30 Mar Cuidadores de ancianos y dependientes, sin protección contra el coronavirus.
Los dependientes confinados temen que las trabajadoras que les asisten en sus domicilios les infecten el virus.
Elisanda Colell
Las entidades del tercer sector y los trabajadores que asisten a los dependientes denuncian que, a diferencia de los hospitales e incluso los comercios de alimentación, en los servicios a ancianos o personas con discapacidad, las medidas de protección contra el coronavirus brillan por su ausencia. «Tenemos miedo a infectar a estas personas que son un colectivo de mucho riesgo», explican varios profesionales a EL PERIÓDICO, que añaden que el riesgo a los brotes dentro de los geriátricos es «real».
Los cuidadores del colectivo más vulnerable frente al virus, abuelos y discapacitados con patologías previas que necesitan asistencia en sus casas, temen expandir el contagio debido a la falta de protección con la que están trabajando. «Falta material de protección: mascarillas, gel desinfectante, batas de uso único, gafas… no llega todos los trabajadores: no los hay porque las empresas no lo pueden conseguir o porque, los que lo consiguen, se les ha confiscado para los hospitales«, señala Javier Moreno, representante de la UGT de Servicios Sociales. En Barcelona, una trabajadora del Servicio de Atención a Domicilio (SAD) muestra a EL PERIÓDICO que su empresa solo les ha dado una mascarilla de un solo uso, seis sobres de gel alohe vera, y papel de Kleenex para protegerse. Con esto va a limpiar, levantar, cocinar y atender ancianos dependientes y personas con discapacidad durante todo el día. «Se están burlando de nosotras», se queja.
La responsable de políticas sociales en la federación de servicios a la ciudadanía de CCOO en Catalunya, Rafi Redondo, añade que «se están cometiendo auténticas barbaridades» y «poniendo en riesgo la atención a las trabajadoras, que pueden transmitir el virus muy fácilmente». Unas trabajadoras que no suelen superar los 800 euros al mes, y que trabajan en unos servicios que, aunque públicos, están sucontratados por empresas o entidades. «Las empresas y las administraciones deben poner plenos recursos de prevención en estos servicios a los colectivos con más riesgo», clama Redondo, que señala que «las trabajadoras están en la calle mientras los directivos de las empresas se han quedado en sus casas«, a los que les pide que «pongan los pies en el suelo«.
Y es que además, a parte de las cerca de 40.000 personas que reciben este servicio de forma habitual en sus casas en Catalunya, en las últimas semanas los usuarios han aumentado considerablemente. El motivo: el Govern ha mandado que hay que atender también a las personas que normalmente acuden los centros de día pero que ahora están cerrados. «Faltan manos», constatan los sindicatos. La falta de profesionales, en algunos casos se suplen «porque los abuelos, al ver que las trabajadoras no llevan protección, les cierran la puerta», en palabras de Redondo.
Hay otro tipo de usuarios de los centros de día que no tienen tan alta dependencia, pero que sí necesitan que les traigan la comida preparada a casa. «Se lo estamos trayendo nosotros, pero no sé si la administración nos lo va a pagar», explica la presidenta de la Federació d’Entitats d’Assistència a la Tercera Edat (FEATE), Montserrat Falguera, que representa las residencias y centros de día en manos del tercer sector. En la FEATE constatan que el material de autoprotección que garantizó el Govern para los geriátricos «no ha llegado». «Nos hemos ido abasteciendo entre nosotros y solo nos han dado lotes para aislar a dos casos positivos por centro«, explica.
Sin manos ni protección en las residencias
Según los sindicatos, la situación en las residencias está al bordo del desastre. Comisiones Obreras, encuestando a sus trabajadores, ha contado que hay más de 30 residencias en Catalunya que, «o bien no tienen medidas de autoprotección, o bien no se las dejan poner para no crear alarma«, se queja Ampar Loren, secretaria de organización de la federación de sanidad del sindicato. «Está habiendo muchas negligencias, el foco del virus en las residencias será bestial«, pronostica. Y alerta del caso de una residencia de Olesa, donde ha habido ya siete contagios y un fallecido. También la Associació Profesional Catalana de Directors de Centres i Serveis d’Atenció a la Dependència lamenta la falta de material «al que no podemos acceder». Además, advierten, que ya hay centros donde faltan profesionales porque han tenido que ser aislados y se están dando «situaciones de desatención» por la dificultad en encontrar profesionales.
El sector social, desprotegido
Pero las quejas de la falta de material protector, más allá de la atención a los más dependientes, se extiende entre todos los trabajadores del sector social. La Taula del Tercer Sector señala que son cientos las entidades y federaciones que no saben comp gestionar esta situación de desabastecimiento. «No podemos estar contagiando el virus a los más vulnerables, y esto es lo que está pasando porque el Govern no nos garantiza material de protección», se quejan.
El abastecimiento afecta a los centros de menores tutelados, a los albergues para personas sin hogar, o los pisos de autonomía para personas con discapacidad. «Están más preparados para no contagiar el virus en los supermercados que nosotros», se queja Xavi Campos, gerente del Col·legi d’Educadors Socials de Catalunya. Mar, una trabajadora de un piso tutelado de personas con discapacidad intelectual, subralla que «no hay mascarillas para todos los trabajadores» y explica que cuando su empresa ha habido casos positivos entre los trabajadores «se les ha confinado en el centro».
El sindicato CNT, por ejemplo, lamenta que en los albergues de personas sin hogar «están amontonados en literas y a 40 centímetros cada uno. ¿Cómo se va a evitar la propagación?», se preguntan. Para este sindicato, el problema radica en que a diferencia de la sanidad, «el sector social está privatizado, y los trabajadores están solos en la calle».