01 Mar «El peor desayuno que se le puede dar a un niño es algo dulce»
Odile Fernández, con su libro «Mi niño come sano», pretende llevar a los hogares una guía teórica y práctica sobre la alimentación infantil.
ALEJANDRA GONZÁLEZ – MADRID
La alimentación de los niños españoles no es correcta. Así lo afirma la Organización Mundial de la Salud (OMS) al reconocer que son los más obesos de Europa. Hábitos poco saludables que han colocado a nuestro país a la cabeza de esta lista. Como guía para solventar este problema y con un propósito de dar consejos teóricos y prácticos sobre alimentación sana, la doctora Odile Fernández ha publicado «Mi niño come sano».
Madre de tres niños, esta médico de familia presenta un manual para potenciar la salud de los pequeños desde el embarazo hasta la adolescencia. Los lectores también tendrán propuestas de menús semanales a partir de productos frescos y de temporada.
¿Qué va a encontrar la gente en su libro?
Pretende ser una guía práctica de alimentación infantil, desde el primer minuto de embarazo hasta la adolescencia. Es un libro que se puede trasladar a una vida más saludable para toda la familia. La idea es que sea teórico y práctico: aprender qué alimentos elegir y cuáles no; cómo y dónde cocinarlos, cómo leer las etiquetas… Hay recetas fáciles y sencillas para todos.
Los niños son un mundo: lo que vale para uno, al otro no le sirve Pero, ¿existen pautas comunes?
No hay un truco infalible. Soy madre de tres niños y lo que con uno me funciona, con los otros no. Pero sí, en general, hay herramientas que son comunes. Para que un niño coma sano lo importante es que los padres coman saludable. No puedo pretender que mi hijo coma fruta si yo no lo hago y él no me ve haciéndolo. Somos el espejo en el que se van a reflejar y tenemos que dar ejemplo.
Otra pauta sería no comprar aquello que no queremos que el niño coma. Si no quiero que beba refrescos, no puedo tenerlo accesible porque sino lo pedirá y tendré que dejarle beber. También hay que implicarles más en la compra de productos sanos y en la cocina: que cocinen con los padres, se impliquen, toquen, huelan… Además, se ha visto que es importante para crear esos hábitos comer todos juntos. Para que un niño tenga una relación sana con la comida no tiene que haber premios y castigos. «Si te comes las lentejas, vas al parque». Es importante no recurrir a ello. Hay que dedicarle paciencia, amor…
Cuando los niños empiezan con los cambios de alimentación hay que ser muy paciente y constante. Si no quiere ensalada el primer día, se puede intentar ser más creativo para que vaya más allá de la lechuga y el tomate.
En la lactancia materna, por ejemplo, ¿qué diferencias se aprecian en el niño que la toma?
Lo ideal sería que los primeros seis meses de vida, el bebé se alimentase de leche materna exclusiva. De ahí hasta los dos años, combinarla con alimentación complementaria. Esos seis primeros meses ayuda a que el niño tenga menos enfermedades, no solo agudas, sino que tendrá un sistema inmunológico más potente (menos riesgo de cáncer, diabetes, enfermedades cardíacas…). También menos posibilidades de obesidad o sobrepeso, uno de los problemas de nuestra sociedad. La lactancia materna es como una vacuna diaria. No solo protege al niño, sino también a la madre del cáncer de mama y ovarios.
Además, se ha demostrado que su cociente intelectual es mayor que en niños con lactancia artificial. Todo son ventajas y, además, es cómodo, práctico.
Hay muchas madres que no pueden dar el pecho, no porque no quieran…
La lactancia materna es el alimento ideal, por eso las madres lo producen, pero, por supuesto, si no se puede o quiere, está la leche de fórmula que es una alternativa saludable. Una de las cosas que aparecen en el libro es cómo hacer que dar el biberón pueda ser lo más parecido a la lactancia materna. El pecho no es solo alimento, es contacto, amor, apego… Aunque se dé el biberón, esto también puede hacerse: el coger al bebé en brazos, darle cariño… Para que un niño se desarrolle, tanto su cerebro como socialmente, lo que necesita es amor de su madre. Se puede compensar una carencia con muchos estímulos. Lo peor sería un pequeño criado con biberón y sin afecto por parte de su familia.
Ante caprichos como el chocolate o las chucherías, ¿los padres deben ceder?
No deberíamos, pero es difícil. Esos productos, en los supermercados, están estratégicamente colocados para que el niño lo pida. Con tal de evitar la rabieta o el conflicto, acabamos comprándolos. ¿Qué sería lo ideal? Que se prohibiese esa promoción de alimentos insanos. Eso no está en nuestras manos, pero los padres, y la sociedad en general, debemos evitar esas políticas sanitarias.
