«Escribir en la vejez aporta autoestima y resta ensimismamiento».

«Escribir en la vejez aporta autoestima y resta ensimismamiento».

En el último encuentro de ABC y Fundación la Caixa se invitó a las peronas mayores a no tener miedo a expresarse sobre el papel por los beneficios que conlleva.

Laura Peraita

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Al cumplir sus 50 años, Fernando Schwartz decidió abandonar su intensa carrera diplomática para, como él mismo confiesa, «ceder a la carrera de la magia», y entregarse a su pasión por la escritura. «No importa la edad que se tenga, nunca es tarde para empezar a escribir porque es una actividad muy gratificante, aporta mucho a quien la practica», aseguró el reconocido Premio Planeta durante la celebración del encuentro ‘Conversaciones de Mayores: Creatividad, pasión y proyecto’, organizado por ABC y Fundación la Caixa.

Gloria Julia Martín, autora de tres libros de poesía por los que ha recibido varios premios, animó también en este debate a que las personas mayores se atrevan a ponerse delante de un papel y den rienda suelta a su imaginación para comenzar a escribir. «No deben tener miedo ni pensar que no valen para ello. Si hay algo muy motivador en esta actividad es que aumenta la autoestima porque uno se da cuenta de que es capaz de crear historias. No hace falta escribir pensando en publicar, sino en uno mismo o su entorno más cercano. En este intento descubrirán su yo interior porque ayuda a hacer un ejercicio de reflexión muy personal».

Por ello, Fernando Schwartz no dudó en recordar que a mayor edad más vivencias se tienen, algunas que ni si quiera se sospechan hasta que no se escriben. «Todos tenemos una historia que contar. Escríbala», espetó. En la misma línea se manifestó José Manuel Casado, catedrático de Física Teórica de la Universidad de Sevilla, quien al jubilarse decidió escribir varios relatos y micro relatos por los que ha sido premiado. «Empezar a escribir a estas alturas de la vida tiene un efecto muy positivo porque ayuda a luchar contra el ensimismamiento propio de la edad».

Explicó que con los años hay una tendencia a recluirse en casa y puede llegar un momento en que uno se sienta embelesado, en un bucle de pensamientos y recuerdos, a veces como consecuencia de la soledad. «Plasmarlos en el papel es una manera de sacar lo que a veces uno no sabe ni que tiene dentro. Es un proceso muy interesante para salir de ese ensimismamiento propio de estas edades».

Que nadie se lleve a engaños

Pero, «¡que nadie se lleve a engaños!», advirtió Schwartz. «No es la soledad la que despierta la pasión de escribir, sino que es la pasión de escribir la que se refugia en la soledad. Quisiera remarcarlo porque toda mi vida de escritura ha sido así. El arranque de la pasión –matizó– es lo único que cuenta y, posteriormente, uno prefiere el refugio para escribir. Todos los autores buscan expresar su pasión y para un escritor primerizo no hay nada, ni ningún complejo, que le impida escribir porque cuando lo haga estará a la altura del resto».

Para los que se animen por primera vez a embarcarse en esta aventura de las letras, los tres ponentes remarcaron que no hay fórmulas ni estructuras fijas a seguir. Cada uno debe desarrollar aquella con la que se sienta más cómodo. «En mi caso –apuntó el Premio Planeta–, nunca tomo notas de nada, meto toda mi información en el ordenador de mi memoria. Me gusta imaginar a partir de anécdotas. Por ejemplo, al ver a un joven que sale de un hospital me planteo “¿y si se hubiera peleado con su novia?”, “¿y si acabara de morir su padre?”, “¿Y si…?”. De esta forma dejo que la idea vaya fluyendo y voy concretando el relato. Hay dos tipos de autores: los que lo hacen de forma ordenada con un principio, un medio y un final que tienen decidido antes de empezar, o los que utilizan mi fórmula de empezar a escribir con una vaga idea de cómo acabar el relato. En medio aparece personajes y sucesos que van improvisando mi historia sin ninguna planificación».

Una frase, génesis del relato

El proceso es bien distinto para Gloria Julia Martín «porque lo mío es la poesía». Explicó que ella primero siente emociones y sentimientos y el poema va conformándose en su interior. «Cuando sale y lo plasmo sobre el papel considero que ya he hecho el 80%, porque todo es mejorable con retoques tras varias revisiones».

«Yo no sé lo que pienso hasta que no lo escribo –indicó Casado–. Empiezo con una frase que me surge en cualquier sitio. La apunto y ahí está la génesis del relato. Al principio no tengo claro hasta dónde va a llevarme esa primera línea, pero pensar sobre ella me va marcando el final. Esa es mi fórmula. Posteriormente, cuando termino mi escrito, se lo doy a mi mujer para que lo valore. Me afecta mucho lo que me dice, sea bueno o malo, pero nunca me enfado. Acepto las críticas, pero a veces no cambio el texto porque cambiaría la esencia de lo que quiero transmitir».

«¡Esto es una porquería!»

Gloria Julia Martín recordó que a ella un editor quiso en una ocasión suprimirle un verso en su último libro. «Me negué por completo porque me trastocaba toda la esencia de lo que quería transmitir. Yo siempre leo y releo lo que escribo. Todas las frases están muy reflexionadas. La crítica, en este sentido, te hace reafirmarte en lo que tú quieres expresar».

«Que te quiten un verso o frase viene a ser como que te arranquen las uñas –explicó Schwartz–. Cuando termino de escribir, que suele ser de madrugada, despierto a mi mujer para que lo lea. Entonces me vuelvo a mi sala. Espero. A veces escucho: “¡esto es una porquería!”. Entonces tengo que volver a empezar. Reconozco que me resisto porque las palabras que utilizo están muy calibradas. Me gusta dar un ritmo a la escritura como el de las olas del mar y cuando lo releo en voz alta busco finales de frases que me chirrían. Entonces, las cambio y pongo palabras en su justo término. Por eso me molesta que me digan que lo que he puesto no vale. ¡Sí que vale! Lo he trabajado mucho», asegura.

Cambiar el final del libro

No obstante, José Manuel Casado quiso matizar, en un nuevo intento de motivar a las personas mayores a descubrirse como escritores, que «no hace falta una formación específica, sí una pasión y ganas. Aún así, pueden acudir a los talleres que se imparten en casi todos los pueblos y ciudades y compartir su experiencia con otras personas con la misma inquietud. Allí, explican claves, ponen deberes…, lo que no da opción a quedarse en blanco».

Un truco que quiso aportar Gloria Julia Martín para los que piensen que tienen menos imaginación es pensar en algún libro que hayan leído, pero que no les gustara el final. «Pueden intentar cambiarlo, inventarse otro. De esta forma también se empieza a valorar al escritor original porque uno se da cuenta de lo complicado que es a veces dar forma a un texto».

Lo único que necesitan para empezar, insistió Schwartz, es un buen corrector de ortografía y sintaxis. «Nada más. Un papel y soltar la historia que le hierve dentro. Aunque en un principio se piense que el relato está deslavazado o inconexo, no importa. Es bueno dejarlo reposar 24 horas y, después, volverlo a releer. Es el texto el que te va indicando lo que le falta y sobra. ¡Y no hace falta más! Tener una edad avanzada dota de una gran su experiencia vital que sirve de sobra para empezar a escribir sin complejos», concluyó.

 



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