04 Oct Jóvenes que pasan a indefinidos tras la reforma laboral: “Se acabó la ansiedad continua para ver si me renuevan”.
Lorena, Ismael, Raquel y Sara son jóvenes entre 21 y 34 años a los que han convertido de temporales a fijos con el nuevo marco laboral; para algunos es su primer contrato ‘fijo’: “Da mucha tranquilidad”.
Laura Olías
Cuando se enteró, llamó por teléfono entre la risa y las lágrimas. “Mamá, que me han hecho fija”, anunció Lorena Rodríguez Suárez después de que su empresa le comunicara su contratación indefinida. “No me lo podía creer. Primero sentí una inmensa alegría. Luego lloré, reí, bailé… No sabía cómo expresar todo lo que sentía”, explica la trabajadora de 25 años a elDiario.es. Lleva siete años en el sector del comercio y este es su primer contrato indefinido. Lorena, así como Ismael, Raquel y Sara, son jóvenes que han accedido a contratos indefinidos con la aprobación de la reforma laboral y destacan, sobre todo, la “tranquilidad” que sienten. “Como temporal te sientes ansiosa todos los días. El qué va a ser de mí mañana, ¿me renovarán? ¿Me echarán? ¿Encontraré otra cosa?”, relata Lorena.
La joven, residente en Tenerife, trabaja desde los 18 años. Ha pasado por muchas empresas y contratos temporales. Aunque los puestos muchas veces no lo eran. “En tiendas es muy normal que estés de temporal. He trabajado en empresas donde todos éramos temporales menos algún encargado”, explica. Lorena vive independizada y, cuando se quedaba sin alguno de los empleos y no lograba encontrar otro rápido, tenía que pedir ayuda a sus padres. “Y no una, varias veces. Por mucho que lo intentes, con tantos contratos temporales no te libras de pasar por el paro. Aunque los padres están ahí de forma incondicional, a una le sabe mal tener que pedir ayuda”, relata.
La canaria trabajaba desde marzo como promotora de una marca de móviles dentro de una gran superficie de productos electrónicos. Entró con un contrato temporal en una plaza vacante de una persona que finalmente no iba a regresar a su puesto. A mediados de abril la llamaron para que firmara un nuevo contrato. Esta vez, indefinido. “No me esperaba para nada que me hicieran fija y menos tan rápido”, apunta Lorena Rodríguez Suárez, que cree que su estabilización tiene que ver con la reforma laboral.
Lo mismo piensa Raquel, de Barcelona y a punto de cumplir 27 años. Está trabajando en una empresa turística, haciendo funciones de marketing, desde 2019. Ella, como otros compañeros, encadenaban contratos de seis meses “de prácticas,” y el pasado mes la convirtieron a indefinida. “Nos están cambiando a varios”, cuenta Raquel. Conversiones a fijos sin un motivo aparente por lo que todos intuyen que son motivados por la nueva legislación laboral, más restrictiva con los contratos temporales y que sanciona el fraude con multas más elevadas.
Ismael Fernández, de 21 años, no es que lo intuya, es que sabe que su contrato indefinido es consecuencia de la reforma laboral. El joven de Málaga había accedido hacía unos meses a su primer empleo, a tiempo parcial en un almacén que trabaja para una gran multinacional textil. “Teníamos contratos de mes a mes. Cuando empecé pensé que no duraría, que me echarían en algún momento y pasarían a otro trabajador. Pero hace poco escuchamos que iban a pasar a fijos a los que llevaban más de seis meses porque había una nueva ley”. Y, al ser su caso, le hicieron indefinido en el mes de abril.
A Sara, administrativa en el sector sanitario de 34 años, parece que el nuevo marco normativo le ha ahorrado otros tres meses siendo temporal. Como en tantas otras empresas, aunque su puesto era estructural le dijeron que tenía que pasar por varios contratos temporales de tres meses. Al año, si todo iba bien, le harían fija. Todavía le quedaban otros tres meses más como temporal, pero la llamaron en abril para comunicarle que esta vez el contrato que firmaría sería indefinido. “Estoy muy contenta. Trabajo desde los 15 años y este es mi segundo contrato indefinido”, explica la trabajadora, de la provincia de Barcelona.
