DESPACIO, DEPRISA, REAL O VIRTUAL

DESPACIO, DEPRISA, REAL O VIRTUAL

La revolución que han provocado las tecnologías de la información y la comunicación, invitándonos de forma obstinada a estar en contacto permanente y continuo con la realidad social propia a través de WhatsApp y ajena (medios de comunicación social, redes sociales, etc.) mediante un dispositivo móvil, pequeño, accesible, usable que llevamos en el bolsillo para informarnos de lo que ocurre en el mundo al instante. Nos da la hora, el tiempo previsto, la temperatura, puedes escuchar tu música preferida, o la radio, puedes hacer fotos, videos que podrás enviar en tiempo real a cualquier punto del globo terráqueo. Toda una industria en tus manos, que dependiendo del tiempo e interés que le pongas, dispondrás de aplicaciones en muchos casos gratuitas, de todo lo que puedas imaginar: desde poner el riego automatizado, domotizar la vivienda, a jugar a matar, o a contar pasos y calorías por poner unos ejemplos. Frente a esta vertiginosa manera de vivir, con el teléfono móvil pegado al cuerpo, resulta que se habla menos, se piensa poco lo que se dice y como se dice; se publicita con imágenes la vida propia y ajena a través del grupo de “amigos” de facebook, twitter, tuenti…con la apariencia de normalidad, preocupándose y ocupándose de contar en el mismo instante lo que se vive, confundiendo lo real y lo virtual. Insisto, frente a todo esto, que nos afecta a toda la sociedad, porque desde los nativos digitales que ya denominan a los niños actuales, hasta las personas más mayores, usan y abusan de esta tecnología, que nos tiene hipnotizados.

Frente a esta avalancha imparable existe otra tendencia creciente que usa la tecnología, pero quiere calma, tiempo para pensar y decidir, respeto a los otros, a la propia imagen, a uno mismo. No quiere publicitar su vida. Desea disfrutarla sin la obligación de tenerla que contar. Son maneras diferentes de vivir. Frente a la vida virtual, prefiero la real, y frente a las prisas del día a día, ¿Porqué no bajarse del tren y ponerse a caminar? El camino de Santiago está bien señalizado. Más de 20 años se lleva promocionando este Itinerario Cultural Europeo que además la Unesco lo ha catalogado como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Este camino, son muchos caminos y todos llegan a Santiago. Solo tenéis que ojear en “San Google”. El más concurrido es el “francés”, aunque todas las etapas menos una, están en territorio español.

Durante estos últimos 20 años, al tiempo que las tecnologías llegaban a nuestras manos, se han creado infraestructuras de servicios para los caminantes, peregrinos (albergues, privados y públicos, bares, pensiones, hoteles, restaurantes, supermercados, transporte de mochilas, taxis… lo que se precise) y hay pueblos como Pedrouzo, que prácticamente no existía y ahora cuenta con más de 1.200 camas. Son miles los caminantes que llegan a Santiago durante todo el año, y buscan y encuentran los servicios a través de la red digital, pero especialmente desde la primavera hasta invierno. Los caminantes son de cualquier país, Moldavia, Canadá, Perú, de cualquier continente, Europa, América, Australia… Todos tratando de vivir despacio, pero condicionados por lo virtual. Es un camino multicultural, intergeneracional. Gente de todas las edades, aunque en periodo escolar se ve a menos jóvenes y/o niños. Personas muy viejas con dificultades físicas serías, hacen el camino. Desconozco las razones, no solo son religiosas, eso si lo he comprobado. En no pocas ocasiones la motivación se relaciona más con la necesidad de cambio, de reencuentro con uno mismo, de separar el grano de la paja y diferenciar lo urgente de lo importante, de vivir la vida a pequeños sorbos, saboreándola o a tragos largos.

Se hace el camino lento, despacio, paso a paso, subiendo, bajando, lentamente, sin cobertura móvil; escuchas tus pasos, cantar a los pájaros, el sonido del agua al chocar en la roca, las cascadas; disfrutas del aroma natural de las rosas que antes había en los pueblos, ¡y huelen a rosas! y de otras flores que no conozco su nombre. Esto es real, y hay que pararse y oler. También el camino indica que hay ganaderos, el olor a estiércol, a moñigas de las vacas, a humo, a tierra después de llover; el color y la calma del amanecer, su frescura, el poco cansancio que se tiene a esas horas. En primavera el camino es verde y lleno de colores, de flores amarillas, blancas, fucsias, moradas, malvas, rosas; de brezo y retamas, de cereal, amapolas, de colza, viñedo brotando, de árboles milenarios que nos hablan de lo vivido pero no los escuchamos, de maíz recién nacido, de huertos entre las casas de piedra y de flores de todos los colores que las embellecen y las nubes revoloteando sobre nuestras cabezas.

Creo que este u otro camino lo puede hacer quien esté dispuesto a andar, andar y andar. Se recorren pocos o muchos kilómetros cada día. Se puede llevar mucho peso en la mochila o ir ligero. Se puede hacer el camino para conocer y conocerse, para hacer ejercicio, para compartir con otros una experiencia. Los motivos pueden ser tan diferentes como las personas que lo transitan, e incluso hay personas que están siempre haciendo el camino, y repiten y repiten y otras que lo recorren al revés, mirando la cara de las gentes.

El camino se hace con “teléfono móvil” pues te sirve, además de lo dicho, para entablar conversación en otros idiomas, porque traduce, y como llevamos la vida en imágenes grabada, nos permite comunicarnos más allá del lenguaje verbal, mostramos la familia, el huerto, o cualquier imagen que ayude en la conversación.

Queremos vivir lo real y lo virtual. Huimos de las prisas continuas y hay que pararse para decidir empezar a caminar. Para hacer el camino hay que tener tiempo, y sobre todo hay que querer dedicarse un tiempo. El camino está siempre, son los pasos de uno los que hacen el propio camino.
Mejor despacio que deprisa. Mejor real, que virtual. ¡Buen camino!

Autor : Ana Isabel Esteban
Presidenta de Solidaridad Intergeneracional



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