando una relación muy especial, aunque la niña cada vez es más consciente de que no vive con alguien normal y se pregunta qué hace la tía Bonaria cuando se marcha en secreto a altas horas de la noche.
Si a algo contribuye esta novela es a mirar a la muerte con mayor naturalidad y cercanía. «La historia se desarrolla en una antigua sociedad rural en la que no existía el estado social y cuyo único bienestar disponible era la solidaridad espontánea. La vida de cada uno era responsabilidad de todos y, en consecuencia, lo era también la muerte. En ese contexto, la función de la acabadora no era la respuesta a un acto de supremo individualismo, sino un gesto de asistencia colectiva, comunitaria», dice la escritora.
Michela Murgia, quien ha realizado estudios de teología y quien antes de esta novela había escrito una guía atípica sobre Cerdeña, pretende que su novela lleve a reflexionar sobre el hecho de que actualmente se haya perdido la naturaleza del morir, la muerte como hecho vinculado a la vida.
«La hospitalización, además de haber mejorado la calidad de nuestra salud, ha causado un deslizamiento de sentido en nuestras relaciones con la enfermedad, el dolor y la muerte, y también con hechos felices como el embarazo y el nacimiento. Un niño nacido en el siglo XXI no ha tenido nunca contacto directo con estas fases naturales de la vida, porque existe un lugar simbólicamente destinado a acogerlos, y ese lugar ya no es la casa, como antes», explica.
Murgia alude también al hecho de que en nuestra cultura, «la de la eficiencia y el rendimiento, no hay espacio para las debilidades físicas». «Enfermos, viejos y personas improductivas a todos los niveles», señala, «son marginados y excluidos de la representación social. No es extraño que hoy en día un hombre enfermo, pero no moribundo, desee la muerte mucho más de lo que lo habría deseado hace 100 años una persona en las mismas condiciones. Lo que está en discusión no es la calidad de la vida, sino su utilidad».
La familia es otro de los temas clave de La acabadora, también transgresora en este sentido. «Pongo en tela de juicio y combato la ideología de la familia tradicional», señala Murgia. «Existen miles y miles de familias que nacen por voluntad», defiende esta mujer que, del mismo modo que la pequeña María, es fruto de una «adopción del alma», concepto que tiene que ver con una vieja tradición de Cerdeña según la cual las familias numerosas ceden a uno de sus hijos a parejas estériles, que les convertirán en herederos a cambio de ser cuidados en su vejez.
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/06/14/cultura/1308044294.html