04 Jul Estos son los desencadenantes más frecuentes de anafilaxia en niños y adolescentes.
Entrevista con el pediatra alergólogo José Domingo Moure González, coordinador del Grupo de Trabajo de Anafilaxia de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma pediátrica, quien advierte del «creciente aumento de las reacciones anafilácticas en los últimos años y de la necesidad de una mayor conciencia».
Carlota Fominaya
La anafilaxia es una reacción alérgica grave que suele ser de inicio rápido y que puede causar la muerte en la población infantil y adolescente. En esta etapa los desencadenantes más frecuentes son los alimentos, por este orden, el huevo de gallina (en lactantes y niños en edad preescolar), la leche de vaca, el trigo y el cacahuete. Por ello, desde la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP) se recuerda la importancia de seguir las medidas de evitación y precaución para evitar ingestas accidentales que puedan causar una anafilaxia.
Con motivo de la Semana Mundial de la Alergia y que este año está centrada en la anafilaxia, hablamos con el pediatra alergólogo José Domingo Moure González, coordinador del Grupo de Trabajo de Anafilaxia de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma pediátrica, quien advierte del creciente aumento de las reacciones anafilácticas en los últimos años y de la necesidad de una mayor conciencia. «Es verdad que son patologías poco frecuentes, pero no por eso menos importantes y con una morbimortalidad considerable», defiende este doctor.
¿A qué edad suelen debutar las anafilaxias?
La anafilaxia puede debutar a cualquier edad, tanto en niños como adultos, si bien existe un pico en el niño pequeño preescolar y en el lactante (menor de dos años).
¿Cuál es el tratamiento a seguir en caso de una reacción grave?
La recomendación general sería evitar que se produjera esa reacción grave con la evitación del alimento (ya que suele ser la causa más frecuente de anafilaxia en niños), pero si por error o equivocación el niño lo ha ingerido o es el primer episodio en un niño que no se conocía una posible anafilaxia, hay que seguir una serie de pautas.
El tratamiento a seguir ante una reacción grave de este tipo es la adrenalina intramuscular, que debe administrarse de forma rápida e inmediata. Los pediatras alergólogos insistimos también en la importancia de llevarla siempre consigo y de que todas aquellas personas al cuidado del niño y adolescente alérgico, ya sea familiares, cuidadores, personal docente, monitores, etc… estén al tanto de las medidas de actuación e identificación de una anafilaxia y sepan cómo administrar la adrenalina mediante autoinyectores en caso de emergencia.
Lo ideal es que el entorno, como digo, sepa que las inyecciones se ponen en la cara anterolateral del muslo, en la parte de arriba del muslo y hacia fuera, donde hay más masa muscular. Cuanto antes se aplique, es más posible revertir la cascada alérgica y mejorar el pronóstico. Muchas veces aconsejamos a las familias que lleven encima dos dispositivos de adrenalina y que si el niño sigue malito que le pongan la segunda dosis más o menos a los 5-10 minutos si no han llegado ya los Servicios de Emergencias Médicas. Más vale actuar ante la duda, nada más reconocer los síntomas.
En la consulta de Alergia Infantil educamos al niño y a la familia a evitar el alimento al que es alérgico, a saber buscar información en las numerosas webs dirigidas a las familias, cómo detectar una reacción, como tratarla, llevar consigo un plan de tratamiento para la escuela o campamentos de verano…
¿Desde qué edad se pueden administrar estas inyecciones por sí mismos?
Este tipo de niños desde muy pequeños son muy espabilados, porque desde el diagnóstico (algunos desde el año de vida) los educan en no tomar tal o cual alimento. Suelen ser muy sensatos y están muy atentos a lo que comen. Es verdad que hay esa transición de los 2 a los 3 años donde los padres deben estar muy encima porque como todo niño todo lo exploran y todo lo meten en la boca, pero a los 4 años muchos son muy preguntones, no cogen nada que los padres o un adulto responsable no les deje. Es más, a partir de los 6 años serían capaz de administrarse la inyección de adrenalina y a los 10, sin ninguna duda.
