16 May El sesgo de género en las mujeres con autismo: menos valoraciones, más camuflaje social y mayor cuestionamiento del diagnóstico.
El aumento de mujeres con TEA pone en evidencia que ha sido un rasgo infradiagnosticado en los últimos años: “Está habiendo muchos casos de adultas que están siendo valoradas a raíz de sus hijos”.
Blanca Sáinz
Con una prevalencia del 1% en la población, el Trastorno del Espectro Autista (TEA) está cobrando cada vez más importancia tras la pandemia. ¿El motivo? El shock que ha supuesto la vuelta a la rutina tras meses en la zona de confort “que es donde mejor se desenvuelven”. Así lo explica a este periódico Alberto Baliñas, trabajador social y gerente de la Asociación de Padres del Síndrome de Trastorno Espectro Autista y otros Trastornos Generalizados del Desarrollo de Cantabria (Aptacan): “Estamos recibiendo muchos casos pospandemia de preadolescentes y adolescentes que han tenido el detonante con ese regreso al entorno social”, resume.
Esta organización, que cuenta con 225 familias cántabras, está experimentando un “increíble” aumento de asociados con ejemplos como el de 2021, cuando se inscribieron 75 personas más. Sin embargo, el crecimiento verdaderamente “exponencial” se está dando en las mujeres con TEA, y no porque ahora haya más, sino por la cantidad de casos sin diagnosticar que existían: “Está habiendo muchos casos de adultas que están siendo valoradas a raíz de sus hijos”, señala el experto.
Y es que así como en el TEA con discapacidad intelectual asociada la diferencia de valoraciones es mínima, en el perfil de altas capacidades (antes llamado Síndrome de Asperger) hay muchas mujeres “camufladas”. “Por una parte, se habla de que las neuronas espejo están más desarrolladas en las mujeres que en los hombres, por lo que les es más fácil imitar y adquirir mejores habilidades sociales. Y luego, es que muchas, a base de perseverancia, han conseguido niveles de autonomía y desarrollo que han hecho que su diagnóstico pase desapercibido”, asevera Baliñas.
De igual forma, el gerente de Aptacan también considera que, socialmente, la España de hace 60 años también tuvo su influencia: “En esa época la mujer que estaba bien vista era tímida, recatada, siempre en un segundo plano… Y ese perfil bajo que se imponía a nivel social y laboral hacía que las mujeres se pudiesen camuflar mejor”, insiste.
El ejemplo de Nico
Nico es una santanderina de 25 años que está estudiando un curso de Diseño Gráfico en el Servicio Cántabro de Empleo. Tal y como cuenta, su madre siempre percibió algo “raro” en ella: “Me mandaba hacer una cosa y yo hacía otra, y no entendía por qué”. Sin embargo, el diagnóstico de TEA de su otro hijo a los 7 años (en ese momento Nico tenía 10) precipitó que su madre valorase que quizá lo que le pasaba a Nico también podía ser autismo.
No obstante, el diagnóstico no llegó hasta los 14 años, algo que para Nico ya pone en evidencia el machismo que lleva intrínseco este rasgo: “No es algo biológico, es que a las mujeres nos enseñan a ser más tímidas, más introvertidas y más modositas, justo unas características que tenemos los TEA. No está bien visto que una niña se manche la ropa o juegue al fútbol porque se entiende que las mujeres no tenemos que tener actividades motrices fuertes”, cuenta.
Asimismo, y pese a que el diagnóstico no deja de ser un alivio, esta joven reconoce que al principio llegó a negárselo a sí misma: “Si yo ya me sentía rara de por sí, saber que tenía TEA solo iba a hacer que fuese más rara”, revela. Esta supuesta “rareza” a la que se refiere Nico nació, según cuenta, por la “incomprensión” que sentía hacia sí misma: “Veía que los demás hacían cosas, que tenían habilidades que yo no tenía, y eso me hacía pensar que era menos”, argumenta antes de concluir que, como tantas personas con este rasgo, sufrió bullying.
Ahora, 11 años después de su valoración reconoce que uno de los problemas que aprecia es el cuestionamiento de su diagnóstico: “Es algo constante. Cada vez que le digo a la gente que tengo TEA me dicen que no lo parezco”, confiesa. Este asunto, que es especialmente frecuente en las mujeres por ese intento de imitación que termina siendo un camuflaje, llega a ser extremo en el caso de activistas que se exponen a las redes sociales: “Hay muchas activistas a las que se les llega a demandar ver su diagnóstico porque si no no se lo creen”, indica Nico antes de afirmar que “por el hecho de que no lo parezcas no significa que tengas un grado leve o que tú sí estés notando que eres muy diferente”.
Al terminar la entrevista con elDiario.es, esta santanderina hace un alegato en contra de los microprejuicios que hay sobre las personas con autismo. “En muchos casos es infundado, y prácticamente cada persona es diferente, pero creo que también promovemos esos clichés porque vemos series y películas que llevan al extremo los rasgos característicos sin darnos cuenta de que lo exageran para que sean más visibles a nivel televisivo”.
Cabe recordar que este rasgo, tanto en hombres como en un mujeres, es un trastorno del desarrollo psicosocial de origen neurobiológico que afecta principalmente a dos áreas: la comunicación y las habilidades sociales, y los intereses restringidos y los problemas conductuales.