Izpisua: «No se trata de tener más años de vida sino de que sean más agradables»

Izpisua: «No se trata de tener más años de vida sino de que sean más agradables»

El investigador centra sus estudios en la influencia del medio ambiente en el epigenoma y el envejecimiento.

MAXI VEGA – BILBAO

Algunos lo han definido como el investigador español que ha descubierto la fórmula de la eterna juventud pero él rechaza completamente que sus investigaciones traten de prolongar indefinidamente la vida, sino de que los últimos años se vivan de una forma más saludable. Es Juan Carlos Izpisua, investigador del instituto Salk de California, especializado en células madre, regeneración de tejidos y envejecimiento. «No se trata de tener más años de vida sino de que sean más agradables», señala. Ha estado en Bilbao participando en los Cursos de Verano de la UPV/EHU, donde disertó sobre «Medicina regenerativa, enfermedades y envejecimiento».

Cuenta con un prestigio internacional en la investigación con células madre, pero sobre todo en el estudio del epigenoma, el conjunto de compuestos químicos que modifican o marcan el genoma de manera que le dice qué hacer, dónde hacerlo y cuándo hacerlo y que en sus palabras «es clave en el proceso de envejecimiento». Su investigación se centra en que la modificación del mismo pueda llevar a revertir el proceso de deterioro que se produce en los seres humanos con el paso de los años.

Izpisua destaca que «el envejecimiento es, con mucho, el mayor factor de riesgo en cualquier enfermedad del ser humano porque es cuando nos hacemos viejos cuando es mucho más probable que la enfermedad se desarrolle. Por tanto, tratar de entender el proceso del envejecimiento podría ayudar a retrasar la aparición de las enfermedades».

El investigador manchego resalta la importancia de la investigación con nuevas tecnologías en ratones para tratar de conocer cómo se produce el proceso del envejecimiento y experimentar con tratamientos para retrasarlo. Pero deja claro que no se trata de «buscar la inmortalidad» ni tiene sentido alargar mucho la vida, sino que el objetivo es «llegar a vivir los últimos años de una forma más saludable». Para ello considera que los conocimientos que se están desarrollando permitirán que «la enfermedad sea más amiga y los últimos años sean un poco más llevaderos».

El investigador destaca que hace un siglo las personas morían de media entre los 50 y los 60 años y que el genoma «era el mismo que el nuestro hoy en día», cuando la esperanza de vida supera los 80 años. Si se tiene en cuenta que «el genoma es el mismo, ¿dónde está la diferencia?», se pregunta, y el mismo da la respuesta: «está en el epigenoma». La actual línea de investigación de Juan Carlos Izpisua se centra en «tratar de entender» la interrelación e influencia del medio ambiente en el envejecimiento. «El que la interacción que hemos tenido en estos 100 años con el medio ambiente ha podido cambiar nuestra esperanza de vida se debe al epigenoma no al genoma, que sigue siendo el mismo. Por ello, el epigenoma es fundamental para el envejecimiento», sentencia. «Sabemos mucho de la influencia de la herencia genética, pero muy poco en relación con el envejecimiento».

Izpisua refiere un experimento realizado por el investigador japonés Shin’ya Yamanaka en el que eliminó de una célula adulta las marcas epigenéticas que se habían formado a lo largo de la vida, con lo que consiguió que «esa célula adulta se convirtiera en una célula joven, primigenia, embrionaria, que empieza de nuevo sin ninguna historia». Esos avances, por los que se le concedió el premio Nobel en 2012, «pueden servir para entender el envejecimiento e incluso revertir el proceso», considera.

Revela también que gracias a nuevas técnicas genéticas, en lugar de eliminar todas las marcas epigenéticas del ADN de una célula, se podría eliminar sólo aquellas que afectan al envejecimiento.

El doctor Izpisua analiza los avances experimentados para «cultivar» órganos humanos en otros seres vivos compatibles, como cerdos y monos, mediante la introducción de células humanas en embriones de esos animales al inicio de su gestación. Detalla que los experimentos realizados con el cerdo han resultado de «una eficiencia muy baja» porque «las células humanas y la del cerdo no se comunican muy bien» por la diferencia del periodo de gestación entre el ser humano (nueve meses) y el del porcino (tres meses), y a la diferencia evolutiva entre ambos, que es de unos 100 millones de años.

Destaca que la correlación de células humanas con las del mono es mejor pero se muestra contrario a la utilización de primates en la investigación para la generar órganos humanos. «Por cuestiones éticas y porque el mono tiene virus que no se pueden eliminar en el proceso, como sí se puede hacer en el caso del cerdo, y que podrían transmitirse» al receptor del órgano. En su opinión, «lo mejor sería humanizar al cerdo para mejorar la comunicación entre sus células y las del humano».

www.elmundo.es/pais-vasco/2018/07/30/5b5ece5ce5fdea53228b45ac.html