04 Feb Cómo detectar las primeras señales de demencia en una persona mayor.
La demencia senil es un problema creciente: afecta a unos 50 millones de personas, y en tres décadas la cifra se triplicará.
Cristian Vázquez
La demencia senil –el deterioro de la función cognitiva más allá de las consecuencias del envejecimiento normal– es, en palabras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), «una de las principales causas de discapacidad y dependencia entre las personas mayores en el mundo entero».
De acuerdo con ese organismo, la demencia afecta a unos 50 millones de personas en todo el mundo, y se prevé que la cifra alcance los 82 millones dentro de una década y los 152 millones a mediados de este siglo. Entre un 5 y 8% de la población general de más de 60 años sufre demencia en algún momento.
En la mayoría de los casos, las enfermedades neurodegenerativas se caracterizan por «un curso progresivo, lento e insidioso», destaca Josep Garré Olmo, investigador de la Universitat de Girona y especialista en este campo. Si bien de momento no existe una cura, la detección temprana es fundamental: cuanto antes se diagnostique, mayor resulta la eficacia de los tratamientos que permiten atenuar sus efectos y ralentizar su avance.
Por ese motivo, y porque casi siempre los primeros en advertir el problema son los familiares y otras personas cercanas, es bueno conocer cuáles son sus señales más precoces, para poder acudir a la consulta del médico lo antes posible.
Deterioro cognitivo ligero y demencia
Ante todo, es importante saber que «bajo el término ‘demencia’ se engloban muchas enfermedades, cada una con un cuadro de inicio distinto», explica David Pérez Martínez, jefe del servicio de Neurología del Hospital Universitario 12 de Octubre, de Madrid. La más común de esas enfermedades es el alzhéimer, que representa el 60-70% de los casos.
Por otra parte, continúa el experto, el concepto de demencia se reserva para la situación avanzada del problema, en la cual esas enfermedades «provocan una alteración cognitiva tan severa que los pacientes ya no pueden hacer su vida normal, tienen limitaciones en sus actividades sociales y laborales, y por tanto requieren de supervisión o cuidados».
Es por eso que «actualmente en neurología se evita el término ‘demencia'», especifica Pérez Martínez, quien también es presidente de la Asociación Madrileña de Neurología. A las primeras etapas del problema se las conoce como deterioro cognitivo ligero: el periodo durante el cual la persona «no tiene una cognición normal pero tampoco sufre una limitación relevante en sus actividades complejas de la vida diaria».
Síntomas precoces más comunes
Los signos de alerta a los que hay que estar atentos son «siempre una pérdida respecto al nivel de funcionamiento previo del paciente y pueden ser distintos teniendo en cuenta la historia y la idiosincrasia» de la persona, puntualiza Garré Olmo.
Si bien se suele pensar que los primeros síntomas afectan siempre a las funciones cognitivas (trastorno de memoria, del lenguaje o de las capacidades visoespaciales), no es así en todos los casos. En ocasiones, las señales también aparecen como trastornos motores o de la conducta.
Los siguientes son algunos de los síntomas comunes en los primeros tiempos de estas enfermedades, ordenados de los más a los menos frecuentes:
1. Pérdida de memoria
Es el síntoma más común, asociado sobre todo con el alzhéimer, que –como ya hemos señalado– representa alrededor de dos tercios del total de casos de enfermedades neurodegenerativas.
Se ven afectados sobre todo los recuerdos de hechos cotidianos recientes: la persona repite conversaciones, olvida compromisos, no sabe dónde ha dejado objetos, etc. También le cuesta resolver problemas simples (como calcular la vuelta de una compra) o completar tareas sencillas o que conoce bien. Estos percances se van incrementando de forma progresiva.
2. Confusiones
Otro síntoma frecuente son la confusiones en el tiempo y en el espacio. Es un problema muy relacionado con la pérdida de la memoria, desde luego, porque consiste por ejemplo en no poder determinar qué día es o tener dificultades para llegar –a pie como conduciendo– a un lugar que visita con frecuencia.
«A menudo, el propio paciente no es claramente consciente de ellos y son su pareja o hijos, que los acompañan, quienes nos informan de dicha situación», apunta Pérez Martínez.
3. Trastornos del lenguaje
Los trastornos del lenguaje frecuentes en estas circunstancias son la dificultad para encontrar palabras o errores al expresarse por cambiar unos vocablos por otros. Esto puede darse tanto al hablar como al escribir. También es un síntoma precoz común entre los pacientes con alzhéimer.
4. Cambios en la conducta o en la personalidad
Hay personas que, a partir del deterioro cognitivo, pueden mostrarse desinhibidas o impulsivas cuando hasta ese momento no eran así. O al revés: pacientes que toda su vida fueron abiertos y extrovertidos pueden comenzar a tener actitudes más apáticas, tímidas y silenciosas. Es el síntoma más habitual, explica Pérez Martínez, en los pacientes con degeneración frontotemporal.
5. Trastornos motores
Estos son los síntomas precoces más comunes entre los pacientes con trastorno neurocognitivo vascular (también conocido como demencia vascular), la segunda causa de demencia en adultos después del alzhéimer.
Los trastornos motores pueden consistir en cambios en la forma de caminar, dificultades para realizar ese u otros movimientos habituales e incluso temblores similares a los causados por el párkinson.
Esta enfermedad, en ocasiones, genera síntomas repentinos que empeoran rápidamente, similares a los de un ictus, como debilidad muscular o parálisis temporal de una de los lados del cuerpo.
6. Delirios y alucinaciones
Los trastornos delirantes y las alucinaciones visuales pueden ser los primeros síntomas de la llamada demencia de cuerpos de Lewy, la tercera causa más frecuente de demencia. Como recuerda Pérez Martínez, esta enfermedad se hizo más conocida en los últimos años a partir de que la sufriera el actor Robin Williams, fallecido en 2014.
Otras posibles señales de alerta temprana de esta enfermedad son los trastornos del sueño, periodos de somnolencia, ralentización de los movimientos físicos, caídas repetidas o desmayos. David Pérez Martínez apunta que «el diagnóstico sigue siendo un reto para el neurólogo por la variedad de síntomas y la multiplicidad de causas».
Pero si las personas cercanas a alguien mayor de sesenta años detectan algunas de estas señales, no deben dejarlas pasar: cuanto antes consulten con el médico, mayores serán las probabilidades de que el paciente mantenga una buena calidad de vida durante más tiempo.