09 Ene El sexo no tiene edad
Llega a las librerías “La ciencia de la larga vida”, la última obra de Valentín Fuster y Josep Corbella
VALENTÍN FUSTER / JOSEP CORBELLA
El cardiólogo Valentín Fuster y el periodista Josep Corbella explican en “La ciencia de la larga vida” que podemos hacer para retrasar el envejecimiento a partir de los descubrimientos científicos realizados en los últimos años sobre la cuestión. El libro, editado por Planeta en castellano y por Columna en catalán, es fruto de dos años de trabajo conjunto entre Fuster -director médico del hospital Mount Sinai de Nueva York- y Corbella -redactor de ciencia de La Vanguardia-. Ofrecemos aquí, como avance editorial, un extracto del capítulo que explica cómo mantener una vida sexual activa pese a los prejuicios y los cambios fisiológicos.
Con el sexo pasa como con el cerebro. Estamos tan acostumbrados a los prejuicios de la edad, tenemos tan interiorizada la idea del declive y de la pérdida de facultades, que acabamos aceptando como normal que la actividad sexual se acerque a la extinción con cada nuevo cumpleaños, igual que aceptamos como normal que la actividad intelectual vaya a menos. Aceptamos como normales cosas que no lo son. No son más que prejuicios.
Algunos de ustedes puede que se sientan escépticos. ¿Qué dicen estos tipos ahora?, estarán pensando. ¿Cómo se puede decir que no hay un declive de la actividad sexual? Me hubieran visto a mí con veinticinco años, ¡aquello sí que era actividad! Tienen parte de razón, por supuesto. No se tiene la misma actividad sexual a los veinticinco años que a los setenta y cinco. Pero tampoco se juega igual al tenis y, sin embargo, nos parece normal y nos parece bien que una persona de setenta y cinco años siga jugando al tenis, ¿no es cierto? Uno adapta su manera de jugar a las circunstancias de cada momento y sigue sumando puntos, sets, partidos. Entonces, ¿por qué parece menos normal que una persona de setenta y cinco años mantenga una vida sexual activa? Tal vez porque a veces, más que Homo sapiens, somos Homo prejuicio.
El mejor antídoto contra los prejuicios, ya se sabe, son los datos. Es revelador que haya pocos datos sobre la sexualidad de las personas mayores. Se estudian con todo detalle la dieta, la actividad física, la tensión arterial, el colesterol, las facultades cognitivas… ¿Pero el sexo? En mayores no se pregunta. Es como si no existiera. Y sí que existe. Es un componente importante del bienestar. Sobre todo para los hombres, pero también para muchas mujeres. Esto es lo que dicen los datos. Hay pocos, pero los pocos que hay transmiten un mensaje claro: si se mantiene una salud aceptable, el interés y la capacidad sexual no tienen por qué desaparecer con la edad.
Fueron los pioneros de la sexología, Alfred Kinsey en la Universidad de Indiana y William Masters y Virginia Johnson en la Universidad Washington en Missouri, en Estados Unidos, los primeros que estudiaron la sexualidad en personas mayores. También fueron ellos los que demostraron con datos que la homosexualidad no es una enfermedad; que el sexo oral es una práctica común; que algunas mujeres pueden tener varios orgasmos consecutivos, mientras que los hombres tienen un periodo refractario entre orgasmos; o que la masturbación no causa acné, pérdida de facultades intelectuales ni ningún otro trastorno. Visto ahora, resulta asombroso que hace solo sesenta años todo esto no se supiera. Nada mejor que la ciencia para desmontar prejuicios y discriminaciones.
Los estudios de Kinsey y de Masters y Johnson, sin embargo, no fueron suficientes para acabar con el tabú de la sexualidad de los mayores. Aunque demostraron que no hay ninguna edad a la que el interés sexual y la capacidad de experimentar placer desaparezcan, hoy día sigue habiendo una epidemia de desconocimiento y opacidad sobre esta cuestión.
Masters y Johnson observaron que con los años se producen cambios en la respuesta sexual de hombres y mujeres. Los hombres tardan más en sentirse sexualmente excitados, pueden necesitar estimulación manual para conseguir una erección y, cuando la consiguen, es menos vigorosa que en la juventud y la eyaculación no es tan potente. Las mujeres también tardan más en alcanzar un estado de excitación, experimentan cambios en la anatomía de la vagina, que se vuelve más corta y estrecha, y el volumen de lubricación vaginal se reduce. Estos cambios son perfectamente normales y no impiden disfrutar de una vida sexual satisfactoria. (…)
Si es tan importante mantener una vida sexual activa, y sin embargo tantas personas experimentan un declive que viven con frustración o resignación, conviene preguntarse de qué depende que unas mantengan un nivel de actividad sexual que les resulta satisfactorio y otras no. De este modo veremos qué podemos hacer para mantener un grado satisfactorio de actividad sexual. Depende de dos variables principales, según la Encuesta Nacional de Salud y Conducta Sexual de Estados Unidos de 2010. Una es la relación de pareja que uno tiene. La otra es el estado de salud.
Las personas que viven en pareja, no es ninguna sorpresa, tienen una probabilidad más alta de tener actividad sexual a cualquier edad. Pero incluso entre quienes tienen pareja hay una gran variabilidad. Cuando un médico ofrece a un paciente hablar sobre su vida personal, y el paciente accede, lo cual no siempre ocurre, no es infrecuente que aparezca un problema de falta de comunicación con la pareja. Una incomprensión mutua que es un gran obstáculo, no solo para tener una vida sexual satisfactoria, sino para el bienestar emocional en un sentido más amplio.
