12 Ago El sistema inmunitario, el maravilloso escudo que ganará la guerra contra el coronavirus.
Las defensas se acabarán imponiendo, pero los investigadores todavía desconocen muchos de los aspectos fundamentales de esta lucha invisible. Varios expertos explican cuáles son.
Gonzalo López Sánchez
La pandemia de Covid-19 es toda una prueba para naciones, sistemas sanitarios y hasta sociedades. Pero a nivel individual, se puede decir que también es una guerra entre dos ejércitos: una horda de minúsculos y escurridizos virus, de nombre SARS-CoV-2, y una sublime legión de células y moléculas especializadas en acabar con los intrusos: nuestro sistema inmunitario.
Esta guerra decidirá cuánto durará la pandemia o si una persona infectada se tendrá que debatir entre la vida y la muerte o pasar una enfermedad leve. Lo único seguro es que «el sistema inmunitario acabará ganando», tal como ha dicho Margarita del Val, viróloga e inmunóloga del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO-CSIC), en Madrid. Se impondrá en la población y pondrá final a la pandemia, pero lo cierto es que todavía faltan por conocer muchos de sus secretos, como cuánto dura la inmunidad o si los virus del catarro pueden ser de ayuda, tal como un estudio sugirió esta misma semana. Por eso, varios expertos han explicado a ABC cuáles son las claves que decidirán esta batalla. Comprenderlo, además, puede ayudar a encontrar los tratamientos y las vacunas que apoyarán al sistema inmunitario, la primera línea de defensa: «Ahora mismo es lo único que nos protege frente al virus», ha añadido Del Val.
«O nos controlamos ahora, o tenemos confinamiento asegurado»
La viróloga e inmunóloga del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, Margarita del Val, es una de las firmantes de una carta, publicada en «The Lancet», en la que veinte reputados científicos han apoyado la realización de una auditoría independiente de la gestión de la pandemia en España.
En una entrevista telefónica, avisó de una peligrosa segunda oleada, con la llegada del frío, y ante la relajación del cumplimiento de las medidas de distanciamiento e higiene: «En mayo y julio hemos cumplidos las normas y hemos sido el escudo contra el virus. Pero ahora hemos bajado la guardia. Y me preocupa, porque nos va a meter de lleno en la oleada de otoño con niveles muy altos de transmisión comunitaria, y va a ser muy difícil controlarlo». Por tanto, añadió: «O nos controlamos ahora, o tenemos confinamiento asegurado».
Explicó que ya se han producido los primeros avisos en las UCIs para prepararse ante lo que pueda llegar, pero ha pedido que la población sea consciente de los riesgos: «La población piensa que está de vacaciones, pero deben darse cuenta de que les va la vida en ello». En cuanto a aquellos que no toman medidas porque creen que no son grupo de riesgo, dijo que es fundamental pensar de forma colectiva y no solo en sí mismos: «Lo malo no es ser susceptible al coronavirus, sino propagarlo». Además, añadió que aquellos poco susceptibles al virus pueden ser más susceptibles a las consecuencias del impacto económico que está causando la pandemia: «Los jóvenes son grupo de riesgo ante las consecuencias económicas, les puede ir peor y se pueden quedar en paro. Sin salud no hay economía».
1. Un refinado ejército de células «asesinas»
Todavía hay mucho que no se sabe sobre la guerra desencadenada entre el SARS-CoV-2 y nuestras defensas porque el sistema inmunitario está lejos de ser sencillo: «Es una red muy compleja de células de distintos tipos que están interconectadas entre sí», ha explicado Alfredo Corell, Catedrático de Inmunología de la Universidad de Valladolid y vicerrector de Innovación Docente y Transformación Digital de la misma institución. Por ejemplo, está formado por algunas células que atacan a los patógenos y otras que funcionan como directores de orquesta, guiando a sus compañeras. Además, todas ellas liberan una gran variedad de sustancias que interfieren con los agresores, que piden refuerzos o que activan la inflamación.