Vivir con “tranquilidad” al día siguiente
“¿Qué cuántos temporales he tenido? ¿Temporales?”; repite Sara a la pregunta de elDiario.es. “Uuuyyy, pues deja que piense, desde los 15 años trabajando, me las he visto de todos los colores…. He estado en unas 11 o 12 empresas diferentes, pero número de contratos no te sé decir. Muchos, muchísimos”, explica la trabajadora, que con 34 años celebra por fin la estabilidad para poder vivir más tranquila con su marido y sus dos hijos, con discapacidad.
Los cuatro jóvenes entrevistados destacan esa palabra, “tranquilidad”, como lo que más les ha aportado sus nuevos contratos indefinidos, cuatro del récord de 700.000 que se han suscrito en abril con el auge de la reforma laboral. Muchos los han suscrito jóvenes como ellos, que eran el colectivo más perjudicado por el trabajo temporal.
A la pregunta inversa, qué llevaban peor de los contratos temporales, apuntan a la “ansiedad” constante de pensar que nos les iban a renovar, el “miedo” a tardar en encontrar un nuevo empleo y la incapacidad de hacer planes o de tomar decisiones por la incertidumbre de no saber si seguirían empleados al mes siguiente.
“Yo no estoy en mi casa, soy de otra provincia”, explica Raquel, que reside en Barcelona, pero no es natural de allí. “Con contratos temporales siempre estás a expensas de saber si te renuevan y, si no lo hacen, tienes que ver si puedes permitirte ese piso, si has de cambiarte, si perderás la fianza, si tendrás que volver a casa,…”, relata la joven. En muchos casos, las decisiones no son de tanto calado, pero marcan el día a día. “Tengo que saber si tendré salario al mes siguiente para apuntarme o no a un gimnasio”, dice como ejemplo.
Ismael Fernández celebra la seguridad de ingresos que supone este contrato. “Me estoy preparando una oposición y el salario lo uso para pagarme las academias, que son muy caras”, cuenta. Aunque se suponían que en el almacén estaban contentos con él, cuando llevaba el momento de renovar no terminaba de fiarse. “No las tienes 100% contigo. Ahora, a menos que haga algo muy mal o así, sé que tendré trabajo y sueldo para seguir preparándome la oposición. Eso da mucha tranquilidad”, celebra.
A Sara su contrato indefinido le da una calma extra. Con dos hijos con discapacidad, uno de ellos bastante dependiente, necesita un trabajo con horarios que puedan adaptarse a las necesidades de cuidado de sus pequeños. Y no es tan fácil de encontrar. Lo sabe bien, porque cuando se le acababa algún contrato temporal, tenía que recuperar la búsqueda. “Realmente, lo que peor llevaba de los contratos temporales era volver otra vez al Inem. Volver otra vez a pedir ayudas sociales, explicar ‘que me han vuelto a echar’. Me daba mucha vergüenza, a nadie le gusta ir a pedir”, relata la administrativa.
Cuando ser temporal se traduce en “no tener derechos”
La vulnerabilidad de ser un trabajador temporal no solo reside en la posibilidad de perder el empleo en el corto plazo, explican los jóvenes trabajadores, sino también te expone a una mayor precariedad en los puestos de trabajo. “Cuando estás como temporal, tus derechos están siempre en segundo o en tercer plano. No te puedes poner enfermo, porque no te van a volver a llamar. Me pasó en la pandemia en una tienda y eso que era el protocolo por COVID. Te decían que, si estabas enfermo, no fueras en tres días hasta ver qué pasaba. Pues no me volvieron a llamar”, denuncia Sara.
“También tienes miedo de pedir si puedes ir con los niños si lo necesitan y tienes que hacer malabares, porque tú no puedes faltar a tu puesto”, añade la administrativa. “Cuando eres temporal estás vendidísimo, no tienes derecho a nada”, se queja.
Lorena Rodríguez Suárez, que está estudiando a distancia la carrera de Derecho y antes ha cursado más estudios mientras trabajaba, coincide en la vulnerabilidad de los empleados temporales. “Estás mal en un sitio, pero piensas ‘mejor aguanto’ porque no sabes si vas a encontrar otra cosa. Cuando he tenido un examen, sientes que no puedes decir nada. Ahora, tengo más libertad para decir si puedo salir media hora antes y la recupero otro día. Sabes que tienes un respaldo detrás”, explica.
Si estos contratos terminaran en despido, tendrían una mayor indemnización que cuando tenían que abandonar sus puestos al terminar un contrato temporal. “Siempre me he ido de todos los trabajos con una mano delante y otra detrás. Ahora, si pasara algo y me despidieran algún día, al menos tendría la indemnización”, valora Lorena.