Geriátricos al gusto de sus residentes

Geriátricos al gusto de sus residentes

Una residencia de Sant Hilari Sacalm, en Girona, pionera en permitir a los ancianos decidir sus rutinas.

SARA RODERO – BARCELONA

Sant Hilari de Sacalm inauguró ayer un nuevo modelo de residencia para la tercera edad que se aleja de los geriátricos convencionales y otorga a los residentes una gran autonomía para decidir sobre su rutina diaria y el modo en el que quieren alojarse y recibir los cuidados que se les ofrecen.

Siguiendo los parámetros de países como Suecia, Cataluña acaba de inaugurar la primera unidad de convivencia para ancianos de Cataluña. La empresa pública SUMAR habilitó hace dos semanas una de estas unidades en su residencia de la localidad gerundense, en un espacio que intenta reproducir de la manera más fiel posible un piso ordinario, en el que ya viven 15 ancianos.

Mariona Rustullet, directora técnica de SUMAR, incide en que este nuevo modelo es el futuro: «Las unidades de convivencia son el relevo natural de las residencias para la tercera edad». La gran diferencia radica en una atención más individualizada: «Las personas mayores, con nosotros, mantienen su proyecto de vida. Pueden envejecer tal y como han vivido y decidir muchas cosas: a qué hora se levantan, a qué hora se van a dormir… Los ancianos participan en unas asambleas semanales dónde decidimos los aspectos más importantes del día a día».

La directora técnica critica que en las residencias convencionales se trata a las personas mayores «con un trato industrializado». Añade que es necesario tener en cuenta que no todos los ancianos son iguales: «Hemos de ser capaces de dar cobertura a homosexuales, budistas y vegetarianos». Según ella, el futuro en la asistencia a la tercera edad pasa por adaptarse a la diversidad y a «cambiar la mirada y el trato hacia la persona mayor».

«Las residencias tienen aún esta manera de funcionar tan asistencial y tan pensada en paciente y en enfermo, no como una persona que tienes delante que está envejeciendo», explica. En la unidad de convivencia los ancianos y sus familias escogen la decoración y los muebles, todo con la finalidad de crear «un ambiente confortable y acogedor» y que «conviertan el espacio en suyo» para que se sientan como en casa.

De momento, los resultados que han cosechado en estas dos semanas piloto han sido positivos. «Nuestros usuarios ya no nos hablan de que están más satisfechos o de que tienen más calidad de vida sino que nos hablan de felicidad», comenta Rustullet.

Sobre el coste de las unidades de convivencia, explica que éstas solo requieren un 5% más de presupuesto: «Una vez hecha la inversión inicial de construcción del espacio arquitectónico, sería económicamente viable sustituir las residencias convencionales por este nuevo modelo. No son más recursos sino que se trata de distribuirlos de una manera diferente».

La patronal de los geriátricos, la Asociación Catalana de Recursos Asistenciales (ACRA), urgió a la Generalitat el pasado martes un aumento de las tarifas que paga por las plazas concertadas para evitar perder calidad asistencial. A raíz de este tema, Rustullet comenta que el problema actual de las residencias catalanas es que los ancianos llegan con un grado de dependencia máxima: «ACRA criticaba el hecho de que la Generalitat no pague más para poder asumir este gasto extra que representa una persona muy deteriorada». Añade que este grado de deterioro se debe a que «la gente no quiere ir a las residencias, van cuando ya no pueden vivir más solos en casa porque la situación es insostenible». Por eso, el objetivo de este proyecto es un cambio de paradigma. Las unidades de convivencia buscan que las personas mayores se incorporen antes y menos deterioradas. «Como yo te ofrezco un modelo que a ti te interesa y te gusta, ya no vendrás por necesidad a la residencia cuando ya no puedas más en tu casa», argumenta. La intención es que las personas mayores «planifiquen su envejecimiento» y decidan voluntariamente incorporarse a un espacio en el que «pueden envejecer como quieren y se sienten como en casa».

www.elmundo.es/cataluna/2017/04/08/58e7d62222601d5c248b462e.html