Por tierra, mar y aire
El sistema es tan refinado, que «puede hacer frente a todas las formas posibles de patógenos, incluso si nunca los ha visto», ha dicho Margarita del Val. En cuanto un agresor se presenta, el sistema inmunitario lanza todas sus armas, «por tierra, mar y aire»: «Primero intervienen las tropas de vanguardia, que están en primera línea de fuego, y después las tropas de élite», según ha detallado.
En concreto, primero se produce la respuesta inmunitaria innata, que depende de células que reaccionan muy rápido ante cualquier amenaza, como policías en alerta permanente, y con el tiempo se activa la respuesta adaptativa, que depende de especialistas dirigidos a un patógeno concreto, como pueden ser los grupos antiterroristas. Esta respuesta es más implacable pero tarda más en activarse. Por ejemplo, los anticuerpos forman parte de ésta.
2. La gran pregunta: ¿Cuánto dura la inmunidad?
En alrededor del 80% de los infectados de Covid-19 no aparecen síntomas o éstos son muy leves, en parte porque la respuesta inmunitaria innata, genérica y rápida, es suficiente para contener al virus. Pero a veces no es así: aparecen síntomas y poco a poco entra en juego la respuesta adaptativa, que depende de los especialistas. Quizás lo más interesante es que esta segunda línea de defensa «aprende» a reconocer al SARS-CoV-2, lo que a su vez permite que las «tropas de élite» actúen muy rápidamente si hay una segunda infección. Al menos en teoría.
«La pregunta más importante que queda por resolver es qué grado de protección queda en las personas que estuvieron en contacto con el virus y por cuánto tiempo», ha explicado a este periódico África González, presidenta de la Sociedad Española de Inmunología y Catedrática de Inmunología en la Universidad de Vigo.
De ello depende que una persona ya infectada vuelva a ser vulnerable o no al virus o a partir de qué momento ocurrirá. También es fundamental para desarrollar una vacuna duradera. Por el momento, se trabaja en contestar a estas preguntas con ensayos clínicos, con la finalidad de «analizar si esas personas se infectan o no de forma natural», según González.
La caída de los anticuerpos
Hasta ahora, algunos estudios han ido mostrando que los niveles de anticuerpos producidos en respuesta al SARS-CoV-2 disminuyen en pocos meses: «En España, la mitad de la gente que ha pasado la enfermedad ya no tendrá anticuerpos en invierno», según Margarita del Val. Pero la investigadora ha destacado que eso no quiere decir que la inmunidad vaya a durar poco: «No hay que asustarse, todo el resto de la inmunidad está activada». Aparte de los anticuerpos, en la respuesta adaptativa también hay células que han «aprendido» a reconocer al virus para contener su avance.
«En España, la mitad de la gente que ha pasado la enfermedad ya no tendrá anticuerpos en invierno»
Esta podría ser la causa de que las segundas infecciones de SARS-CoV-2 parezcan ser más moderadas, aunque todavía hay pocos datos. Según Del Val, en una reciente conferencia, el director médico del Hospital Clinic, en Barcelona, explicó que no se han registrado casos con complicaciones entre sanitarios expuestos a una reinfección.
En opinión de Carlota Dobaño, investigadora e inmunóloga en el Instituto de Salud Global de Barcelona, «todavía hay una gran indertidumbre sobre la duración de la inmunidad: los niveles de anticuerpos parecen disminuir, tal como muestran algunos estudios, pero quizás la memoria de los linfocitos sea más larga». Y es ahí donde el catarro podría tener un papel.
3. El posible efecto protector del catarro
Los catarros son infecciones muy llevaderas porque el sistema inmunitario adaptativo ya ha aprendido previamente a reconocer a los virus que los causan: entre ellos, hay cuatro tipos de coronavirus, que son, por así decirlo, primos inofensivos del SARS-CoV-2.
El parecido entre estos coronavirus y el causante del Covid-19 puede ser ventajoso. O no. Esta semana, científicos del Instituto de Inmunología de La Jolla, en California (EE.UU.) concluyeron que los linfocitos T de memoria que se producen en respuesta al catarro también reconocen al SARS-CoV-2, en lo que es un ejemplo de «protección cruzada». Sus conclusiones se han publicado en la revista « Science» y son relevantes porque incluyen muchos detalles sobre las zonas específicas del patógeno que son reconocidas por el sistema inmunitario.
