02 Abr Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo
Los trastornos del espectro autista (TEA) comienzan en la infancia y persisten hasta la adolescencia y la edad adulta, y aunque algunas personas pueden vivir de forma independiente, otras con discapacidades graves necesitan constante atención y apoyo durante toda su vida. Los TEA impactan no sólo en la persona sino también en su familia, y en la calidad de vida de todos sus miembros. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), uno de cada 160 niños tiene un trastorno del espectro autista. Se estima que en España lo sufren 450.000 personas.
El número de casos de TEA ha aumentando en las últimas décadas, entre otras razones por una mayor concienciación, la ampliación de los criterios diagnósticos y mejores herramientas para ello.
La mayoría de los casos se manifiestan en los primeros 5 años de vida, y esas manifestaciones de los TEA pueden variar notablemente entre las personas que los presentan, igual que sus habilidades intelectuales, que pueden ir desde la discapacidad intelectual hasta una capacidad intelectual superior al rango medio.
Pese a estudios que así lo apuntaban – plagados de errores metodológicos, según recuerda la OMS -, no hay una relación causal entre los TEA y la vacuna contra el sarampión, la parotiditis y la rubéola, ni hay prueba científica de que otras vacunas infantiles puedan aumentar el riesgo de TEA.
Los TEA son trastornos complejos, que afectan al desarrollo del sistema nervioso y al funcionamiento cerebral, especialmente en los aspectos relacionados con el procesamiento de la información que proviene de los estímulos sociales. Se caracterizan por la alteración del comportamiento social, la comunicación y el lenguaje, y un repertorio de intereses y actividades restringido, estereotipado y repetitivo.
Aunque por el momento no se ha conseguido determinar una causa única que explique la aparición de los trastornos del espectro autista, sí se conoce la fuerte implicación genética en su origen, y se apunta a la relevancia que puede tener la interacción entre los distintos genes y diferentes factores ambientales en el desarrollo de los TEA.
Las personas con TEA sí comparten las características específicas de este tipo de trastornos. Como norma general, las habilidades de interacción social son muy distintas de las habituales, desde el aislamiento social importante o un inexistente interés en relacionarse con los demás a un intento de hacerlo en el que no se sabe que pautas seguir ni se tiene en cuenta la reacción de la otra persona.
Además de esa dificultad para la interacción con otras personas, es característica la alteración de las habilidades comunicativas, tanto verbales como no verbales, que también se manifiestan en múltiples grados, desde las personas que no emplean ningún lenguaje hasta las que tienen capacidades lingüísticas fluidas, pero no saben utilizarlas.
Otro rasgo de las personas con TEA es su reducido repertorio de intereses y conductas. Los mismos comportamientos de forma repetitiva, problemas para afrontar cambios en su entorno y actividades y una capacidad limitada para entender las emociones e intenciones de los demás son manifestaciones clásicas de los trastornos del espectro autista.
¿Cuáles son las principales señales del desarrollo de un trastorno del espectro autista?
Cada caso es diferente, y algunos signos pueden aparecer en etapas más tardías de las establecidas. Además, la aparición de estos factores de forma aislada no implican la existencia de un TEA, pero sí son señales de alerta para las familias del riesgo de que se presente un trastorno de este tipo en el desarrollo, que debe ser evaluado por un especialista.
Hacia los 12 meses de edad
· No balbucea.
· No hace gestos como saludar con la mano, señalar para pedir algo o mostrar objetos.
· No reconoce su nombre ni responde cuando se le llama.
· No se interesa ni se implica en juegos interactivos sencillos.
Entre los 12 y los 18 meses de edad
· No dice palabras sencillas.
· No responde a su nombre.
· Presenta un uso limitado o disminuido del contacto ocular.
· Ausencia de balbuceo social/comunicativo como si conversara con el adulto.
· Ausencia de imitación espontánea.
· No señala para pedir algo.
· No mira hacia donde otros señalan.
· No enseña o muestra objetos.
· Puede manifestar una respuesta inusual ante estímulos auditivos.
· Falta de interés en juegos interactivos simples.
Hacia los 24 meses
· No dice frases de dos o más palabras que sean espontáneas y no sólo repeticiones de lo que ha escuchado a los demás.
· Tiene dificultades para mantener el contacto ocular cuando se le habla, y no sigue objetos con la mirada.
· No se implica en juegos compartidos y parece no disfrutar de la relación compartida con otras personas.