Envejecer a la carta

Envejecer a la carta

La sociedad demanda nuevos modelos de atención sostenibles y centrados en las personas – Gipuzkoa lidera una experiencia piloto en pisos y residencias

ISABEL LANDA – San Sebastián

Como en casa, no es un eslogan publicitario. Es a lo que muchas personas aspiran, y porqué no, mayores con discapacidad cognitiva para acabar los últimos años de sus vidas. Existe una realidad y es que Euskadi envejece más rápido de lo previsto. En la actualidad la esperanza de vida se sitúa en 77,2 años para los hombres y 84,3 para las mujeres. En 2020 será de 87,3 años y 81,1, respectivamente, según el Eustat. Como consecuencia, el aumento sin freno de las enfermedades cognitivas como las demencias y el alzhéimer obligan a replantearse el actual modelo de atención que en Alemania, Holanda y los países nórdicos, entre otros, llevan años poniéndolo en práctica con éxito.

«Buscamos una atención más personalizada, donde se tenga más en cuenta no solo los aspectos sanitarios de la enfermedad sino su lado más subjetivo, las emociones de los pacientes, su intimidad. Por otro lado, intentar que mantengan lo máximo posible su independencia y autonomía. ¿Cómo? Utilizando la vida cotidiana en muchos casos como tratamiento terapéutico», explica Javier Yanguas, director del Polo Innovación Envejecimiento.

Gipuzkoa está liderando a nivel nacional una experiencia piloto para evaluar cómo se puede mejorar el actual modelo institucional, e incluso, diseñar uno nuevo más flexible, abierto y sostenible que responda a las necesidades de los enfermos y evitar que las personas no acaben sus vidas como no lo hubieran deseado. «No se trata de desterrar el modelo residencial actual pero sí de reformular algunas cosas que tienen que ver con la atención centrada en las personas», señala Maite Sancho, coordinadora científica e ideóloga del modelo en la Fundación Ingema.

Con el apoyo del Gobierno vasco, desde el Departamento de Empleo y Asuntos Sociales, el proyecto de investigación cuenta con una financiación entorno a 1.700.000 euros. Parte de este presupuesto se destina a acuerdos de colaboración con otros agentes como la Fundación Pilares o el SIIS, entre otros.

El estudio arrancó el pasado 1 de septiembre y se lleva a cabo tanto en domicilios, dentro del programa Etxean Ondo, como en dos instituciones; Centro residencial Lamourous y la Residencia y centro de día Julián Rekalde. La muestra en casas se hace con 500 sujetos mayores de 65 años con demencia y algún grado de dependencia en Oyartzun, San Sebastián, Tolosa, Irún y Zarautz. El objetivo es lograr una atención integral y personalizada a através de la teleasistencia, no solo para emergencias sino para consultas, y la formación a las familias en los propios domicilios.

«Es una propuesta muy ambiciosa y de un gran cambio que requerirá de un proceso que lleva tiempo y del apoyo de las instituciones», recalca Pilar Rodríguez, presidenta de Fundación Pilares para la autonomía personal.

En el caso de la experiencia piloto en las dos residencias, existen 22 personas formando unidades de convivencia. El proyecto, tanto en domicilios como en residencias, incluye grupos de control que evalúan en distintas instituciones tradicionales para comparar la evolución. Para ello, se cogen sujetos con características similares atendidos en modelos más convencionales. Además, se estudiará el coste-eficacia del modelo para comprobar si es viable.

En la séptima planta de Lamourous, en Intxaurrondo, conviven en un pequeño grupo ocho personas mayores con grados diferentes de demencia. Todas son mujeres, disponen de una plaza privada y participan en el experimento. En contraposición al modelo de las grandes instituciones, donde todo está diseñado para garantizar la seguridad de las personas, la organización de los profesionales y donde impera una mayor rigidez en la atención y los tratamientos, estas mujeres campan a sus anchas. El espacio donde viven se ha rediseñado. Cuentan con habitación individual, una sala de estar, una cocina y un comedor decorado al gusto de ellas con el apoyo de sus familias que también participan.

M.F. tiene 85 años y una demencia. Se le nota que se siente bien viviendo en la última planta del Lamorous. Plancha una gabardina con la ayuda de las auxiliares que no visten bata blanca y tratan con familiaridad a las residentes. Una tarea que cognitivamente puede implicar un esfuerzo pero que resulta terapeútica. Se puede decir que viven como en su casa y para seguir en ese camino los profesionales estudian cómo incorporar las intervenciones terapeúticas a las actividades de la vida cotidiana.

Este nuevo modelo de atención no está exento de debate. Al cambiar el concepto de atención se tienen que valorar mucho los riesgos. Las nuevas actividades potencian algunos riesgos como el peligro de caídas o la desorientación. «Por eso, trabajamos con las familias y tratamos de minimizar los riesgos. Hay que testar esta experiencia. De momento, la experiencia es muy buena y las familias se han implicado y están encantadas», explica Javier Quintas, director del centro.

http://www.elpais.com/articulo/pais/vasco/Envejecer/carta/elpepuespvas/20110926elpvas_6/Tes



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