«Cuidado con los teléfonos móviles: destruyen nuestra productividad»

«Cuidado con los teléfonos móviles: destruyen nuestra productividad»

Mónica Esgueva, autora de «Mindfulness, una guía práctica», comparte estos consejos para que el día a día no nos arrolle

CARLOTA FOMINAYA – MADRID

¿Te resulta difícil mantener la concentración? ¿Las distracciones y las preocupaciones pueden contigo? ¿Sientes que se te escapan los días? En opinión de Mónica Esgueva, autora de «Mindfulness, una guía práctica» y una de las mayores expertas en esta novedosa técnica, «no vivimos en la era de la información, sino en la era de la distracción». Pero ojo, que gran parte de las distracciones que nos asedian no son externas. También nuestros pensamientos, advierte, «son muy difíciles de controlar. Nos encanta perdernos por vericuetos del pasado, soñar con otro futuro… o rumiar preocupaciones».

Ante esta realidad Esgueva propone un método para que nuestra mente no se pierda saltando de un tema a otro: el «mindfulness» o la práctica de la «atención plena». «Es un sistema que nos permite dirigir la atención a voluntad hacia las experiencias aquí y ahora, sin juzgar, y con una actitud de apertura y curiosidad. Lo que ocurre es que hay que aprender a hacerlo».

Tras muchos años de formación, esta mujer se ha convertido en una de las mayores expertas en técnicas de «mindfulness» de nuestro país, llegando a asesorar a numerosas multinacionales, lo que le valió en 2014 ser elegida como una de las TOP 100 Mujeres Líderes en España 2014. Su método es seguido también por miles de personas, que encuentran en Esgueva una forma de no perder el foco, pero se resume en una frase: «la vida es ahora, no es mañana, ni dentro de un año ni cuando esté de vacaciones ni cuando me jubile. Hay que aprender a disfrutar del momento y a saborear la vida con los cinco sentidos, que es algo que no hacemos». Estas son sus pautas:

—A menudo nuestra vida diaria se asemeja a una carrera frenética durante la que nunca podemos permitirnos descansar y casi ni tomar un respiro.

—Esto es cierto. Cuando acabamos una actividad, nos embarcamos en la siguiente lo más rápido posible, seguramente por esa sensación de desbordamiento que tenemos dentro y que nos empuja a acelerar siempre que tenemos. No hay espacios muertos, no hay apenas reposo, no celebramos los triunfos… Básicamente porque vivimos en modo «hacer». A través del «mindfulness» tratamos de cambiar al modo «ser». La lista inacabable de actividades estará siempre presente, pero se afronta de otra manera. La clave radica en utilizar otro tipo de estrategias para vivir la vida, que va a seguir estando llena de ocupaciones y responsabilidades.

—Estar siempre conectados a internet no ayuda precisamente a desconectar.

—En este aspecto, cuidado con los teléfonos móviles. Está comprobado que destruyen nuestra productividad, que su sola presencia nos distrae y que las vibraciones fantasma también tienen sus consecuencias… porque lo que una simple notificación desata en nuestro cerebro, aunque no contestemos, puede ser comparable a interactuar con el móvil. Es decir, que el mero hecho de tenerlos cerca puede distraernos y afectar negativamente a nuestro rendimiento. Por eso poner ligeramente fuera de nuestro alcance el móvil o colocar la pantalla hacia abajo cuando queremos concentrarnos en algo o mostrar a alguien que le estamos prestando atención. Aunque a menos que el teléfono esté totalmente apagado o silenciado, es probable que aun así nos distraiga, puesto que el zumbido de una nueva notificación no es tan inofensivo como parece. Mi consejo, aunque parezca muy obvio, es pasar de la vibración al silencio.

—¿Qué recomienda para desarrollar y fortalecer la atención?

—No es una habilidad fácil de aprender, porque por lo general llevamos muchos años haciendo todo lo contrario. Además, es cierto que visto desde fuera puede parecer una verdadera inutilidad sentarse improductivamente durante unos minutos al día. Sin embargo, la experiencia interna es muy diferente. A medida que el torbellino mental se calma, se hace la claridad que nos prepara para enfrentarnos a la vida diaria con mayor serenidad, ecuanimidad y lucidez.

—De qué estrategias estaríamos hablando. Diga algo práctico.

—Deberíamos intentar hacer al menos una actividad que nos nutra al día, concedernos un ratito a nosotros mismos. Puede ser algo tan sencillo como darse un baño al final de la jornada, leer, meditar, dar un paseo tranquilo o dedicar un tiempo a nuestro hobby favorito. Es algo demasiado importante que solemos posponer porque nos parece secundario y casi un lujo.

—Usted aboga por la enseñanza de «mindfulness» en los colegios. ¿En qué ayudaría esto?

—En todos los colegios se enseñan Matemáticas y Ciencias, pero no a regular emociones, ni a prestar atención o a cultivar la compasión. Estoy convencida de que si se hiciera, estos niños al llegar a adultos cambiarían la faz de la tierra. Nunca más se recurriría a la violencia para resolver conflictos, diferencias de creencias o pensamientos. Se valoraría a las personas en función de su sabiduría y bondad, no según el estatus social, fama, dinero o grado de poder.

