24 Sep Cristina Maragall: «Nos llama mucha gente que está notando cierto deterioro cognitivo tras el confinamiento».
En esta tesitura la presidenta del patronato de la Fundación Maragall recomienda «acudir al neurólogo rápidamente para obtener o descartar un diagnóstico».
Carlota Fominoya
Cristina Maragall, hija de Pasqual Maragall y presidenta del patronato de la Fundación Pasqual Maragall, es la encargada de mantener vivo el nombre y el legado de su padre, pero aclara que fue él mismo «el que quiso tirar adelante con este proyecto tras su diagnóstico de Alzheimer, pensando en que su actitud podría tener un impacto en la investigación y el conocimiento sobre la enfermedad». Ahora la Fundación, cuya mayor inversión se centra en financiar los proyectos de investigación científica destinados a la prevención de este tipo de demencia, ha publicado una encuesta que, bajo el título «Actitudes y percepciones de la población española sobre el Alzheimer», dibuja el conocimiento que tiene la sociedad al respecto y revela «algunas creencias erróneas entorno a su origen que es preciso aclarar», puntualiza esta mujer.
«Sabemos que la incidencia es cada vez más alta, -añade Maragall- y afortunadamente todos no lo padecemos, pero sí en una proporción altísima. Tanto que se estima que dentro de treinta años el número de casos en nuestro país podría llegar a duplicarse y a nivel mundial se triplicaría. Cada 3 segundos se diagnostica un caso en el mundo. Es un goteo permanente. Ya estamos hablando de 900.000 personas con demencia en España, de las cuales alrededor del 80 por ciento son provocadas por el alzheimer. Otra forma de verlo es considerar que una de cada 10 personas acabarán padeciendo alzheimer. Es muy fácil de visualizar: en este momento: dos de cada tres españoles afirman que tienen o han tenido en su entorno una persona afectada por enfermedad, un familiar de primer grado en el 28% de los casos».
El informe constata que la conciencia de la sociedad va en aumento. «Con los datos en la mano lo que hemos constatado -apunta la presidenta de la Fundación Pasqual Maragall-, es que la preocupación por el Alzheimer se incrementa respecto a las personas mayores, ya que el 83% de la población sitúa a esta enfermedad como el principal problema de salud al que se enfrentan las personas de edad avanzada, a mucha distancia del Parkinson (48%), lo cual hace que se posicione en segundo lugar y por delante de enfermedades infecciosas como la Covid-19 (34%)».
Sin embargo, reconoce, «nos está llamando mucha gente para consultar porque está notando cierto deterioro cognitivo tras el confinfamiento. ¿Que si ha podido ser el detonante de ciertos casos? Sí tengo la sensación personal, pero no está estudiado científicamente». En este sentido, reconoce, «todavía no hay datos oficiales de cómo ha afectado la pandemia, pero sí sabemos que situaciones de gran estrés, de cambio de rutinas, falta de socialización y de hábitos sanos en general como ha sucedido durante el confinamiento pueden desencadenar la aparición de la enfermedad, que en algunos casos estaba latente».
«En esta tesitura yo recomendaría acudir al neurólogo rápidamente para obtener o descartar un diagnóstico, y así puedan participar en las decisiones que se puedan tomar en su cuidado, como hizo mi padre. Por eso es importantísimo hacer un diagnóstico precoz porque si llegamos tarde, esta persona ya no estará en condiciones de opinar y tomar las riendas de lo que va a ser su futuro. Es una decisión muy elevada. Y es uno de los datos que se extraen de nuestro estudio, en cuanto a cambio de actitud frente a la enfermedad: el 90 por ciento de la población quiere estar informado. Es una manera de empoderarse», sugiere.
«Sí es verdad que hay otro factor muy relevante -continua Maragall-, que sí hemos comprobado, que es el efecto negativo sobre las personas que ya estaban diagnosticadas. Personas que estaban yendo por ejemplo a centros de día y no podían seguir con sus rutinas, que no han podido ver a sus referentes… Estas claramente se han desubicado, y también les ha costado más seguir y mantener las medidas de seguridad para protegerse del contagio. Pero es importantísimo que les ayudemos a ponerse la mascarilla, a mantener las distancias, a lavarse las manos… Es un problema que hay que tener en cuenta: es más difícil mantener a estas personas a salvo o seguras del virus», advierte.
Ahora, añade, «según en qué estado están estos enfermos las familias tienen que ponderar si es más importante que sus seres queridos salgan a la calle o el riesgo de tener un problema de contacto… Es complicado». «Por otra parte, el impacto que ha tenido el confinamiento para las familias ha sido tremendo. Las que ya tienen una sobrecarga exagerada están totalmente al límite. Igual han tenido que cuidar y atender a una persona que normalmente iba a un centro de día, si estaban en residencias no han podido visitarlos, y otros tantos han tenido que hacerse cargo de sus familiares porque sus cuidadores no han podido acudir».
Los cuidadores, denuncia, «no tienen ayudas suficientes y la sociedad española lo sabe. Según nuestro estudio, perciben que tienen una buena atención y orientación por parte de los servicios socio sanitarios, pero un 72 por ciento piensa que los recursos asistencial y sociales son insuficientes para apoyar a las familias afectadas. Aflora, pues, una realidad que está sin resolver».
Otro de las deducciones que más llaman la atención del informe es que hay una percepción errónea muy generalizada cuanto a la herencia genética. «El 50 por ciento de la población piensa que es hereditario, y no es así. Todos somos susceptibles de tener la enfermedad, aunque todavía está por ver cuáles son los motivos por los que unas personas lo acaban padeciendo y otros no».