Estas son las principales claves para desarrollar una estrategia de envejecimiento saludable.

Estas son las principales claves para desarrollar una estrategia de envejecimiento saludable.

Tienen como objetivo, desde la perspectiva tanto de la salud como social, sentar los pilares de una serie de estrategias que fomenten el envejecimiento saludable en todos los ámbitos de la vida.

Redacción Con Salud

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El envejecimiento es un proceso natural inherente al ser humano. A pesar de las connotaciones negativas con las que se ha asociado de forma histórica, no podemos olvidar que debe ser visto como un índice positivo de salud social que debe contemplarse como un escenario de oportunidades tanto para el individuo como para el conjunto de la sociedad. Más en un país como España que cuenta con una de las tasas de esperanza de vida más elevadas del planeta.

De acuerdo a los datos de la oficina de estadística comunitaria de la Unión Europea (Eurostat), la esperanza de vida al nacer en nuestro país ha disminuido 1,6 años en 2020 en comparación con 2019 como consecuencia de la pandemia provocada por el SARS-CoV-2: 82,4 años. A pesar de este descenso marcado por la Covid-19 la esperanza de vida ha ido incrementándose tanto en España como en la Unión Europea en más de dos años desde 1960.

El incremento de la esperanza de vida a lo largo de las últimas décadas responde a múltiples factores que influyen directamente en la calidad con la que envejecemos. A pesar de que España se posiciona como uno de los países más longevos no debemos olvidar que la edad se asocia con comorbilidades y enfermedades crónicas que reducen la calidad de vida de los años vividos. Motivo por el que tanto los individuos como la sociedad deben poner el foco en el envejecimiento saludable. Un concepto acuñado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2021 y que radica en la promoción de la salud y la prevención de enfermedades de forma sostenida durante el ciclo vital de una persona, con especial énfasis en las edades avanzadas.

En este punto recogemos las pautas expuestas por José Manuel Ribera Casado, expresidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) en la Comisión de Derechos Sociales celebrada a principios del pasado mes de abril en el Senado. El punto de partida parte necesariamente de la vulnerabilidad que se asocia con la edad resultado de la progresiva reducción de la reserva fisiológica. Un proceso que deriva en limitaciones funcionales e incrementa el riesgo de caer en la dependencia.

Una de las tendencias asociadas al envejecimiento es la pluripatología con enfermedades que, en muchos casos, tienden a la cronificación. Tanto la edad como la cronicidad, a pesar de los importantes avances alcanzados que han logrado reducir la mortalidad asociada, plantean numerosos problemas sanitarios, sociales y económicos

Una de las tendencias asociadas al envejecimiento es la pluripatología con enfermedades que, en muchos casos, tienden a la cronificación. Tanto la edad como la cronicidad, a pesar de los importantes avances alcanzados que han logrado reducir la mortalidad asociada, plantean numerosos problemas sanitarios, sociales y económicos. Desde una perspectiva social el experto centra su atención en problemas asociados a estos factores como la soledad (el 20-30% de españoles mayores de 65 años viven solos), aislamiento, precariedad económica, percepción subjetiva y objetiva de rechazo.

RECOMENDACIONES DE ENVEJECIMIENTO SALUDABLE

En base a lo expuesto a lo largo de estas líneas Ribera expone una serie de recomendaciones (recogidas por la SEGG) que tienen como objetivo, desde la perspectiva tanto de la salud como social, sentar los pilares de una serie de estrategias que fomenten el envejecimiento saludable defendido por la OMS y que van mucho más allá de la salud:

  • Establecer programas de educación sanitaria y de promoción de la salud a lo largo de todo el ciclo vital.
  • Junto a ello programas de prevención y de detección precoz de las enfermedades más comunes en la vejez. El Ministerio, las Consejerías de Sanidad y las sociedades científicas deberían ser muy proactivas en este terreno.
  • Abordar el problema de la cronicidad con hechos, más allá de su mero enunciado o de declaraciones solemnes y libros blancos mejor o peor elaborados.
  • Promocionar las campañas de vacunación que correspondan y en los momentos en que correspondan.
  • Potenciar y extender la atención especializada: incluir la geriatría en la cartera de servicios de todas las CC.AA.), establecer servicios o unidades de la especialidad en todos los hospitales del sistema público e incorporar la figura del consultor geriatra en Atención Primaria.
  • Fomentar alternativas a la hospitalización mediante programas centrados en equipos de atención a domicilio, el desarrollo de hospitales de día y de unidades de recuperación funcional, el establecimiento de políticas de acercamiento institucional entre los servicios sanitarios y los sociales, especialmente en el caso de las residencias, el desarrollo de nuevos modelos de convivencia aprovechando iniciativas pioneras ya en marcha y la evaluación del nivel necesario de medicalización de las residencias en función de las características individuales de las mismas y proceder de acuerdo con ello.
  • Favorecer la colaboración pública/privada, siempre garantizando la equidad y el acceso universal a los sistemas de salud por parte de toda la población. Un aspecto importante es facilitar que esta última actúe con total libertad, pero siempre tomando medidas que eviten la parasitación de recursos públicos en beneficio propio.
  • Establecer medidas que contribuyan a evitar cualquier forma de discriminación por edad en el mundo de la salud.
  • Priorizar la investigación biosanitaria sobre temas relacionados con el envejecimiento por parte de las agencias públicas de investigación.
  • Buscar la integración entre los organigramas de los servicios sanitarios y los sociales a partir de una dependencia común. Será la mejor forma para lograr la tan ansiada coordinación sociosanitaria.
  • Facilitar todo lo que sea “envejecer en casa”, fomentando el desarrollo de quipos de ayuda y soporte social a domicilio, así como de centros de día de proximidad, y de todo tipo de actividades culturales y participativas en el entorno más próximo al mayor.
  • Profundizar en lo que vienen llamándose “cuidados de larga duración”, que engloba cuestiones como la lucha contra la dependencia, los programas de atención domiciliaria y todo lo relativo al mundo residencial y sociosanitario.
  • En relación con la dependencia conseguir una mejor aplicación de la Ley: dedicar más recursos, mejorar la gestión, reducir las trabas administrativas y establecer sistemas de control que permitan ser exigentes a la hora del cumplimiento de unos plazos razonables en los tiempos de respuesta a las solicitudes.
  • En el mundo residencial homogeneizar criterios funcionales en relación con un panorama enormemente heterogéneo, adoptar medidas que aseguren una respuesta sanitaria ágil ante cualquier problema de salud sobrevenido y, muy importante, conseguir que las inspecciones periódicas se llevan a cabo en los plazos previstos y con la seriedad y el rigor requeridos.
  • Fomentar por todos los medios posibles la participación de los mayores en cualquier forma de actividad ciudadana. Facilitar las actividades de voluntariado en el seno de este colectivo puede ser una buena vía para ello.
  • Programar medidas orientadas a proteger la autonomía de las personas mayores en cualquier ámbito, incluidos el familiar y el social.
  • Establecer y potenciar las campañas de detección y denuncia de los abusos y malos tratos a las personas mayores.
  • Promover la formación tecnológica, aunque sea elemental, para que los avances en este campo puedan ser utilizados en el ámbito cultural y participativo por parte del anciano, pero también como un recurso ante cualquier tipo de emergencia, sanitaria o no.
  • Por último, tomar en consideración y buscar el apoyo y el asesoramiento de instituciones que trabajan en este campo en el ámbito privado o semiprivado desde hace muchos años.

 



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