02 Nov «Es una asignatura pendiente tomarnos más en serio la alimentación de los niños».
Hablamos con Laura Álvarez, pediatra especializada en Gastroenterología y Nutrición Infantil, autora de ‘Preparados, listos, ¡ñam!’.
Ana I Martínez
¿Cuántas veces has dudado a la hora de alimentar a tu bebé? ¿Cuántas veces le has dicho a tu pediatra… ‘es que no sé si come lo suficiente’? Y a la hora de empezar con la alimentación complementaria, ¿sabías que le puedes ofrecer cereales de verdad, no los industriales que se echan en el biberón? ¿Sabes cómo debes ofrecer el huevo a tu hijo las primeras veces? Y si tus pequeños son algo mayores… ¿eres consciente de que tienes que ofrecerle muchísimas veces esos alimentos que tanto desprecia, como las verduras o el pescado? ¿Que no debes desistir? ¿Y sabes que esos productos que se comercializan bajo la etiqueta específica de ‘para niños’, con dibujos, y que están ‘enriquecidos’ con un montón de vitaminas, esconden en realidad una cantidad innecesaria de azúcares añadidos?
De la alimentación infantil podríamos estar hablando largo y tendido. Y qué mejor que hacerlo con Laura Álvarez, pediatra especializada en Gastroenterología y Nutrición Infantil, y autora de ‘Preparados, listos, ¡ñam!’ (Espasa), un libro imprescindible para todas las familias que quieran introducir en casa unos buenos hábitos alimentarios. Además, el libro incluye recetas fáciles y saludables de la mano de Roberto Bosquet, más conocido como Chef Bosquet.
Laura, ¿son las familias conscientes de la importancia de la alimentación de los menores?
Cada vez lo son más pero es verdad que aún no se le da la suficiente importancia. ‘Es que son niños’, ‘pobrecitos’, son expresiones que aún escuchamos mucho cuando a los pequeños no se les da habitualmente una galleta o productos similares. Al final, ese ‘no pasa nada porque tome una galleta’ hace que al final del día coman, en parte, mal, ingiriendo muchos ultraprocesados. Las tasas de sobrepeso y obesidad infantil que tenemos en España son alarmantes. Creo que aún es una asignatura pendiente tomarnos más en serio la alimentación de los niños. Su salud está en juego.
Suele darse el caso de que al niño que tiene sobrepeso u obesidad, se le cuestione el hecho de que se coma un bollo o un bocadillo de embutido. Pero al que es delgado no. ¿Por qué?
Se piensa que esos productos ultraprocesados no son tan perjudiciales pero ya estamos viendo que sí lo son y que pueden contribuir a tantas enfermedades como el cáncer. Pero como son productos ‘para niños’, con dibujos y tal, se hace la vista gorda y aquí no pasa nada. Además, no solo el peso es un indicador de que algo no esté yendo bien. Si les damos un exceso de azúcar, sal o aditivos, puede verse perjudicada su microbiota intestinal, aparecen las caries, los problemas cardiovasculares, endocrinológicos… Hay que tomárselo en serio y no pensar que ‘no pasa nada’. En el libro explico ciertas nociones que hay que tener en cuenta: la salud infantil depende de crear buenos hábitos para toda la vida.
En el libro empiezas hablando de la microbiota y de cómo influye en la alimentación infantil. Pero, ¿qué es la microbiota?
Son todos esos bichitos que habitan en nuestro organismo pero no solo en el sistema digestivo, que es lo que tendemos a pensar. También están en la boca, en la vagina, etc. Esos bichitos lo que hacen es establecer un ecosistema de beneficio mutuo. Ahora que se está estudiando mucho este tema, sabemos que están implicados en el desarrollo de muchas enfermedades: alergias, asma… Incluso problemas psiquiátricos, como la depresión.
Lactancia materna y artificial. ¿Cuáles son las dudas que más te plantean las familias en consulta?
Con respecto a la primera, la duda más frecuente es si el niño se está alimentando bien porque no ves la cantidad que le proporcionas. Muchas mamás tienden a pensar que ‘se estará quedando con hambre’ y los comentarios de ‘otra vez está en el pecho, ¡este niño no come lo suficiente!’, no ayudan. En el libro escribo cuáles son las claves para saber si el bebé se está alimentando bien, como que se vacíe bien el pecho, que el bebé se quede tranquilo después de cada toma o que esté cogiendo peso.
Cómo preparar un biberón, si hay que esterilizarlo, qué tetina usar o cómo dárselo al bebé, son las dudas más frecuentes con respecto a la lactancia artificial.
A la hora de comprar leche, hay muchas en el mercado, algunas con azúcares… ¿Qué tipos hay y en qué deben las familias fijarse para poder hacer una buena elección?
Las leches tipo 1 y 2 están sometidas a legislación estricta, sobre todo la primera, lo que hace que de una marca a otra no haya mucha diferencia y no suelan añadir azúcares. Pero sí es verdad que algunas de tipo 2 puede contener azúcares añadidos y si no tenemos mucha idea, lo mejor es pedir ayuda al pediatra.