Uno de los problemas más comunes es lo que los sexólogos llaman discrepancia en el deseo. Significa que la frecuencia de las relaciones sexuales en una pareja no se corresponde con lo que desean las dos personas. Si a ustedes nunca les ha ocurrido, son una excepción. ¿Les parece que es habitual tener una pareja a la que quieren y desean, y que el amor y la atracción sean recíprocos, y que además los dos tengan exactamente la misma frecuencia de deseo sexual, y que además esta coincidencia dure toda la vida? Tal vez esto resulte verosímil en una novela o una película, pero no es lo que ocurre en la vida real. Lo que sucede es que, incluso cuando una pareja está perfectamente compenetrada al inicio de su relación, es inevitable que el deseo evolucione con el tiempo y es habitual que no lo haga de manera perfectamente sincronizada en las dos personas.
Si la relación de pareja es buena, esta discrepancia en el deseo no tiene por qué convertirse en un problema grave. De hecho, son muchas las parejas que se adaptan a él y que encuentran estrategias para no vivirlo como un problema.
Pero si la relación está deteriorada, y si además tenemos el prejuicio de que es normal dejar de tener sexo con la edad, entonces difícilmente recuperaremos una vida sexual satisfactoria. (…)
Además de estos problemas psicológicos que perjudican la sexualidad, pueden interferir también factores fisiológicos. El más común en hombres, aunque no el más grave, es el descenso progresivo de la testosterona con la edad, que se asocia con un declive de la actividad sexual, del rendimiento físico, de la masa muscular y de la sensación de vitalidad. (…) Un problema más grave, y también muy común, es una mala salud cardiovascular. Piensen que la erección depende de una compleja red de venas y arterias que controlan el riego sanguíneo del pene. Todo lo que perjudique una buena circulación de la sangre en el conjunto del organismo perjudica también la circulación en la zona genital y por lo tanto la erección en los hombres, así como la irrigación del clítoris en las mujeres. (…) Esto explica que los principales factores de riesgo para la disfunción eréctil sean los mismos que para las enfermedades cardiovasculares: la hipertensión, el tabaquismo, la obesidad, el sedentarismo y el exceso de colesterol. Y que los principales antídotos también sean los mismos: una dieta sana y una vida activa.
Si quieren datos concretos, el tabaquismo aumenta el riesgo de disfunción eréctil en un 50 por ciento y la obesidad, en más de un 90 por ciento. Por el contrario, una actividad física moderada, equivalente a correr treinta minutos tres veces por semana, lo reduce en un 30 por ciento, según un estudio de la Escuela de Salud Pública de Harvard.
También una dieta saludable ayuda a mantener una buena función sexual. La dieta mediterránea es la que ha demostrado tener un mayor efecto protector. Dentro de la dieta mediterránea, los alimentos ricos en flavonoides son los que más ayudan a prevenir la disfunción eréctil. No hay motivos para pensar que los alimentos beneficiosos vayan a ser muy distintos en mujeres.
Si quieren tener una dieta rica en flavonoides, les alegrará saber que no es difícil. Son un amplio grupo de sustancias de origen vegetal que se encuentran en un gran número de alimentos. Abundan en los frutos rojos, en los cítricos, en el perejil, en el cacao, en el vino tinto, en el té, en el café… Incluso hay un estudio que ha detectado que, en la población de EE.UU., tomar dos o tres tazas de café al día reduce el riesgo de disfunción eréctil en un 39 por ciento. La explicación es que algunos flavonoides actúan sobre las moléculas que regulan el sutil equilibrio entre la constricción y la dilatación de los vasos sanguíneos del pene.
Precisamente porque la erección depende de este equilibrio, y porque casi todos los fármacos que se recetan a los pacientes con enfermedades cardiovasculares afectan a la vasoconstricción y a la vasodilatación, no es infrecuente que estos pacientes experimenten una pérdida de función sexual. Son casos en que el problema no viene directamente de la enfermedad cardiovascular, sino de los fármacos que se les recetan para tratar la enfermedad.
Si no se les pregunta, ellos no lo comentan. Lo suelen vivir con resignación, como algo contra lo que nada se puede hacer. Eso es lo que piensan, que llega un momento en que uno se retira del sexo como un deportista se retira de la competición. Se retira y ya nunca más volverá a sentir el dulce sabor de la victoria. Total, qué va a decir el médico, que no es para tanto, porque qué importancia puede tener una erección comparada con un infarto. Pero si en la consulta se les pregunta, se descubre que sí tiene importancia para ellos. Una importancia enorme para muchos hombres.
Y aunque no hay garantía de éxito, hay estrategias para buscarle solución. (…) La experiencia muestra que muchos de estos pacientes —no todos, desafortunadamente— pueden recuperar una buena función sexual. Después, cuando vuelven a la consulta, lo que más expresan es agradecimiento. Doctor, dicen, me ha salvado. Y no lo dicen por el infarto, lo dicen por la erección.
Así que no se dejen engañar por los prejuicios de la edad. Hay personas que son perfectamente felices sin actividad sexual, lo cual está muy bien. Pero hay otras muchas para quienes el sexo sigue siendo importante a todas las edades. No hay ningún motivo para que deban renunciar solo porque el resto del mundo lo ignora o lo desaprueba y aún no ha asumido que la sexualidad en personas mayores es algo perfectamente normal.
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