11 Ene ¿Cuándo y por qué somos solidarios?
ALTRUISMO – Factores neurobiológicos y psicológicos
BEATRIZ G. PORTALATÍN – MADRID
Dicen que mucho se habla de lo malo y muy poco de lo bueno, que mucho de tragedias y poco o nada de la solidaridad de los ciudadanos. Lo cierto es que cuando ocurre alguna catástrofe en cualquier parte del mundo, nuestra sociedad se vuelca de lleno, incluso podemos decir que, desde que empezó la crisis, los españoles nos hemos vuelto más vulnerables y más generosos.
«En tiempos de crisis, el voluntariado de las asociaciones ha aumentado en más de un 7% y las cuotas que aporta la gente en un 2,5%», afirma a EL MUNDO Jaime Bará Viñas, subdirector Cooperación Internacional de Cruz Roja Española aludiendo a un reciente estudio de La Coordinadora de ONG para el Desarrollo, (Congde) que engloba principalmente a las que hacen cooperación a nivel internacional. Además, actualmente, «en España, hay alrededor de cinco millones de personas que apoyan a las ONG. Es decir, hay personas que ya apoyan a las organizaciones no gubernamentales para realizar su trabajo durante todo el año de una forma estable y con cuotas», añade.
Es importante cuando hablamos de altruismo, vincularlo siempre a un concepto neurobiológico, y también psicológico, llamado empatía. O lo que es lo mismo, sentir los sentimientos de otra persona, colocarte en el lugar del otro, ponerte en su piel. «Desde el punto de vista neurobiológico, hay que hablar del lóbulo frontal que es la parte encargada de reconocer las emociones; y dentro de éste existen unas áreas llamadas neuronas espejo muy investigadas sobre todo, en primates», informa David Pérez, neurólogo y director de la Fundación del Cerebro -la Fundación de la Sociedad Española de Neurología (SEN)-. Como explica este especialista, si uno está percibiendo una emoción en alguien, de alguna forma el otro se contagia de esa emoción.
Percibir imágenes de alguien sufriendo, nos genera sufrimiento y es uno de los principales motivos por lo que sentimos compasión y nos impulsa a hacer algo por la otra persona.
El efecto de la cercanía
Sin embargo, la empatía tiene más impacto emocional bajo dos circunstancias. La primera es que no es lo mismo que nos cuenten algo a que lo veamos, al igual que no es lo mismo verlo que tenerlo en la realidad. Por ejemplo, el pasado septiembre una foto dio la vuelta al mundo, pellizcándonos un poco el corazón. Ésa imagen era la de uno de los cinco niños que fallecieron en una playa frente a las costas de Turquía, intentando buscar un futuro mejor. «No es lo mismo que nos cuenten que hay un niño que ha fallecido en la playa, que verlo en una foto. Si nos lo cuentan nos puede general una cierta empatía, pero de una forma más parcial, otra cosa muy diferente es verlo», señala este neurólogo. Pero además, si detrás de esa imagen hay una historia, una elaboración cognitiva alrededor, aún nos generará más empatía. «Dicen que cuando uno quiere emocionar tiene que contar una historia, porque eso de alguna manera, también nos afecta», señala.
La segunda circunstancia tiene que ver con la cercanía que tengamos con los afectados, es decir, si tenemos o no un elemento cercano para comparar. «Probablemente, aquellos que tengan hijos logren empatizar mucho más con la foto anterior. Sin embargo, a la vez, todo esto puede ser muy relativo porque hay que tener en cuenta que hay personas que empatizan más que otras», aclara. Esto o vemos, por ejemplo, en el mundo laboral, pues observamos día sí y día también cómo profesionales empatizan más que otros. Por eso, además, y siempre en estos casos, hay una base más personal.
«Si pensamos que lo que le esta pasando al otro, podría pasarnos a nosotros también, y consideramos al otro como un igual seremos mas generosos», añade por su parte Guillermo Fouce, presidente de ‘Psicólogos sin Fronteras’ y profesor de honor en la Universidad Carlos III de Madrid. Algo que se vio claramente en catástrofes como la del fatídico atentado del 11M y del accidente del tren de Santiago en el que la gente ayudó en todo lo que pudo, incluso se batieron récords en donaciones de sangre.
