El botón que apaga la soledad

El botón que apaga la soledad

El servicio de teleasistencia de Cruz Roja, pionero en España, cumple un cuarto de siglo. En Galicia atiende a 8.900 usuarios «No tantos como debería», asegura Loreto Somoza, coordinadora del programa de mayores

RODRI GARCÍA

Ángel cumple hoy 88 años. Entre las llamadas que recibirá está, aunque sea domingo, la de una de las personas del servicio de teleasistencia de Cruz Roja. Durante unos minutos le preguntarán cómo está y este hombre vitalista quizá les haga incluso alguna broma, como cuando al entrar en su casa ironiza: «Tengo aquí un pisito de soltero». Ángel Ramos Muñoz vive solo en un barrio de A Coruña y es uno de los 8.900 gallegos que son usuarios de la teleasistencia de Cruz Roja, un servicio que cumple 25 años y que en su día fue pionero en la atención a este colectivo.

Loreto Somoza es la coordinadora del programa de mayores de Cruz Roja en Galicia y sitúa el inicio de la teleasistencia de la ONG en 1990 cuando «empezaron a impulsarse programas del entonces Inserso, dentro del trabajo con las personas mayores para el envejecimiento y la ayuda a domicilio». Fue cuando Cruz Roja inicio su labor con este colectivo si bien con un enfoque en el que todos los programas se ponen en marcha con una premisa básica: «Que las personas puedan envejecer en su casa, porque para ellos es una cosa buena, tienen mejor calidad de vida, envejecen más despacio y no se desorientan, como les suele ocurrir cuando se trasladan a otros lugares».

Además, una de las cosas que detectaron, viendo los servicios más habituales que prestaban sus ambulancias, era el elevado número de traslados que tenían que hacer de personas mayores que se habían caído en su casa o habían sufrido algún percance y por ello «nos dimos cuenta de que había muchas emergencias pequeñas», evoca. «Pensamos que teníamos que hacer algo y a la hora de ver como podíamos solucionar este problema se nos ocurrió que la tecnología, entonces mucho menos desarrollada que ahora, era muy importante y además podía suponer un importante ahorro de costes», recuerda Somoza. Fue así como echó a andar la teleasistencia, inicialmente con algunos de los usuarios de la ayuda a domicilio que prestaban los voluntarios de Cruz Roja: «iban a sus casas todos los días para ayudarles en algunas cosas y les pedían que pusieran la alarma».
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Ese fue el inicio, «con esos usuarios de A Coruña, Ferrol, Santiago, Ourense… Empezamos con 40 personas, luego fueron 70 y ahora son 8.900, aunque no son tantas como debería». Y es que Loreto Somoza recuerda que provincias como Lugo y Ourense son las más envejecidas en Europa y por ello «deberíamos llegar a los 12.000 o 14.000 usuarios en Galicia». En España hay 200.000 personas que reciben este servicio de Cruz Roja cuya sencillez destaca su coordinadora en Galicia: «Simplemente teniendo una línea telefónica en el domicilio, instalamos la alarma con un botón que llevan encima en todo momento, incluso pueden ducharse sin sacarlo, y esto permite que una persona mayor viva sola en su casa». Claro que también hay casos de matrimonios, que lo tienen los dos. Este botón se puede pulsar desde cualquier lugar, la llamada se recibe en la centralita de Cruz Roja que funciona las 24 horas y la comunicación se hace a través del manos libres que suena «en toda la vivienda», tal y como destaca Ángel Ramos, que es usuario de este servicio y al mismo tiempo es voluntario en otros proyectos de la ONG. «Este aparato es para una emergencia: aprieto aquí y llega a la central y ya me preguntan qué ha pasado», indica. «De vez en cuando me llaman ellos para ver como ando; esto me da tranquilidad, aunque hoy en día me arreglo perfectamente, pastillas no tomo ninguna… Este año me apunté a gimnasia en el centro social, pero no me tocó así que estaré sin ella», detalla este hombre nacido en Pontedeume y que trabajó como autónomo durante más de 40 años: «Tenía una fábrica de lejía en Adelaira Muro y vendíamos a las tiendas, no a particulares». A los 63 años se jubiló, hace cinco años empezó a colaborar con Cruz Roja: «Había una cuestación en los Cantones y una chica se me acercó, me engatuso y entré como voluntario». Sigue conduciendo, aunque reconocer que saca poco el coche, y l leva más de un año con el servicio de teleasistencia, un aparato que por el momento no ha utilizado.

Antes que usuario, Ángel Ramos ayudaba a los que ya lo eran: «Los que están en teleasistencia tienen unos voluntarios que van a verlos de vez en cuando a sus casas y yo tenía cuatro o cinco; uno es una mujer que se fue después a una residencia y ahora voy a verla de vez en cuando; me recibe con los brazos abiertos y dice: ?ahí viene mi Ángel?. Y eso da mucha alegría, te abre el corazón; una persona que no era nada tuyo, que la conociste porque fuiste a verla un día por culpa de Cruz Roja, te hiciste amiga de ella y ahí estamos».

Ángel Ramos reconoce que hay personas mayores que están muy solas: «En el Torrente Ballester (una residencia de mayores) tenemos personas que las dejaron allí y si te he visto ni me acuerdo… Hay uno allí que no quiere saber nada de nadie, solo conmigo: ?Píllasme unha Coca-cola? y ya está contento. Eso te alegra un montón: los atiendes, pero ellos te aprecian».

Y es que, contrariamente a lo que pudiera parecer, «la soledad y el aislamiento se da mas en la ciudad que en el campo», asegura Laura Somoza. Esto se debe a que en el medio rural cuando una persona está sola «los vecinos saben a donde ha ido: fue a la feria, fue al médico, pero en un edificio la gente que llega a un edificio ni siquiera se presenta a sus vecinos. Por eso la gente no quiere venirse a la ciudad». Indica asimismo que la difusión del servicio ha hecho que en todos los ayuntamientos de Galicia exista algún usuario. Además, cada vez son personas de más edad y «el perfil básico de los usuarios es el de una mujer de 80 años, o algo más, son muchas las mujeres que viven solas», detalla Somoza.

Esa soledad es uno de los motivos por los que en bastantes ocasiones se producen llamadas por error, usuarios que pulsan en botón y al preguntarles por lo que les ocurre indican que se equivocaron: «En realidad lo que quieren es hablar un poco, saber que hay alguien detrás y así se quedan más tranquilos». Mujeres que quedan viudas de estar cuidando mucho tiempo a su marido o cuidadoras después de fallecer la persona que cuidaban suele ser víctimas de esa soledad. Por todo ello, el entorno de cada usuario juega un papel importante en la teleasistencia y lo habitual es que Cruz Roja tenga el contacto con algún vecino o alguna persona que está cerca para unas emergencias que pueden ser, detalla Somoza, pueden ser sanitarias, por empeoramiento de la salud o una caída, o sociales cuando, por ejemplo, se quedan sin medicamentos. Todos ellos están conectados con una centralita en la que hay 12 o 15 personas y en la que suena ese botón para apagar la soledad.

www.lavozdegalicia.es/noticia/extravoz/2015/09/25/boton-apaga-soledad/00031443178313713650486.htm