—¿Y en casa? ¿Cómo pueden los padres ponerlo en práctica?

—Lo primordial sería que los padres tomasen conciencia, que creyesen en el «mindfulness». Porque para que los niños lo lleven a cabo, lo tienen que practicar primero los padres. Los niños observan, copian tu comportamiento… por eso darles esta educación es fundamental. Los más pequeños tienen muchas emociones que no saben gestionar. Y cosas que para nosotros son pequeñas para ellos significa la vida. Pero con el «mindfulness» y la inteligencia emocional se aprende a identificar y a gestionar esas emociones. Las ventajas son muchas: les ayuda a tener un infancia feliz, y a prestar atención cuando están en el colegio…

—¿Puede recomendar a nuestros lectores un par de ejercicios fáciles para poner en marcha en casa?

—Un ejercicio sencillito que se puede hacer en el hogar es enseñarles a respirar. Les tumbas, les pones un muñequito encima de la tripita, y ellos ven cómo el muñequito sube y baja. Por un momento, estos niños empiezan a darse cuenta de su respiración, en lugar de estar fijándose en otra cosa. es un pequeño espacio de tiempo, pero ya han ganado en concentración y relajación. Otro ejercicio es enseñarles las diferentes emociones, y enseñarles a distinguir lo siguiente: tienen que saber que ellos no son las emociones, sino que ellos tienen emociones, y que las pueden manejar, dejar pasar… Esto es importantísimo. Si ves que van a empezar a enfadarse, a gritar y a tirar los muñecos por el suelo, intenta que respiren y que cuenten hasta diez. Un tercer ejercicio interesante es mostrar a los niños un bote con brillantina. Agitarlo y decirles que ese es su cerebro cuando se enfadan. Y que cuando esto ocurra, deberían respirar y esperar a que la brillantina esté abajo para hablar.

—Usted es experta en enseñar «mindfulness» en las organizaciones. Parece algo complicado.

—Es difícil, porque los empresarios deben ser conscientes primero de que el rendimiento y la efectividad están totalmente relacionadas con nuestro grado de concentración y atención. Pero en un país donde el presentismo es tan común, mientras nuestra cabeza está en otro sitio, es un país destinado a tener muy poco rendimiento. El «mindfulness», sin ningún lugar a dudas, nos evitaría pasar tantas horas en el trabajo haciendo más bien poco. Estoy convencida de que se puede hacer más en menos tiempo. Si la empresa lo fomentase a través de jornadas laborales más cortas, los empleados empezarían a ser más productivos, conciliarían mejor su vida profesional y personal, y a la sociedad y al país en general le iría bastante mejor.

Algunas maneras de practicar la atención plena durante el día, según Esgueva

1. Bajo la ducha: Nos fijamos en lo bien que entra el agua caliente, como si se trata de suave lava que acaricia nuestra piel. Nos hacemos conscientes del olor del gel o jabón, de la sensación de las manos cuando las pasamos sobre la piel, de cómo ajustamos la temperatura antes de entrar. Y también nos percatamos de los pensamientos que surgen.

2. Caminando. Nuestros días están repletos de movimiento y actividad, por lo que la serenidad suele disolverse en cuanto nos movemos. lo ideal es llevar nuestra atención hacia dentro, fijándonos en las sensaciones del cuerpo al andar, particularmente en las que surgen en los pies y las piernas.

3. En un medio de transporte, yendo al trabajo. Si vamos en transporte público, podemos hacernos conscientes de las personas que nos rodean y reconocen que ellos también podrían estar sintiendo la misma incomodidad. Observamos a nuestro alrededor a las personas que viajan con nosotros, el paisaje, percibimos si nos resulta agradable o no , y si nuestros pensamientos tratan de evadirse, hacia dónde se dirigen. Si vamos conduciendo, mirando las nubes, mirando el amanecer, la música tan estupenda que escuchamos… es tratar de estar en el presente, en lo que estoy haciendo, a no llenar la cabeza…

4. Fregando los platos. Pongamos a atención en las sensaciones tan pronto como las manos sientan el agua tibia o el jabón. Nos hacemos conscientes de cómo fregamos los platos, de cómo nos tomamos un tiempo para asegurarnos de que cada uno de ellos se limpia a fondo, de lo que está sucediendo a nuestro alrededor, sin vernos envueltos en otra historia, de la satisfacción que proporciona un trabajo bien hecho.

5. Esperando en una cola o en una sala. Nos hacemos conscientes de dónde vamos, qué es lo que necesitamos y nos preparamos para ello cuando salimos de casa o del trabajo. Nos percatamos de cómo nuestro estado de ánimo cambia al ver qué o quién hay en la cola del banco o en la sala de espera del médico, percibimos cómo respiramos, dónde estamos tensos…

www.abc.es/familia/vida-sana/abci-cuidado-telefonos-moviles-destruyen-nuestra-productividad-20161026



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