Esto podría sugerir que el catarro tuviera un cierto papel protector, lo que a su vez «podría explicar por qué algunas personas muestran síntomas más moderados -al infectarse de Covid-19- mientras que otros se ponen severamente enfermos», dijo en un comunicado Daniela Weiskopf, codirectora de la investigación
«Podría explicar por qué algunas personas muestran síntomas más moderados -al infectarse de Covid-19- mientras que otros se ponen severamente enfermos»
Según sus datos, recogidos entre la población de Holanda, Alemania, Reino Unido y Singapur, entre el 40 y el 60 por ciento de las personas que nunca se han infectado de SARS-CoV-2 tiene linfocitos T de memoria que responden a este virus, y que forman parte de la potente respuesta adaptativa.
¿Una buena noticia?
En opinión de Margarita del Val, esto no es necesariamente una buena noticia, porque «tan solo describe la situación que ya teníamos» y no ayuda a ponerle coto a la pandemia. Además, ha destacado que el nivel de reacción cruzada que han observado estos investigadores es bajo, por lo que es de esperar que los posibles beneficios sean débiles.
Según África González, el mayor problema de esta investigación es que todavía «no se ha demostrado que estas personas, con linfocitos T de memoria, estén protegidas actualmente frente al SARS-CoV-2», cosa para la que sería necesario hacer ensayos clínicos. Entre los aspectos positivos, ha destacado que el estudio puede ayudar a «diseñar vacunas universales, que no solo se centrasen en un único virus». Para Carlota Dobaño, solo un estudio «más profundo» permitiría demostrar si el catarro ejerce ese efecto protector, aunque considera que es plausible.
4. ¿Por qué unas personas son más susceptibles que otras?
El 80% de las personas que contren el Covid-19 o bien no se entera o bien experimenta síntomas leves. Sin embargo, la enfermedad puede ser mucho más severa para personas mayores, en gran medida por la presencia de otras enfermedades. Pero aparte de esto, hay muchos casos que todavía no tienen explicación. Por ejemplo, los niños parecen ser especialmente inmunes, algunas personas necesitan pasar varios meses la UCI y hay jóvenes sanos que sufren síntomas muy serios a causa del Covid-19. ¿Por qué ocurre todo esto?
Los científicos están rastreando el genoma en busca de variantes de genes que hagan más susceptibles a algunas personas, y hasta se está investigando el papel de los grupos sanguíneos. Hasta ahora, sin embargo, la influencia detectada es pequeña.
Con una excepción: «El mayor marcador genético de susceptibilidad al Covid-19 es el cromosoma Y», ha dicho Margarita del Val, quien ha comentado que la susceptiblidad es dos veces mayor en hombres. Entre las causas, puede estar la mayor tendencia que tienen los varones a experimentar respuestas inflamatorias exacerbadas. Esto favorecería las «tormentas de citoquinas», en las que el SARS-CoV-2 dispara una respuesta inmune dañina para el cuerpo y que puede ser letal.
«El mayor marcador genético de susceptibilidad al Covid-19 es el cromosoma Y»
La información sobre susceptibilidad es todavía muy escasa, por deficiencias de las propias bases de datos o porque, a veces, hay pocas personas afectadas, como ocurre con los jóvenes sanos que sufren un Covid-19 muy grave. Con todas las cautelas, se baraja que en los niños su potente sistema inmunitario innato tenga un papel protector, o bien que los receptores ACE2, a través de los cuales el virus entra en las células, sean inmaduros. También se sospecha que la cantidad inicial de virus, al contraer el Covid, decide la evolución de la enfermedad.
La importancia de dormir y comer bien
«Dormir bien, no estar estresado, tener una dieta variada, realizar un ejercicio moderado y tener relaciones sociales mantienen a punto al sistema inmunitario», ha dicho Del Val. Alfredo Corell, ha explicado por qué: «Una situación de euforia, como hacer deporte o tener sexo, tiene un papel de inmunoestimulación», mientras que la ansiedad libera un inmunosupresor natural: el cortisol. Por ello, conviene controlar los hábitos y contrarrestar los efectos del confinamiento y la pandemia.