01 Sep Cómo detectar a un niño superdotado: señales para saber si tu hijo tiene altas capacidades.
En ocasiones, los padres muestran dificultades para entender y acompañar a estos chicos adecuadamente, y tienen miedo de que se cierren. Los expertos recomiendan buscar asesoramiento para evitar que la familia sufra una desestabilización.
Sonia López Iglesisas
Tener un hijo con altas capacidades no es tarea sencilla en España. Para la Asociación Española de Pediatría (AEP), estos niños son aquellos que muestran una elevada capacidad de rendimiento en las áreas intelectual, creativa y/o artística; poseen capacidad de liderazgo o sobresalen en áreas académicas específicas. La identificación temprana de estos menores sigue siendo muy baja y esto provoca que muchas familias reciban el diagnóstico después de un largo periplo de visitas a diferentes profesionales, alertados habitualmente porque su comportamiento no se asemeja al del resto de los niños de su edad. El diagnóstico genera en la mayoría de los casos ocasiones miedo e incertidumbre por desconocer cómo poder ayudar y acompañar al hijo con altas capacidades.
Tener un informe psicopedagógico que las confirme ayuda a comprender muchas actitudes y comportamientos del niño. Un diagnóstico permite buscar una respuesta adecuada a las necesidades y fortalezas que presentan estos menores y evitar así posibles dificultades en el ámbito personal, escolar, social y académico. Si a estas necesidades específicas, tanto educativas como emocionales, no se les ofrece una respuesta adecuada, pueden influir de forma muy negativa en el desarrollo personal y escolar del niño.
Según la doctora de la Sociedad del Conocimiento y Acción en los Ámbitos de la Educación, la Comunicación, los Derechos y las Nuevas Tecnologías Yolanda López, la alta capacidad no se debe entender únicamente como una puntuación elevada del cociente intelectual de una persona, sino como “un amplio conjunto de aspectos que engloban la creatividad, el rendimiento, los aspectos emocionales, la personalidad, la motivación, el compromiso con una tarea o el esfuerzo”.
Según explica a EL PAÍS la experta, cuando una familia conoce que su hijo tiene alta capacidad, suele reaccionar de formas muy diversas. Hay muchos padres que se sienten aliviados porque por fin encuentran respuesta a la preocupación que les generaban algunas de las necesidades y conductas de su hijo, que en ocasiones difieren del resto de los menores de la misma edad o de sus hermanos. Otras, en cambio, dudan de si deben comunicar a su hijo y a su entorno el diagnóstico, sintiéndose totalmente descolocadas con la noticia, temiendo que este pueda ser rechazado porque se lo considere distinto. Habitualmente también se pueden encontrar familias en las que alguno de los progenitores o algún familiar cercano presente también una alta capacidad y el diagnóstico no sorprenda tanto.
Pero en lo que sí coinciden todas es en el deseo de acompañar a sus hijos, ofreciéndoles la ayuda necesaria para que crezcan felices y para que todas sus necesidades y capacidades queden cubiertas y desarrolladas, percibiendo al niño como un ser especial con infinidades de posibilidades para aprender. Ayudarlos a entender correctamente sus emociones, apoyar sus pasiones y mostrarse empáticos ante su forma de comprender la vida debería ser primordial en la educación de estos niños. Según López, a veces los progenitores temen que esta condición los transforme en seres extraños y se cierren en sí mismos, presentando dificultades para relacionarse con sus iguales.
Tras el diagnóstico de alta capacidad, padres y madres deberían asesorarse correctamente con un profesional para poder acercarse a la realidad de su hijo y así romper con los estereotipos y prejuicios que puedan existir en torno a ella. En ocasiones, un niño con alta capacidad puede ser muy desestabilizador en el sistema familiar si sus necesidades afectivas no son cubiertas y debe cuidarse también la relación con los hermanos en el caso de que los hubiera.
“El menor típico con altas capacidades no existe porque cada uno presenta una motivación o personalidad distinta”, expone la experta. Pero sí que existe un compendio de rasgos o características que se repiten en muchos de ellos: suelen presentar un desarrollo motor y cognitivo que no es armónico, son autodidactas y muestran facilidad de comunicación, de concentración y de adquisición y uso de la información. Además, su deseo por aprender es inagotable y presentan gran intensidad y profundidad emocional. Estas características pueden provocar en ellos introversión por tener un sentimiento de incomprensión e inseguridad al no encontrar iguales con intereses similares.
Un niño con alta capacidad necesita mucho apoyo por parte de sus padres, que se muestren pacientes y que lo acepten tal y como es. Sentir que su familia lo acompaña desde el respeto y la comprensión para que así pueda desarrollar al máximo su potencial, estableciendo un apego seguro. Que tengan sobre él unas expectativas correctas ante su capacidad y razonamiento y sean capaces de enseñarlo a abrazar y aceptar aquello que lo hace único y especial.
La experta subraya la importancia de no pensar que los niños con altas capacidades ya lo saben todo y que no necesitan compañía para aprender. Además, también es esencial que no se piense que la mejor forma de aprovechar o impulsar sus capacidades es exigirles más o darles una mayor carga académica, porque así únicamente se consigue crear aversión por el aprendizaje. No hay que olvidar que son niños que necesitan que los ayuden a identificar y gestionar las emociones por las que transitan, que en ocasiones llegan a desbordarlos y a generarles ansiedad.
López explica también que es imprescindible que las familias establezcan pautas de actuación comunes con la escuela, que favorezcan el acompañamiento y el desarrollo personal, escolar y relacional. Trabajar en equipo para que el niño esté motivado ante los retos que se le presenten cada día en el aula tendrá un impacto positivo en su desarrollo, considerando su capacidad intelectual, personal y emocional. Que posean un cociente intelectual tan alto no implica que todos tengan buenas notas ni presenten un elevado rendimiento. De hecho, existe un porcentaje alto de fracaso escolar entre los niños con altas capacidades.
Conseguir que la diferencia siempre enriquezca y nunca reste o imposibilite debería ser uno de los objetivos prioritarios de las familias con hijos con altas capacidades. Como dice el doctor Javier Tourón: “El talento que no se cultiva, se pierde”.