«De alguna manera, te sientes identificado», añade Pérez. En el caso del Alvia, pensamos que realmente, cualquiera podríamos haber ido en ese tren, de hecho, fue precisamente ése uno de los lemas que corrieron en ese momento por las redes sociales. O ahora, cuando dicen eso de que ‘Todos somos refugiados’. «Todos sentimos de alguna forma, esa emoción que nos produce el tener que abandonar nuestro país por una situación así. En España, han salido muchas imágenes de la Guerra Civil, de la gente que tuvo que emigrar a otros países. Todo esto es realmente un ejercicio de autoafirmación de la empatía», sostiene.
Pese a todo, a veces en emergencias, se produce una ‘sobrerreacción’ (cuando hay una respuesta muy superior a las necesidades que están detectadas) que ocurre fundamentalmente «por la voluntad y las ganas que tienen las personas de ayudar», explica Bará Viñas. En cambio, en otras situaciones o conflictos más invisibles se produce una ‘infraactuación’ por parte de las organizaciones y de los donantes, porque fundamentalmente se quedan sin financiación.
Los grandes desastres
Además del elemento cercanía, existen otros dos factores muy importantes a la hora de ayudar en mayor o en menor medida. Uno es la cobertura que los medios den a esta catástrofe, y otra es la zona en la que ocurre el desastre: «Cuando son emergencias o desastres de habla hispana, sobre todo en América, porque hay unos vínculos históricos, suele haber una preocupación e interés importante», añade Bará Viñas. Sin embargo, en los últimos años en España, «con independencia de dónde se desarrolle la tragedia, en general, la población responde cuando las organizaciones hacemos un llamamiento, y además lo hace de forma muy positiva y en la medida que pueden», afirma.
No obstante, hay que tener en cuenta varios matices. Según explica Bará Viñas, a nivel nacional, hay un sistema de respuesta estatal que normalmente suele cubrir en gran medida las necesidades básicas. Sin embargo, a nivel internacional, cuando la gente comprueba que en estos países donde suelen ocurrir desastres, las autoridades nacionales no tienen las capacidades para garantizar los servicios básicos, la gente se vuelca. «Además suelen ser ‘megadesastres'», enfatiza este experto.
Por ejemplo, en los últimos 10 años en Cruz Roja, las catástrofes que más impacto han tenido, y en las que la respuesta nacional fue muy importante, fueron las de el huracán Mitch en 1998, el tsunami del sudeste asiático en 2004 y más recientemente, el terremoto de Haití de 2010. «Estos tres sucesos marcaron hitos a nivel de movilización», explica este experto. Por tanto, «cuando la gente ve y siente esos ‘megadesastres’ se moviliza en la misma proporción». Sin embargo, cuando hay desastres internos o naciones se movilizan de otro modo. Es decir, el factor monetario no es tan importante porque las necesidades básicas están cubiertas, pero sí son importantes otro tipo de ayudas y/o colaboraciones como, por ejemplo, las donaciones de sangre.
«Afortunadamente, hay muchas donaciones que son impulsivas. Es el caso, por ejemplo, de las emergencias a nivel internacional», afirma el experto. Las personas vemos desde casa las imágenes de lo que está pasando y las necesidades que tienen, y muchas tienen el impulso, en ese momento, de hacer una donación. Por otro lado, hay personas que aparte de tener esta reacción impulsiva, colaboran también de una forma más estable y duradera en el tiempo.
De este modo, hay que dejar claro que una cosa es la solidaridad y otra, determinados gestos altruistas puntuales. «Cuando pasa algo como el 11M, algo nos remueve, y sentimos la necesidad de hacer algo para canalizar esto que nos afecta, necesitamos expresar, hacer, responder de algún forma. Pero después, estaría la solidaridad más estable, más comprometida, más del día a día y en la que, nuevamente, son claves los valores y la empatía», concluye Fouce.
www.elmundo.es/salud/2015/12/22/5678524fe2704e72298b458c.html