Cómplices bajo un mismo techo pese a los 60 años que las separan

Cómplices bajo un mismo techo pese a los 60 años que las separan

Una viuda de 82 años y una estudiante ecuatoriana de 22 conviven gracias al Programa de Alojamientos Compartidos de la Usal, que cosechó 23 experiencias durante el pasado curso

RICARDO RÁBADE / WORD / SALAMANCA

Rememoran juntas una tromba de sugestivas experiencias vitales e intercambian y confrontan convicciones, ideas, inquietudes y hasta secretos en cada comida. Ese inmenso océano de cómplices pareceres retrata la sana convivencia diaria de dos compañeras de piso atípicas en la Salamanca universitaria de 2014: Amelia Santos Ibáñez (viuda de 82 años y con los 83 asomándose ya en el calendario) y María Fernanda Reimundo Iza (estudiante de Pedagogía de 22 años y natural de Ecuador). Ambas protagonizan esta maravillosa historia que, gracias al Programa de Alojamientos Compartidos entre Personas Mayores y Universitarios, escribe cada día una página más cargada de maravillosa ternura en un piso de Santa Marta de Tormes.

El programa, iniciado por la Universidad de Salamanca en el curso 2005-2006, está financiado por la Junta de Castilla y León y cosecha en cada periodo lectivo unos buenos resultados entre la comunidad estudiantil salmantina. No en vano, el curso pasado se contabilizaron 23 casos de experiencia vital compartida mediante el alojamiento de estudiantes en pisos de personas mayores gracias al mismo, según resalta Carmen Bermejo, responsable del citado programa en el Servicio de Asuntos Sociales de la Usal.

El tierno capítulo que protagonizan Amelia y María Fernanda comenzó a transcribirse el pasado 17 de octubre cuando, superados los inevitables trámites y trabas de las entrevistas previas, ambas comenzaron a convivir, alojándose María Fernanda en el piso propiedad de Amelia y donde ésta reside desde hace años en Santa Marta de Tormes. Gracias a esta joven ecuatoriana, Amelia ha superado muchas de las penurias que conlleva la viudez.

«Cada una cocina por su cuenta, aunque muchas veces compartimos y comemos también lo que prepara la otra», explica María Fernanda, quien derrocha madurez y responsabilidad cuando explica cómo le deja pegadas en la puerta del frigorífico notas para Amelia, dado que esta joven ecuatoriana es la que acostumbra siempre a madrugar para montarse en el autobús, que la traslada cada mañana a Salamanca para asistir a sus clases del tercer curso de Pedagogía, en la Facultad de Educación en el paseo de Canalejas. «Siempre le dejo escritas estas notas en el frigorífico para que se quede tranquila y luego nos volvemos a ver en casa a la hora de comer», explica en tono simpático María Fernanda.

La cascada de experiencias que entrecruzan no se reduce únicamente a la vida cotidiana en el piso. María Fernanda suele acompañar también a Amelia al taller de la memoria al que acude habitualmente, y ésta le ha obsequiado con un estuche para los bolígrafos, confeccionado manualmente por ella en el centro cívico municipal de Santa Marta, del que también es asidua y donde disfruta con las manualidades que realizan. En otra ocasión, María Fernanda compartió con Amelia café y tertulia con las amigas de esta última en una cafetería de la capital.

Y es que ambas pasan juntas muchos momentos del día en forma de gratificantes y enriquecedoras experiencias, que deberían ser emuladas en muchos hogares, donde la práctica de convivir no transciende de las horas de hibernación en el sofá delante de la televisión, zappeando sin parar y sin mediar palabra. Pero éste no es el caso de María Fernanda y Amelia. Más bien es todo lo contrario.

«Esta chica está todo el día estudiando y siempre le estoy preguntando cuándo se va a echar novio», comenta Amelia mientras arranca una cómplice sonrisa en el rostro de María Fernanda Reimundo. «Ella me habla mucho de los recuerdos que tiene de cuando era joven y me pregunta muchas cosas de mi país y de mis padres, que viven en Madrid». En realidad, la alumna de Pedagogía ha encontrado en el domicilio de Amelia justo lo que buscaba: tiempo y tranquilidad para estudiar su carrera universitaria y, al mismo tiempo, crecer vitalmente con una experiencia tan bella como es compartir techo y mesa con una persona que la sobrepasa en, nada más y nada menos, que 60 años.

«Para mí es como si fuera mi propia hija y alguna vez también me he preocupado y la extraño si se retrasa cuando viene de la Universidad», señala esta viuda que presume de mentalidad abierta cuando se interesa por el estilo de vida en el Ecuador natal de su compañera de piso. «Yo nunca he querido vivir en un piso de estudiantes, antes había estado con una familia en el barrio de San José y este curso he encontrado justo lo que quería», añade la joven universitaria.

Las chispas nunca saltan en este hogar. Salvo alguna discrepancia motivada por las creencias religiosas –Amelia es católica y María Fernanda, evangelista– lo cierto es que ni siquiera cuando se acomodan delante del televisor afloran momentos de tensión. «El otro día estuvimos viendo juntas ‘La voz’», recuerda Amelia.

www.elnortedecastilla.es/20140303/local/salamanca/complices-bajo-mismo-techo-201403031148.htm