07 May “Hay que permitir a la persona mayor seguir tomando decisiones, no discriminarle”
Igone Etxeberria – PSICÓLOGA
Cree que las políticas sociales que se diseñen en el futuro deberán tener en cuenta a las personas mayores de 85 años, un colectivo híbrido y en expansión
J. FERNÁNDEZ RUBÉN PLAZA
Las personas mayores de 85 años han reinterpretado la teoría de la relatividad y la han adaptado a su modo de vida para relativizar las cosas que ocurren a su alrededor. Esa es una de las conclusiones a las que ha llegado en su tesis doctoral la psicóloga Igone Etxeberria (Hernani, 1972).
La figura del cascarrabias ¿ha pasado a la historia de la Psicología?
-El perfil de insatisfechos es el que más se aproxima a esa figura por tratarse de personas con buenos niveles de funcionamiento cognitivo y capacidad funcional y buena salud. Sin embargo, se caracterizan por tener altos niveles de neuroticismo, afectividad negativa e insatisfacción con la vida, lo que les lleva a quejarse continuamente del envejecimiento.
Habla de pasividad, que los mayores de 85 años aceptan la situación según les viene. ¿Señal de que se han cansado de vivir?
-No, es una manera de adaptarse a la situación. El hecho de regular las emociones de manera pasiva supone la no confrontación directa con la emoción negativa. Es decir, saben que su capacidad cognitiva, funcional y de movilidad no es la que era y que es más difícil para ellos intentar cambiar la situación, y no se dejan llevar por la afectividad negativa ya que sus recursos para sobreponerse a ella han disminuido. Por ello, cuando no pueden cambiar la situación, se adaptan.
¿Y entraña algún riesgo?
-Siempre se ha concebido que esa manera pasiva de regular las emociones era desadaptativa. Una de las conclusiones de nuestro estudio es que lo pasivo no siempre es desadaptativo y que en edades tan longevas es incluso adaptativo.
Y llegados a esa edad, ¿es que no se merecen hacer oídos sordos y que otros se los resuelvan?
-Lo cierto es que relativizan mucho más, no dedican esfuerzos en solucionar situaciones que escapan a sus recursos personales. Depende qué cosas las dejan en manos de los hijos.
La pasividad para regular emociones de la que habla en su tesis, ¿cómo se detecta?
-Nosotros utilizamos un cuestionario de unas autoras norteamericanas, aunque tuvimos que hacer una adaptación del mismo. Se leen dos situaciones a las personas mayores, una generadora de tristeza y otra de ira. A continuación, después de la lectura de cada situación se formulan 22 ítems y la persona debe indicar en qué medida realizaría lo que le enunciamos. El cuestionario mide cuatro maneras de regular las emociones: estrategias proactivas (expresión emocional y búsqueda de consejo), pasivas y la solución de problemas.
¿Y cómo deberían actuar para escapar de ese estado?
-Indudablemente hay que rodearse de situaciones y personas generadoras de emociones positivas, situaciones significativas para la persona. Permitir a la persona mayor seguir tomando decisiones, no discriminarle, permitir que sigan participando activamente en la sociedad, empoderarles, etc.
La falta de contacto con la familia ¿es el factor más decisivo para caer en alguno de esos estados psicológicos no deseables?
-Sobre todo es determinante para pertenecer al perfil de los frágiles-aislados, que se caracterizan por tener poco apoyo social. Son personas que sufren los achaques de la edad a nivel cognitivo y funcional. En cuanto a la personalidad, se caracterizan por tener altos niveles de neuroticismo, soledad y baja afectividad positiva.
La inestabilidad emocional, el neuroticismo, ¿es el polo opuesto a la pasividad emocional?
-No. Se trata de dos cosas diferentes. Por un lado, estaría el rasgo de personalidad neuroticistas que se caracteriza por ser personas ansiosas, emocionalmente inestables, se preocupan con facilidad y están a menudo de mal humor o deprimidas. Suelen dormir mal y pueden tener trastornos psicosomáticos. A menudo reaccionan de forma irracional o rígida, debido a que se ven dominados por sus emociones. Este rasgo era característico de los perfiles insatisfechos y frágiles-aislados. Por otro lado, estaría la forma pasiva de regular las emociones. Comparando a sujetos mayores de 85 años y personas centenarias con mayores más jóvenes de 65 a 74 años y de 75 a 84 años, hemos observado que se producen diferencias en su manera de regular las emociones y que los mayores de 85 años utilizan más las estrategias pasivas, es decir, la aceptación, evitación y la supresión.
Ante una casuística de perfiles psicológicos tan amplia y diversa, los cuidados sanitarios ofrecidos por la Administración Pública ¿deberían incluir la salud mental de esas personas mayores?
-No solo los cuidados sanitarios sino las políticas sociales deberían de tener en cuenta que se trata de un grupo heterogéneo en el que las diferencias individuales tienen mucho peso. Creo que la visibilidad de los mayores de 85 años en los próximos años, en forma de participación social, promoviendo la no discriminación, la toma de decisiones sobre los cuidados que les gustaría recibir, sobre cómo quieren que sea su vida, etc. es un reto que está en manos de todos, no solo de las administraciones públicas, y de la sanidad sino de todos nosotros como ciudadanos y como familiares.
¿Cree que las próximas generaciones de mayores se comportarán del mismo modo?
-Creo que cambiará. Las circunstancias políticas, culturales, socioeconómicas son diferentes ahora a las que tuvieron estas personas que han llegado a edades tan avanzadas. Y eso, en cierto modo, influye en la manera de envejecer. Sin embargo, creo que podemos cultivar una actitud positiva a lo largo del ciclo vital que nos ayudará a afrontar el envejecimiento valorando los aspectos positivos del mismo, focalizando más sobre ganancias que sobre pérdidas.
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