Estas son las etapas de mayor estrés en una familia, según un experto en Neuroeducación

Estas son las etapas de mayor estrés en una familia, según un experto en Neuroeducación

El psicólogo Rafael Nieto considera que hay que analizar a las personas según su ciclo vital familiar.

LAURA PERAITA

Rafael Nieto, psicólogo especialista en Neuroeducación y Neurociencia, apuesta por que los psicólogos no solo se focalicen en la persona que tiene un problema, sino en evaluar también el estrés que conlleva su ciclo vital dentro de su familia. Con tres décadas a sus espaldas como terapeuta familiar asegura que ha percibido el gran peso que tiene la familia en el bienestar, o no, y en la salud mental de cada individuo. «Antes de etiquetar a una persona es necesario tener en cuenta este contexto para entender qué es lo que pasa por su mente. De lo contrario –matiza– se emprenderá un proceso de intervención muy largo porque no estará bien encaminado».

Explica que si un niño empieza a mostrarse inquieto, no se concentra en clase, se vuelve agresivo… «y se investiga su entorno familiar se pueden identificar que estas respuestas fisiológicas son, por ejemplo, consecuencia del estrés provocado de ver llegar a su padre a casa bajo los efectos del alcohol por haber perdido su trabajo. Por eso, es esencial recolocar a la persona en la familia antes de diagnosticar o iniciar un proceso de intervención. La solución –prosigue– no está en culpabilizar a la familia, sino en acompañarla y hacerla partícipe para encontrar vías de solución para que el hijo, en este caso, salga reforzado».

Asegura que las familias atraviesan a lo largo de su relación diferentes etapas de estrés vital. Una de las más significativas se produce con la llegada del primer hijo. Este terapeuta explica que en ese momento se produce un cambio de roles y la pareja pasa a convertirse en padre y madre; sus padres en abuelos… Si el niño es bien acogido no hay problema, pero si hay rechazo, o ciertas discrepancias con los abuelos o tíos, la situación se complica generando conflictos en la propia pareja e, incluso, problemas de salud.

El paso a la guardería o escuela infantil «representa otro momento de gran estrés en el hogar puesto que se entrega al bebé a los brazos de otras personas con los que habrá que compartir la crianza y educación del pequeño. Se produce en muchos casos recelo, desconfianza, diferencias de criterio…», explica Rafael Nieto.

Mientras el niño va creciendo, y hasta en la adolescencia, pueden aparecer problemas como el divorcio de los padres, una enfermedad, pérdida de un ser querido, una situación de desempleo en los progenitores… circunstancias que aumentan el estrés habitual del pequeño y que tienen gran peso en su vida emocional y puede influir en su proceso de aprendizaje, en su agitación, su atención, obediencia… «Son respuestas a los altos niveles de ansiedad y si no se atiende a este entorno familiar se puede caer en el fácil recurso de determinar que el niño tiene TDAH, lo que es un claro error», explica Rafael Nieto.

La entrada en la adolescencia es ya de por sí una etapa complicada. «La familia se prepara para que el hijo se integre en sociedad y actualmente los jóvenes utilizan una puerta falsa, como son las posibilidades de las redes sociales que, además, ejercen en ellos una influencia negativa muy poderosa por el fácil acceso que tienen a la violencia, imágenes de sexo… El modo en que los adultos gestionan esta etapa es fundamental», apunta Nieto quien recomienda que los padres se apoyen para ello en educadores o profesionales de salud mental.

La llegada del momento en que los hijos parten de casa genera otra situación de gran estrés. «La pareja vuelve a estar sola y es una etapa crucial porque si no han ido construyendo en su trayectoria espacios al margen de su hijo para hablar, salir, viajar, compartir aficiones e, incluso, la madre para sentirse mujer, la pareja se enfrentará a los problemas emocionales propios de una relación no atendida».

No olvida este terapeuta que la vida laboral influye también en gran medida en el estrés en el hogar. «Hay un mundo de diferencia entre estar bien o no en el trabajo para las relaciones familiares –asegura Rafael Nieto–. Estar mal en el trabajo puede conllevar en casa malas respuestas, salidas de tono, gritos, tensión con los hijos y con la pareja, con la que se puede llegar a romper».

Señala este terapeuta que la jubilación también se afronta de diferente manera, según las relaciones familiares hayan sido positivas o negativas. Hay que tener en cuenta que acabar la etapa laboral marca el final de la actividad social. «Si no se ha construido algo que nos ilusione y nutra nuestro espíritu, el estrés puede resultar muy pernicioso».

Igualmente, la etapa de la vejez se presenta complicada y estresante si va acompañada de achaques en la salud o de la pérdida del cónyuge. «Si una mujer, por ejemplo, solo ha dedicado su vida a cuidar a los hijos y al marido, llegado el momento de verse sola puede resultarle terrible porque sentirá que su vida carece ya de sentido».

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