Innovación en la Teleasistencia Gallega

Innovación en la Teleasistencia Gallega

A sus 73 años, vive sola en Monte Alto y encuentra en el medallón un alivio a su situación ·· Ahora usará un sistema piloto de vídeo pionero en España

No hay dinero que pague esto». La gratitud rezuma en los ojos de Victoria cuando se le pregunta por el servicio de teleasistencia, del que es usuaria desde hace tres años. No se despega del colgante en que porta el emisor con que activar la alarma en caso de sufrir algún problema o accidente. A los operadores y personal del servicio de Cruz Roja los adora: «Me van acompañando, que es lo más grande que pueden hacer».

Victoria siempre ha vivido en Monte Alto, uno de los barrios con más solera de A Coruña, aunque hace veinte años cambió de piso. A sus 73 años está viuda y vive sola, aunque su nieta trata de cuidarla estos días mientras se recupera de un golpe en la rodilla. «Vino mi bisnieto de un año y para evitar que tirase todo me di un golpe con esa mesa», dice señalando un pequeño mueble sobre el que se asienta un televisor. A él han conectado un aparato que permitirá a Victoria ver a una psicóloga de Madrid que le ayudará a realizar pequeños ejercicios de memoria. Es un proyecto piloto de Cruz Roja en toda España. «Pero el medallón no me lo quitarán, ¿no? Si es así, no lo quiero», exclama.

Familia en el extranjero

Su médico de cabecera fue quien recomendó a esta coruñesa solicitar el servicio de teleasistencia, dada su edad -aunque la media de los usuarios es más alta-, sus problemas de corazón y su situación. Su hijo vive en Portugal, su nieta en el centro de la ciudad y su otro nieto en Boston, junto a su biznieto de año y medio. «Fui a la boda a Estados Unidos y en marzo quería volver», dice con una sonrisa en la boca.

Más que recordarle las citas médicas, el servicio le ofrece acompañamiento de alguno de sus voluntarios, bien para caminar, bien para acudir al médico y poder ayudarla a comprender lo que éste le dice.

Desde la otra orilla se preocupan por ella, pero «tienen que seguir con su vida». Por eso, Cruz Roja quiere tratar de aprovechar el sistema de vídeo que le instalan para, a través de Internet, permitir que pueda comunicarse, a través de imagen, con su familia. Cuando visita a su hijo en Portugal ya ve a su biznieto gracias a una webcam. «Me llama bisbela. Se llama David», cuenta. Gracias al servicio, Victoria cuenta con alguien que la acompaña a caminar durante las tardes de los viernes y que también la acompañará cuando vaya al hospital para que le reparen la rodilla. La soledad no le gusta y le hacen compañía, pero ella no pulsa el botón para poder hablar con alguien, como hacen muchos de los usuarios víctimas del aislamiento. «Yo nunca molesto. Sólo lo pulso cuando me hace falta», asegura.

A pesar de ello, agradece las llamadas de comprobación que recibe del personal de Cruz Roja. «De vez en cuando me llaman y me piden que le dé al botón para ver si funciona bien», dice .

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