Y en esa edad, ¿cuáles son los alimentos que más frecuentemente provocan anafilaxia?
La leche y el huevo. Después de estos dos alimentos, si miramos las series mundiales que nos indican las alergias, vemos por exposición el trigo y los frutos secos. Los hábitos alimentarios también pueden influir: por ejemplo, la alergia al cacahuete es muy típica en el mundo anglosajón, por el alto consumo o ingesta de crema de cacahuete, siendo en España más frecuente por ejemplo la nuez.
¿Qué otros factores pueden influir a la hora de que se desencadene una respuesta de este tipo?
Para que se produzca una reacción alérgica, el niño ha debido tener una exposición previa, el cuerpo tiene que reconocer la proteína y debido a mecanismos genéticos y ambientales se genera en tu organismo una respuesta alérgica.
¿Cuál es su consulta tipo?
El niño de 6 meses que ha estado tomando lactancia materna hasta ese momento y que le empiezan a dar el biberón porque la madre tiene que empezar a trabajar. ¿Qué ocurre? Que la leche de fórmula tiene proteína de leche de vaca. Entonces le empiezan a notar muecas, parece que no le gusta… Piensan que es un cambio de sabor, que es cuestión de acostumbrarse… Después le sale al niño alguna ronchita alrededor de la boca, tampoco le dan importancia, porque los bebés babean, llevan chupete que deja marquitas. Las primeras veces no pasa nada, pero luego síntomas que van in crescendo.
Entonces ya es cuando los padres se dan verdaderamente cuenta: «aquí está pasando algo raro…». Es entonces cuando hilan causa y consecuencia. Pero, generalmente, tiene que haber una exposición previa al alimento, que muchas veces pasa inadvertida.
Pero, ¿en qué momento ha tenido ese niño contacto con leche de fórmula?
Los papás a lo mejor no se dan cuenta, te dicen que nunca le han dado un bibe previamente… Pero a lo mejor en el nido los primeros días de vida, en aquel momento en el que a la madre no le subía la leche, sí se le administró algún bibe. Lógicamente algunos padres no lo recuerdan en un primer momento, pero el contacto previo suele ser la norma y en consulta cuando les preguntamos directamente muchos se dan cuenta.
Un niño que toma habitualmente, pongamos por caso, nueces, almendras, pistachos… ¿Puede desarrollar una alergia a los frutos secos en un momento dado?
Es una buena pregunta con una difícil respuesta, o que quizás aun no tengamos una respuesta del todo adecuada. Probablemente si los toma de forma habitual, no. Sí, si los toma solo para fin de año, por así decirlo. Es el hecho de pasar tantos meses sin contacto. Aunque no está muy aclarado el mecanismo y no se puede por el momento hacer una clara recomendación. Es como la alergia a mariscos, típica comida de fiestas y navidades, que de pronto un fin de año, cuando los ha estado tomando todos los años por esas fechas sin ningún problema, acaba en un Servicio de Urgencias por una anafilaxia. Y lo primero que suelen decir es «pues yo los he estado tomando estos años y nunca me han dado alergia». La alergia alimentaria, como dijimos, aparece a cualquier edad.
Una particularidad del niño es que en ocasiones su alergia alimentaria es transitoria, o más bien, el niño con el tiempo puede adquirir un mecanismo de tolerancia natural y puede volver a comer el alimento. Los vamos siguiendo con analíticas y test cutáneos de modo periódico, y vamos viendo el momento en el que creemos que ha superado la alergia. Y de hecho, contestando a la pregunta, las terapias todavía en investigación pero esperemos que pronto salgan ya en las guías, se basan en generar una inducción a tolerancia. Por el momento se realizan a los niños alérgicos a huevo y leche.
¿Cómo son esos procedimientos?
El niño de 4 o 5 años que vemos que tiene alergia a la leche y huevo que ya va a ser persistente, viene a tomar al hospital una pequeña cantidad de alimento. Si la tolera, la toma durante un período en casa y en una siguiente consulta le subimos esa cantidad, así hasta que llegamos a una cantidad suficiente que genere una seguridad para el niño. El objetivo fundamental es evitar reacciones graves ante ingestas accidentales.