19 Jun «El edadismo es muy perjudicial, un problema de salud pública».
El debate ‘Hablemos de…’ de Fundación «la Caixa» y ABC abordó la falta de medidas para acabar con la discriminación por edad.
2024. ABC
Laura Peraita
El término edadismo hace referencia a la forma de pensar, sentir y actuar hacia otras personas, o hacia nosotros mismos, en función de la edad. Se acuñó en los años 60 en EE.UU., pero no se incorporó al diccionario español hasta 2022. «Es un fenómeno del que se está tomando conciencia en los últimos años, a pesar de que hay constancia de él en la antigua Grecia o, incluso, en el antiguo Egipto. El mismo Aristóteles ya reflejaba una visión de la vejez como una etapa en la que las personas son inútiles, egoístas, tacañas…», aseguró Vânia de la Fuente-Núñez, médico antopóloga y experta internacional en envejecimiento saludable, durante el debate ‘Hablemos de…’, celebrado bajo el título ‘Edadismo y Personas mayores: Cómo abordarlo para crear un mundo para todas las edades’, del programa de Personas Mayores de la Fundación «la Caixa» en colaboración con ABC.
Aseguró esta especialista, con más de una década de trabajo en la Organización Mundial de la Salud (OMS) como responsable de la campaña Mundial contra el Edadismo, que este concepto «está aceptado socialmente, pero tiene efectos muy dañinos». Apuntó que está asociado con una muerte más temprana. «Investigaciones en EE.UU. han demostrado que las personas con percepciones positivas acerca del envejecimiento viven de promedio 7,5 años más que las que tienen percepciones negativas. También afecta a un mayor deterioro funcional, presencia de trastornos crónicos, mayores hospitalizaciones, peor recuperación… Del mismo modo, repercute en la salud mental. De hecho, cerca de 6 millones de casos de depresión podrían ser atribuibles al edadismo que, además, acelera el deterioro cognitivo, aumentar el aislamiento y la soledad no deseada en la vejez. El edadismo, sin duda, es un problema de salud pública».
Pese a todo, esta experta señaló que en España, un 60% de la población considera que no es un problema serio, cuando la evidencia indica lo contrario. «Faltan mayores esfuerzos para que la sociedad sea consciente del daño que nos está haciendo y lo instalado que está».
María Eugenia Gorostiza, catedrática de matemáticas jubilada, aseguró en el debate que no ha sufrido este fenómeno desde un punto de vista profesional «por ser funcionaria», pero sí lo ha visto en personas cercanas y lamentó que no hay una educación sobre el tema desde edades tempranas. «He trabajado en colegios, institutos, universidades y no he visto ninguna actividad formativa para mejorar las relaciones con los abuelos, visitas a centros de mayores, iniciativas para compartir cómo los alumnos valoran esta etapa de la vida, etc. Yo propuse en una ocasión que se incluyeran en el currículum escolar actividades como tutorías, visitas, redacciones… para no depender sólo de la voluntad de una persona concienciada con el tema».
De la Fuente-Núñez coincidió en que hay muy buenas iniciativas de personas apasionadas, con gran voluntad de cambiar las cosas, pero sin apoyo formal. Insistió en que «a partir de los cuatro años ya interiorizamos los estereotipos sobre la edad y los utilizamos para guiar nuestras relaciones con los demás, pero también con nosotros mismos. Si no abordamos este asunto desde pequeños se pierde una gran oportunidad».
Explicó que hay un problema añadido que es el edadismo infligido, «el que acabamos dirigiendo hacia nosotros mismos al interiorizar todos los estereotipos aprendidos desde los 4 años y a los que hemos estado expuestos a lo largo de la vida. Hay uno muy perjudicial que asimila la vejez a enfermedad, lo que provoca que si yo llego a esta etapa no me esfuerce por estar bien, lo que impacta mucho en mi salud. Es decir, nos enferma».
No perder el contacto con la sociedad
María Eugenia Gorostiza resaltó que esto tiene mucho que ver en cómo se asume la vida al llegar la jubilación. «Si se da por aceptado que es el fin de la vida, va a ir mal, porque esa persona se negará a comunicarse con los demás, a intervenir en actividades… porque carece de ese impulso que también los médicos, los geriatras, e incluso las mismas familias, deberían esforzarse en dar para que los mayores no pierdan el contacto con la sociedad. En la televisión hay anuncios contra el tabaco, para prevenir accidentes de tráfico…, pero no he visto ninguna campaña institucional en favor de los mayores, para convencerles de que lleven una vida activa, limitada sólo por la enfermedad, pero no por la edad. Yo he luchado por eso mucho, y sigo en ello».
Alfredo Payá, médico jubilado, coincidió al apuntar en su turno de palabra que el edadismo «nos viene en el ADN porque nos lo han inculcado desde pequeños» y confesó que también le preocupa el que sufren los jóvenes «porque en ocasiones no se pueden recuperar bien de ciertas situaciones, aunque tengan muchos más años para hacerlo o más recursos, porque, por ejemplo, se les puede bloquear la entrada a puestos de trabajo por edad, lo que es un problema muy serio para la sociedad. No podría decir cuál es peor, si el edadismo hacia los mayores o los jóvenes. Ambos generan desventajas muy injustas».
Pocos datos del impacto en la población joven
Vânia de la Fuente-Núñez añadió que no hay muchos datos acerca del impacto en la población joven porque casi no se ha investigado. «Lo cierto es que cuando tenemos media edad se diseña un plan sobre los estudios a elegir, el ingreso en la universidad… percibimos una vida llena de oportunidades. Sin embargo, evitamos pensar en la vejez hasta que no queda más remedio por tenerla a las puertas, lo que nos impide proyectarnos y generar un plan para esta etapa. Y no se hace porque existen muchos estigmas de la vejez. El edadismo autoinflingido es un reflejo del edadismo en la sociedad y en las instituciones que discriminan por edad».
Por este motivo, y para crear un mundo para todas las edades, esta experta consideró que es imprescindible trabajar en tres líneas. «La primera hace referencia a las políticas y leyes para que prohíban la discriminación por edad y protejan nuestros derechos independientemente de la edad que tengamos. En España, por ejemplo, se aprobó en 2022 una ley para la igualdad de trato y la no discriminación que, por primera vez en el ordenamiento jurídico español, da mayor entidad a la discriminación por edad. Es la primera vez, pero no se está aplicando bien porque se está obviando la creación de una autoridad independiente que vele por el cumplimiento de la ley. También se necesitaría –prosigue– una Convención de Naciones Unidas de protección de los derechos de las personas mayores. Esto se lleva planteando desde el año 2010».
En segundo lugar, considera indispensable generar actividades educativas para disipar conceptos erróneos acerca del envejecimiento, como los juegos de rol que se pueden implementar a lo largo de todo el ciclo formativo, o a través de iniciativas como este debate de ‘Hablemos de…’.
Por último, señalo que habría que diseñar iniciativas intergeneracionales que unan a personas de diferentes edades con intereses comunes. «Hay múltiples fórmulas que sabemos que funcionan», añadió.
En el cierre del debate, De la Fuente-Núñez se mostró optimista al considerar que acabar con el edadismo «al igual que se han logrado grandes avances en la igualdad de la mujer, y aunque queda mucho trabajo por hacer, también lo lograremos en cuanto a la edad. Sobre todo confío mucho en la generación que se va a jubilar ahora, ya que ha luchado por derechos en muchas áreas y no creo que vaya a quedarse callada».