07 Oct «El aprendizaje se puede disfrutar más en la última etapa de la vida».
El programa ‘Hablemos de…’, de Fundación «la Caixa» y ABC, apuesta por motivar a las personas mayores a desarrollar su talento para potenciar su proyecto de vida, identidad y sentido.
2024. 65Ymás
Laura Peraita
Adquirir nuevos conocimientos y habilidades es posible a cualquier edad. Es más, la capacidad de aprender y desarrollar talento se mantiene e, incluso, «se puede disfrutar más en la vejez». Así lo apunta María Márquez, Doctora en Psicología y profesora de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), participante de la iniciativa ‘Hablemos de…’, de Fundación «la Caixa» y ABC, que en esta ocasión aborda ‘El aprendizaje y las personas mayores’.
Esta especialista no es ajena a que el envejecimiento puede afectar a algunos procesos cognitivos, pero añade que la capacidad de aprender con el paso de los años es el resultado de cómo se hayan cultivado estas competencias a lo largo de la vida. «Es decir, existe bastante continuidad –puntualiza–. Si nos ha gustado aprender, leer… desde jóvenes, es probable que mantengamos estas actividades de mayores y que los procesos cognitivos (memoria, atención, velocidad de procesamiento, vocabulario, etc.) sigan funcionando bastante bien, aunque haya cierta disminución en su eficacia, vinculada al proceso normal de envejecimiento».
La buena noticia es que, en su opinión, estos cambios no anulan la capacidad para seguir aprendiendo. «Gracias a la neuroplasticidad, el cerebro parece adaptarse bastante bien a las modificaciones asociadas a la edad y puede reorganizarse y reclutar nuevas zonas cerebrales para realizar tareas antes llevadas a cabo en otras zonas de este órgano afectadas por el paso de los años».
Señala, además, que precisamente seguir aprendiendo previene y retrasa el efecto negativo del envejecimiento cerebral: «Es como ir al ‘gimnasio cognitivo’, ya que entrenamos esos ‘músculos’ que son nuestros procesos de percepción, memoria, atención y velocidad de procesamiento de la información». Pero no es el único aspecto positivo. «Potenciar nuestras capacidades y talentos nos permite seguir desarrollando nuestro proyecto de vida, crecer como personas y enriquecernos de experiencias y aprendizajes que nos aportan, no solo diversión, sino identidad, sentido y dirección. El bienestar psicológico (mayor autoestima, satisfacción personal, etc.) se ve claramente potenciado cuando se ejerce la capacidad de seguir aprendiendo».
No obstante, María Márquez considera que es necesario crear formatos diferentes a los llamados centros de mayores, con los que muchas personas no se identifican. «Se deben diseñar espacios de oportunidad en los que las personas de cualquier edad puedan seguir desarrollando actividades formativas, con contenidos aplicables útiles y vinculados con sus deseos, valores, competencias e historias de vida. Una opción muy atractiva son las propuestas intergeneracionales que, sin duda, se deben potenciar».
Creencias edadistas muy sutiles
Pese a todo, esta Doctora en Psicología considera que para que el proceso de aprendizaje se consolide es necesario sensibilizar a la sociedad sobre la presencia de creencias edadistas, a veces muy sutiles, que se reflejan en diferentes formas de discriminación a los mayores. «En ocasiones –advierte–, el edadismo está en las propias personas que envejecemos, en pensamientos que obstaculizan, entre otras cosas, desarrollar nuestro talento, seguir implicados en nuevos aprendizajes. No son pocos los que dicen ‘a mis años, ya lo tengo todo aprendido… no voy a aprender nada nuevo’ o ‘ya no tengo edad para esto de aprender cosas nuevas o desarrollar mi talento’… Así, difícilmente vamos a implicarnos en nuevos conocimientos. Todas las medidas para concienciarnos sobre la importancia del edadismo y luchar para disminuirlo serán apropiadas».
José Luis Cereceda (67 años), Físico jubilado, coincide en que conoce mayores que se preguntan ‘¿para qué seguir aprendiendo a su edad?’. «La gente se hace cómoda, pierde el interés. Es un error no hacer nada porque acelera el envejecimiento. Les diría que instruirse es muy enriquecedor, les hace relacionarse y ampliar el círculo de amistades. Descubrir áreas de interés se puede hacer a cualquier edad, a los 60, 70…, a los 80 también, adaptado a las limitaciones de cada uno».
