26 Oct Comer menos carne ayuda al planeta (y a la salud)
El abuso en el consumo de carne es uno de los motivos del deterioro ambiental del planeta y en ocasiones llega a ser un grave problema de salud pública.
JOSÉ LUIS GALLEGO
Cada vez son más los que optan por reducir el consumo de carne o dejan de hacerlo por responsabilidad medioambiental. Es posible que a muchos expertos en nutrición esta consideración les parezca insuficiente para justificar un cambio de alimentación tan importante, pero quienes toman ésta decisión van más allá de la necesidad de cumplir con una dieta sana y variada, anteponiendo cuestiones vinculadas con la conciencia.
Porque nadie puede negar los valores nutricionales que aporta la ingesta adecuada de carne para nuestro organismo. Pero de la misma manera, es innegable que el abuso en su consumo es uno de los principales motivos del deterioro ambiental que sufre el planeta, por lo que una reducción de la demanda sería de gran ayuda para paliar las principales causas de dicho deterioro, incluida la del cambio climático.
En varias ocasiones he defendido aquí el vegetarianismo como una de las posiciones éticas más coherentes con la defensa de los derechos de los animales y el amor a la naturaleza. Siempre que lo hago aludo a una de las conferencias más famosas del insigne y malogrado naturalista Félix Rodríguez de la Fuente, la que dio en el club vegetariano de Barcelona.
En aquella ocasión quien ya era comúnmente conocido como “el amigo de los animales” alabó las virtudes medioambientales de la dieta vegetariana y ensalzó a quienes la practicaban como los verdaderos amigos de los animales. Pero hoy en día sabemos que, con su consecuencia alimentaria, los vegetarianos contribuyen a mucho más que eso.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) la producción de forraje y la elaboración de piensos para alimentar al ganado supone el 80% de la superficie cultivada del planeta. Si a ello añadimos que, según la propia FAO, el incesante crecimiento demográfico y el aumento de las rentas en los países en desarrollo está disparando la demanda de carne a nivel mundial, pasando de los 230 millones de toneladas que se producían a nivel mundial en el año 2000 a los 465 millones de toneladas previstos para 2050, la sostenibilidad de la actividad agraria para atender la demanda ganadera va a resultar imposible.
Por otra parte las explotaciones de ganado generan más de la mitad de las emisiones de metano que están provocando el reforzamiento del efecto invernadero de la atmósfera y su consecuente calentamiento global. Es decir, que, además de resultar poco saludable, comer carne en exceso incrementa las causas del cambio climático y nos empuja hacia los peores escenarios.
Para avanzar hacia una agricultura más sostenible es necesario redirigir la actividad hacia la producción de alimentos más sanos y ecológicos, en lugar de seguir arrasando las selvas para obtener forraje y piensos con los que abastecer a las macrogranjas que están prosperando por todo el mundo, unas instalaciones industriales en las que sometemos a las peores condiciones de hacinamiento a los animales que nos sirven de alimento. Lean a ese respecto La carne que comemos , de Philip Lymbery.
Pero ello solo ocurrirá si el consumidor toma conciencia y empieza a reducir el consumo de carne. Algo que no solo señalan en sus informes organizaciones ecologistas como Greenpeace sino la propia Organización Mundial de la Salud (OMS), para quien el exceso de consumo de carne es, además de todo lo señalado aquí, un grave problema de salud pública, relacionado con enfermedades tan graves como el cáncer.
www.lavanguardia.com/natural/20180910/451686656271/comer-menos-carne-ayuda-al-planeta-y-a-la-salud.h