Las de tipo 3 o las leches de crecimiento, con dibujos y mensajes muy atractivos, suelen llevar bastantes azúcares añadidos, incluso aceites vegetales. Al final, no son leches al uso. Las enriquecen con hierro o vitaminas pero como no hay una legislación, de una marca a otra hay diferencias.
Por tanto, si el niño no tiene déficits vitamínicos importantes, que suele ser lo común, no se aconsejan.
Los famosos cereales industriales en biberón tampoco son una opción apropiada ¿no?
Tenemos en mente que los cereales son los que venden en una caja comercializados pero realmente los cereales son el arroz, el trigo, la avena… Es importante ofrecer estos cereales en su forma natural, cocidos o triturados. También a base de harinas de estos mismos cereales, así como el pan o la pasta. Y siempre optar por los integrales.
Hablas también en el libro del BLW como método de alimentación complementaria. Es una opción a la que se le tiene cierto respeto porque ‘el niño se atraganta’.
Es uno de los miedos más frecuentes en las familias pero los estudios que hay al respecto nos indican que no hay mayor riesgo de atragantamiento siempre que sigamos unas normas básicas. No le vamos a dar cualquier trozo, sino adaptado en consistencia y forma. Si nosotros lo aplastamos con los dedos, quiere decir que el bebé con su lengua y encías también podrá.
También es fundamental que todas las familias tengan nociones básicas en primeros auxilios. Y, por supuesto, a la hora de comer, el niño tiene que estar bien sentado, sin estar corriendo o jugando, para que no haya más riesgo.
Laura, ¿los niños se estriñen con determinados alimentos?
Es cierto que hay algunos que nos pueden estreñir, que son astringentes. Los taninos de los arándanos o las manzanas se relacionan con el estreñimiento. Lo que sí favorece el estreñimiento es comer muy poca fruta y un exceso de lácteos.
Si el niño come unos arándanos y el resto de la alimentación es correcta, con el aporte adecuado de fibra y sin ese exceso de lácteos, no le va a pasar nada. Pero sí es fundamental proporcionar fibra a nuestros pequeños con cereales integrales, legumbres… Hay veces que nos da miedo darles legumbres porque pensamos que les va a sentar mal pero si las cocinamos adecuadamente, no pasa nada. Es clave proporcionarles también fruta y verdura: hay niños que se alimentan bastante mal y tienen déficit de estos alimentos ricos en fibra.
Hablando de lácteos, ¿son imprescindibles?
Es verdad que un vaso de leche es una manera rápida y cómoda de proporcionar una buena cantidad de calcio y vitamina D para los peques. Con dos al día, llegamos a las recomendaciones. Pero si no le gusta, no pasa nada. Hay otros lácteos: yogures, queso… Pero no son imprescindibles. Podemos ofrecer otros alimentos que son ricos en calcio. No pasa nada porque el niño no quiera leche o no le guste. Podemos ofrecer otras alternativas: legumbres, frutos secos, el brócoli, algunos pescados o mariscos, también son buena fuente de calcio.
Cuando los niños son pequeños, comen y prueban de todo. Pero en torno a los 3 años, empiezan a ser más selectivos y dejan de comer muchas cosas. Las verduras y el pescado, por ejemplo, es de lo que menos les gusta. ¿Qué aconsejas en estos casos?
Es fundamental no caer en el circulo vicioso de presionar, forzar o chantajear porque al final el niño le coge manía a esos alimentos y se establece una mala relación con la hora de la comida, en la que los menores se ponen tensos, no quieren comer, se muestran más desafiantes… Hay que seguir ofreciendo sin forzar porque llegará un día en el que se decidan a probarlo. Hay estudios que indican que hay que ofrecérselo hasta 90 veces. Así que es importante no perder la paciencia.
También podemos jugar con diferentes tipos de cocinado, formas, no poner demasiada cantidad de ese alimento en el plato y combinársela con lo que sí le gusta. Y que nos vean a nosotros comerlo es fundamental. Cuando son más mayorcitos, podemos implicarles en la compra o en las elaboraciones.
En el libro incluyes recetas sanas para niños. ¿Cuáles son las que no fallan?
Todas están testadas por mis dos pequeños, están seleccionadas a propósito: ¡son fáciles de comer para ellos! Y en relación a lo que hablábamos antes, hay algunas que tienen formas. Hay galletas, que no es algo que deba forman parte de su dieta, pero si quiere una, ahí hay una opción saludable de ofrecer.
Por último Laura, ¿qué puede hacer una familia que tenga a sus hijos con obesidad o sobrepeso y quiera mejorar la situación?
Es cierto que en la Seguridad Social no tenemos mucho tiempo, pero cada vez hay más profesionales que le dan importancia a este tema. También es fundamental la labor de un nutricionista, sin embargo es un recurso privado que no todas las familias se pueden permitir. Por eso creo que sería interesante que se den charlas desde los centros de salud para que todas las familias puedan acceder a ese tipo de información. También pueden hacerlo mediante redes sociales gracias a la labor de profesionales divulgadores.
Creo también que la publicidad alimentaria debería controlarse bastante porque muchas familias caen en el error al pensar ‘si lo anuncian es porque es bueno para los niños’. Y no.