¿Los pequeños tienen que hacer cinco comidas a diario?
A día de hoy, eso está comprobado que no es necesario. Cada persona tiene un ritmo y hay quien come dos veces al día o siete. Lo importante es no comer en exceso, es decir, no estar sobrealimentado. El número de comidas depende de los bioritmos de cada uno. En el tema de los niños pequeños, ellos suelen, de manera natural si se les deja, tomar poca cantidad pero muchas veces. Hay que respetarles, pero tener cuidado con lo que están comiendo. No es lo mismo comer muchas veces si son cosas saludables, que comer palomitas, gusanitos o derivados.
El desayuno es la lucha para muchos padres. ¿Qué se debe hacer?
Es una de las grandes riñas. Muchas veces preferimos la cantidad a la calidad. Dejamos que tomen leche con galletas o cereales con tal de que no se vayan en ayunas a clase. Esto puede que no sea lo saludable, a lo mejor es mejor que vaya al colegio sin desayunar. Sabemos que el peor desayuno que se le puede dar a un niño es algo dulce, lo que hace la mayoría de los pequeños españoles. Ese exceso de azúcar por la mañana, va a activar su páncreas desde temprano, proporcionar insulina y eso se nota en el rendimiento escolar.
Sin embargo, si toma desayuno con baja carga glucémica, se ha comprobado que mejora el rendimiento escolar y la cantidad de energía. Un desayuno ideal podría ser unos huevos revueltos con verduras, una tortilla, un yogurt natural sin azúcar, una tostada integral con aguacate o aceite… Lo peor es lo que se está haciendo, darles un desayuno dulce. Y lo estamos haciendo mal porque, a día de hoy, los niños españoles son los más obesos de Europa, lo que implica mayor riesgo de enfermedades.
¿Es bueno incluir azúcar en su alimentación?
Una vez que han nacido, los niños se acostumbran a lo que los padres les ofrezcan. Si es bollería y pastelería, se va a acostumbrar a eso. Si se opta por el yogurt natural sin azúcar, por ejemplo, al pequeño le va a gustar ese sabor porque será a lo que esté acostumbrado. La introducción del dulce, las chucherías, el azúcar refinado, los refrescos…, cuanto más tarde, mejor.
Por desgracia, casi el 18% de los niños de dos años ya ha probado los refrescos. A mayor consumo de azúcar, más riesgo de enfermedades y obesidad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), no se debe tomar más de 17 gramos de azúcar añadido en un niño; se estima que los niños españoles están tomando 65 gr. Azúcar oculto que muchas veces los padres no son conscientes porque está en las pizzas, embutidos, refrescos que muchos toman como agua. De ahí la importancia de leer las etiquetas para reconocer esa cantidad, para que seamos conscientes que no todos los alimentos infantiles que están en el mercado realmente son saludables.
¿Es bueno cambiar el supermercado por el mercado?
Por supuesto. Si yo voy a comprar con mi hijo al mercado y solo hay fruta, hortalizas, carne, pescado, él no va a tener problemas o rabietas de cuando ve el chocolate o chucherías. El mercado es una oportunidad para aprender, para ver color, incluso para conocer el comercio local. Sin embargo, el «super» suele ser una fuente de conflicto porque reclaman todo.
La lucha del «Esto no me gusta». ¿Cómo pueden introducir los padres nuevos alimentos?
Es verdad que a veces hay ese rechazo porque no le guste o, simplemente, no quieran probarlo. Una de las cosas que se recomienda es ofrecerlo varias veces. Si un día no lo quiere probar, no hay que desistir. Se aconseja ofrecerlo ocho veces antes de decir «esto no lo quiere». También está la parte de ser creativo. No es lo mismo ofrecer una coliflor cruda, que meterla en una tortilla o hacer una crema. Un mismo alimento puede cocinarse de diferentes formas y será cuando el niño se acostumbre a ese sabor. Siempre con paciencia y amor, sin castigos.
Por último, como consejo para los padres… ¿Debe ser un espejo para sus hijos?
Como adulto, hay que dar ejemplo. Cuando eres padre, te ves reflejado en tus progenitores haciendo lo mismo o diciendo, incluso, las mismas frases. Porque son nuestros referentes e igual le va a pasar a nuestros hijos. Si yo no como fruta, él no lo hará. Si en casa ven que el consumo de fruta es lo habitual, que está accesible, ellos van a tener ese interés. Con la adolescencia, ese cambio de alimentación es más complicado, pero con paciencia y dando ejemplo, los niños acaban comiendo como nosotros. Es verdad que estamos en una sociedad donde es muy difícil tener buenos hábitos, sobre todo si se habla de cumpleaños, centros comerciales con raciones extra-grandes, el paquete de palomitas gigantes en el cine…, pero hay que intentar cambiar.
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