Anima a todas las personas a seguir activos para ampliar conocimientos en cualquier etapa de la vida. «El que no hace nada a nuestra edad es porque no quiere. Hay una amplia oferta en las administraciones, ayuntamientos, centros de mayores. No hay excusas».
Reconoce que su vocación como docente quedó frustrada, ya que trabajó como informático en el CSIC durante años. Su jubilación le llegó a la par que la pandemia por el Covid-19 y tras el encierro domiciliario obligatorio decidió que no se quedaría de brazos cruzados. «Me presenté en el Museo Geominero y me ofrecí para ser guía voluntario, actividad que realizo dos días a la semana. Algunos visitantes me hacen preguntas que, la verdad, no sé responder y eso me motiva a investigar para obtener respuestas».
Confiesa que aprender por aprender «puede resultar una barbarie, pero cuando encuentras una motivación es increíble la gran satisfacción personal que aporta. El conocimiento es como un ramo de cerezas; una rama te lleva a otra».
Su inquietud por crecer en conocimiento le llevó a apuntarse a talleres de impresión en 3D y de solfeo en el Espacio Fundación «la Caixa». «Ahora asisto también a clases de ajedrez y de papiroflexia para poder enseñar a mis nietos. No hay que olvidar que seguir activos, con inquietud de seguir formándose, es un ejemplo para las generaciones venideras». Además, en su opinión, tener este tipo de rutina cada día es fundamental. «Te hace levantarte cada mañana con una misión, no con el vacío de esperar a que pase el tiempo hasta que llegue la hora de comer. El cerebro es un músculo y, como tal, hay que ejercitarlo para que no se atrofie».
Sin motivación es difícil
Fernando Gutiérrez (67 años) se ha jubilado hace un año y no esconde tampoco su interés por saber más. Es catedrático de Ingeniería Química y ha dado clases en la Universidad Politécnica durante más de 40 años. Explica que hay grandes diferencias en el apredizaje según la etapa vital. «Cuando eres joven quieres estudiar porque es lo que te facilita aprobar asignaturas para pasar de curso, o para sacar una oposición que permita un trabajo fijo, o para crecer profesionalmente y ascender de puesto. Sin embargo, las personas mayores desean formarse motivados por una evolución personal, por cumplir expectativas. Sin motivación es difícil».
Reconoce que este proceso se facilita cuando el individuo tiene una capacidad intelectual previa. «También está condicionado, más que por la propia edad, por las diferencias culturales y la clase social a la que se pertenezca. Es decir, hay quienes poseen aprendizajes previos pero que no pudieron desarrollarlos más durante su vida laboral y deciden hacerlo en su jubilación, mientras que hay otros que caen en una especie de atonía debida, en muchos casos, a la falta de hábitos culturales o a actitudes tras una vida laboral ‘poco creativa’. Estos factores de ‘clase’ pueden tener quizá más importancia que otros como el edadismo o el deterioro propio de la edad».
Asegura que hay estudios que ponen de manifiesto que si los mayores se rodean de ambientes estimulantes y tienen a su alcance actividades, es probable que aumenten sus facultades cognitivas, el sentimiento de gratificación y con él la calidad de vida. «Lo importante es tener motivación, deseo de superación, y es una facultad intrínseca cuando la persona fija su interés en una actividad por placer-satisfacción mientras aprende o explora algo nuevo. Hay investigaciones que aseguran que las personas de más edad son capaces de obtener niveles de conocimiento iguales o mayores que las más jóvenes si disponen de estímulos».
Y es que hay mucho que ganar –apunta Gutiérrez–. «Fomenta la autonomía, la autoestima y la capacidad de decidir, lo que incrementa la libertad. También permite desarrollar la sociabilidad, cuando en muchos casos se ha sufrido una quiebra en las relaciones sociales. Y, además, ayuda a potenciar el sentimiento de utilidad tras la fractura de su vida laboral para lograr la apertura volitiva hacia el nuevo futuro que facilite una vida plena hasta el final», concluye.